Bienal de Sevilla: «Dju Dju» dos horitas en el infierno

Estreno absoluto de Dju Dju (pronúnciese Yuyu) en el Teatro Maestranza de Sevilla el lunes 26 de septiembre de 2016 del nuevo espectáculo creado, coreografiado y dirigido por Israel Galván, el miembro rupturista de esta importante familia sevillana de artistas. Rupturista en lo que a flamenco se refiere, creador de espectáculos de danza contemporánea con leves pinceladas flamencas. Pero Dju Dju es un auténtico desafío a la racionalidad; más que magia, es una incursión en un mundo paranormal, que produce desasosiego, angustia, temor y terror, pero en el que también se detecta un humor subliminal. Parece que Galván ha querido sobre todo reírse de sí mismo y de todos los miedos y temores en este caso de los gitanos, poniéndolos directamente en escena. Los miedos y los temores, porque gitanos no hay ni uno.

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Las tres brujas, de Isabel Bayón e Israel Galván

El espectáculo ha sido creado para la internacional y premiadísima bailaora Isabel Bayón, casi irreconocible aquí como tal. Otras dos bailaoras, Alicia Márquez y Nieves Casablanca comparten la escena. En el foso, el pianista Alejandro Rojas-Marcos, el miembro artista de la conocida familia sevillana, hoy tocando alternativamente un clavicordio estilo siglo XVIII construido para él y un órgano. Toque de guitarra a cargo del virtuosismo de Jesús Torres y al cante David Lagos. Como no podía ser de otra manera en un espectáculo tan alejado de cualquier territorio de confort como este, el diseño de iluminación y efectos especiales de Rubén Camacho es sensacional y no digamos los sonidos a menudo terroríficos firmados por Pedro León.

Los músicos van vestidos con túnicas blancas; el cabello y barba del guitarrista le acercan a un look de Jesucristo. Entra en escena Rojas Marcos, tocando Adestes Fideles que pone en marcha un pequeño árbol de Navidad plateado, uno de los objetos que pasearán por el escenario sobre ruedas. Más tarde habrá otros. Luego entra en escena García Lorca con Los peregrinitos, siguen villancicos populares andaluces. De pronto un grito y una aparición de un instante desde el foso de la protagonista. Aparición y desaparición. El aquelarre está en marcha.

La descripción oficial del espectáculo habla de los gitanos europeos siempre acompañados de lo sobrenatural. Relacionados con la cartomancia, con la videncia del futuro, las supersticiones, los gafes, las manías, el mal fario, la bají o capacidad profética, las palabras que no pueden nombrarse, los amuletos, los rituales mágicos, todo lo inasible y por supuesto los miedos que los gitanos llevaron al flamenco. Todos estos ingredientes están en Dju Dju y le convierten en inclasificable. Y polémico.

Todos los medios de Sevilla coinciden hoy en que este espectáculo no es para representarle en un teatro lírico. Quizá en el Teatro Central, en un teatro independiente o ¡en el MOMA de Nueva York! No hay para tanto. Simplemente el público del Maestranza no asiste a estas moderneces un tanto minimalistas y surrealistas inmersas en una pseudo realidad paranormal. Aunque cada elemento individualmente considerado tenga gran categoría. Lo que parte del público del Maestranza no pudo  asumir fueron los sentimientos que el espectáculo transmite: incomodidad, desasosiego, angustia, temor o terror… Y la gente va al teatro a pasarlo bien, a disfrutar, no a sufrir. Ese fue el quid de la cuestión.

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A todo lo anterior hay que añadir otro elemento transgresor para cierto sector del público, la sexualidad manifiesta. Que en la primera aparición en escena de las tres brujas, estén montadas sobre escobas con las que explícitamente se masturban, puede incomodar a una parte del aforo que estaba al completo. Hay varias escenas de conciliábulos brujeriles y de forma creo que muy calculada, cuando los creadores piensan que el público puede estar al límite, intercalan un número flamenco de cante y toque, para relajar la tensión. Pero en general el espectáculo renuncia de principio a fin a la magia natural del flamenco que gusta y es entendida por cualquier individuo. Los desafíos siempre suponen riesgos, conocidos por sus creadores. Y éste es un riesgo que además se aleja de las artes escénicas, más bien se acerca a las artes plásticas introducidas por el artista Pedro G. Romero, co-creador  del espectáculo con Galván y Bayón.

Los cantes nunca se completan. Ni los bailes que se acercan a lo flamenco. Siempre los interrumpen músicas un tanto infernales que irrumpen de súbito, como en la seguiriya que canta David Lagos enmascarado de Scream; o cuando con mandil verde sobre la túnica blanca va cortando cuerda a cuerda de la guitarra de Torres con un sonido seco, metálico, asesino. O cuando Bayón se ampara de un sombrero amarillo que como otros objetos se desplaza sobre ruedas por la escena y doblando el torso se lo coloca sobre el trasero; la sal es otro elemento de superstición presente;  aquelarres, bocas del infierno a la derecha de la escena por donde sale humo que envuelve hasta hacer desaparecer a la performer.

A la total oscuridad sucede la luz en la sala. Hay hasta un parto – de un mantón de Manila – con el que luego se envuelve la Bayón y baila una de sus escasas actuaciones flamencas, una petenera. Hay escenas que sugieren magia negra, ritmos con una voz cavernosa que se marcan con un  zsa – zsa – zsa o ehem –ehem- ehem, mientras aparece un taburete que como otros objetos atraviesa la escena. Pero la aparición más cercana a la brujería es el gato, eso sí, blanco, un personaje más, ¡el cuarto personaje en escena! La Bayón sentada, estática, piernas abiertas, realiza una danza solo con los dedos de las manos que es sexo puro y duro. Detrás, sentadas a una mesita sobre la que hay una bola de cristal, las otras dos artistas. Y de pronto suena el tema musical recurrente de aquella película de Polansky, Rosemary’s baby (La semilla del diablo). Ahora sí: El diablo está aquí.

No falta el ritmo de hip hop que Alicia y Nieves percuten sobre cajón, pero en una performance diablesca con casi sexo explícito. ¡Suficiente para el body de los sevillanos de orden de toda la vida! ¡El flamenco ha muerto! Grita una voz en la sala…

Mucha gente se ha ido antes del fin del espectáculo. Exigiendo que se les devuelva su dinero. Los fans de Galván se quedan hasta el final para aplaudir a los artistas durante diez minutos. Un reto final: Galván sale a saludar al escenario con zapatos amarillos, desafiando a cualquier superstición. Humor subliminal, humor manifiesto.

No hay duda: Dju Dju va a dar mucho que hablar.

Teresa Fernandez Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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