El médico, una película de acción y esfuerzo

Entretenida, no tan larga como era de esperar dado el elemento base, anclada en la historia por un lado, pero con guiños evidentes a la actualidad, El médico, una producción alemana, es una buena opción para estos días de invierno.

cartel-el-medico El médico, una película de acción y esfuerzoSu crudeza se digiere mejor si sabemos que ha vivido para contarlo.

Durante la proyección, hubo risas espontáneas por las sorpresas, muy bien traídas, pillerías con éxito que premia al que se lo trabaja, momentos extremos en medio de la suciedad y la roña de la Inglaterra milenarista coronando el paisaje, algo que recuerda mucho los harapos y el hambre de Oliver Twist, tal es el color y la ambientación de la primera parte, un mundo de mendigos alguno de los cuales llegará a príncipe; el consabido final feliz que compensará riesgos y penurias de muerte. Muy pocos se podían librar en ese contexto, sólo algunos, a veces uno solo lo lograba y aquí entra la épica, que para la lírica no quedaba sitio. Pero esto es en Inglaterra siglo XI, después de las hambrunas de final del milenio, llegaban las pestes.

Camino de Oriente, todo cambia, y al llegar, el lujo de los tejidos, de los interiores y de los baños (algo desconocido hasta entonces en Occidente si no era en la España árabe, la cultura del agua y del relax), deslumbra al recién llegado. Pero todo paraíso tiene su contrapartida y allí como aquí la vida no vale nada si el recién llegado no tiene algo valioso que ofrecer o una providencia benefactora que se fije en él.

El hallazgo de benefactores es uno de los extremos más atractivos de al cinta. Entretanto, ocurre el milagro y llega el amor, lleno también de peligros de muerte y para culminarlo todo, otra vez la peste y surgiendo de ella, las guerras de religión que remiten a un presente casi ahí, que nos toca y a algunos les toca hasta más allá de la cuenta.

Y al final, casi al final pero no, porque aún habrá más milagros, lo que te queda retintineando, grabado en el oído y en la retina, las caras horribles de los clérigos, el horrísono paralelismo que se concentra en una sola frase, y es el que forman el siglo XI y el aún cercano siglo XX, el que trajo la revolución de Jomeini contra el Sha, derrocado por un clérigo hábil y ambicioso: «Ya no hay Sha, sólo hay Dios», que pone los pelos de punta. Todo sucede en el siglo XI. Se trata de la vez en que el médico apela a la autoridad del Sha, con cuya amistad se honraba por azares del destino salvífico, para salvarse de la condena a muerte por parte de los clérigos: -Quiero ver al Sha- exige altivo el ingénuo. -Ya no hay Sha, le responden, sólo hay Dios.

El médico (The Physicien) es una novela del estadounidense Noah Gordon publicada en 1986. Se trata de un best-seller, una de esas novelas de un grosor más que respetable que ha batido récords de ventas en todo el mundo y se ha consolidado como un hito en el ámbito de la novela histórica. Se trata, sin duda alguna, de la obra cumbre de este autor, que le permitió darse a conocer en el resto del mundo y hacerse rico. Como anécdota, baste decir que con las ganancias pudo retirar a su padre, que era técnico de IBM, sin esperar a la jubilación.

Es la primera parte de la triología compuesta por El médico, Chamán y La doctora Cole. Cole se apellida también, en efecto, el protagonista de la película. Otra curiosidad es que la productora alemana rechazó el guión que había encomendado en principio a Noah Gordon y su hija, y que a Gordon la película le parece un desastre.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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