Atención prenatal o consumir pescado previenen la violencia

Nunca es demasiado tarde -ni demasiado temprano- para poner fin a la violencia. Un estudio del Banco Mundial analiza programas de prevención que abarcan distintas etapas de la vida.

Mariana Kaipper[1]

A pesar de los avances económicos de la última década en América Latina y el Caribe, la violencia continúa en alza. Ya sea alentada por el narcotráfico y el crimen organizado hasta robos a mano armada o secuestros, la inseguridad se ha convertido en un gran obstáculo para el desarrollo.

Se estima que al año hay más de 24 homicidios por cada 100 000 habitantes, una estadística que la Organización Mundial de la Salud ya califica como epidemia. Solo diez países de la región están por debajo de esa cifra.

De un tiempo a esta parte se ha puesto de manifiesto que no hay una única fórmula o política ganadora para solucionar esta situación. Más empleos o mejor educación por sí solos no pueden contra este flagelo, sino una combinación de todos y muchos más, adaptándose a la realidad de cada comunidad.

El estudio reciente del Banco Mundial “Fin a la Violencia en América Latina: Una mirada a la prevención desde la infancia a la edad adulta” recopila distintas e innovadoras maneras de abordar el crimen, con probada efectividad. Estas son algunas:

Nunca es demasiado temprano para prevenir:

Muchos de los comportamientos antisociales pueden ser explicados por una combinación de condiciones biológicas y prenatales, incluidos el material genético, el ambiente intrauterino y el peso del bebé al nacer.

Un proyecto en la ciudad de Elmira, Nueva York, y luego replicado en Memphis, Tennessee, probó que la atención prenatal y las visitas de enfermeras a mujeres embarazadas o mamás de niños pequeños en situación de riesgo sirven para mejorar los resultados conductuales.

Aquellos bebés cuyas madres fueron visitadas durante dos años luego del nacimiento fueron menos propensos a escapar del hogar, ser arrestados (se encontró una reducción del 53 %), condenados (reducción del 63 %) o de violar la libertad condicional.

Evitar influencias negativas en la familia:

Los antecedentes familiares y en particular, la criminalidad paterna, se encuentran entre los mayores predictores del comportamiento violento de un individuo, por encima de sus ingresos o su situación laboral.

Muchos programas de desarrollo infantil temprano estimulan a que los niños desarrollen complacencia y conciencia, dos rasgos de personalidad fundamentales para evitar comportamientos antisociales. Estos programas tienen mayores efectos en países en desarrollo, donde los niños están menos estimulados, pero son más permeables a estas actividades.

Más tiempo en la escuela:

Pasar más tiempo en la escuela reduce la tasa de delitos serios contra la propiedad cometidos por adolescentes (entre 14 % y 28 % según el estudio). Cuando un joven carece de un entorno estructurado o supervisado es más propenso a incurrir en comportamientos antisociales.

En El Salvador, uno de los países con mayor prevalencia de actos criminales en Latinoamérica, las escuelas de tiempo completo brindan a los jóvenes la oportunidad de asistir a talleres de oficio, deportes y música con el fin de brindarles un ambiente contenido para evitar que caigan en actividades delictivas.

Trabajo de calidad:

Experiencias en Brasil y México apuntan a que la calidad del empleo juega un papel central en la prevención de la violencia, en lugar de la situación laboral en sí. Oportunidades laborales de calidad para jóvenes adultos (que aseguren estabilidad, formalidad, aumentos salariales, progreso y mejora de habilidades) tienen un efecto protector respecto al crimen y la violencia, en especial en los jóvenes quienes pueden sentirse tentados o ejercen su empleo junto a actividades delictivas.

Por el contrario, el empleo temprano y de baja calidad es un factor de riesgo debido a su nivel de inestabilidad e informalidad.

Un poste de la luz:

Muchos estudios en Reino Unido y Estados Unidos demostraron que un mejor alumbrado público disminuye entre un 7 % y 20 % el crimen. Lo interesante es que esta disminución ocurre tanto por el día como la noche.

La evidencia demuestra que el alumbrado público eleva el orgullo comunitario y aumenta el control social sobre lo que ocurre en el barrio.

Prohibido tomar alcohol:

En la ciudad de Diadema, Brasil, una gran proporción de los delitos ocurría durante la noche, en calles específicas, y se vinculaban directamente con el consumo de alcohol. La ciudad entonces dirigió específicamente sus acciones de lucha contra el delito en los lugares críticos, prohibió la venta de alcohol en los bares después de las 11 de la noche, y combinó varias actividades sociales para fortalecer el capital social y humano.

Tres años después, el índice de homicidios cayó en un 45%, lo que permitió salvar más de 100 vidas al año.

Comer pescado:

Acciones tempranas en jóvenes encarcelados en países en desarrollo demostraron que mejorar la nutrición, especialmente las dietas enriquecidas con ácidos grasos esenciales normalmente hallados en los pescados, atenúa el comportamiento agresivo.

Los ácidos grasos esenciales, también presentes en semillas, frutos secos y aceite de oliva, remedian deficiencias en la química cerebral relacionadas con comportamientos impulsivos.

Dar amor:

Existen evidencias crecientes de que a través de la meditación se mejora el comportamiento hostil, tanto en prisión como en la escuela.

Por ejemplo, en México, el colectivo La Lleca trabaja en sensibilizar a las personas en reclusión, consideran que potenciar el lado humano, mostrar afecto y solidaridad es una vía para poder iniciar un proceso de desarrollo personal, intentan mostrar a los internos que también hay otras formas de interacción como la comunicación no violenta y el diálogo respetuoso.

  1. Mariana Kaipper / Banco Mundial
  2. Enlace al evento #FinalaViolencia

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