El pensamiento político de Valle-Inclán

Se publica “La espada y la palabra”, la biografía más extensa y documentada del escritor gallego

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Xulio Formoso: Valle Inclán

La vida de Ramón María del Valle-Inclán ha sido mitificada, en sus luces y en sus sombras, por todos los biógrafos que la han abordado. Valle Inclán es uno de esos personajes cuya figura seduce a los fabuladores, muchos de los cuales se han prestado a agigantar una leyenda que en vida él mismo promovía.

Desde la de Ramón Gómez de la Serna (“Don Ramón María del Valle-Inclán”, 1944) hasta la de Francisco Umbral (“Valle-Inclán. Los botines blancos de Piqué”, 1998), en todas sus biografías se recrean episodios reales mezclados con leyendas que se han perpetuado como ciertas y que son sólo fruto de invenciones generadas en torno a su persona.

Ahora se publica una extensa biografía de más de 700 páginas que profundiza, desde la investigación exhaustiva y rigurosa, en su personalidad controvertida y en una vida ciertamente fascinante. “La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán” (Tusquets), de Manuel Alberca, galardonada con el prestigioso Premio Comillas, descubre para muchos un Valle-Inclán inédito y contradictorio, un escritor lúcido y apasionado, con una fuerte personalidad cuyas reacciones intempestivas complicaron no pocas veces sus relaciones. Y, sobre todo, una persona políticamente reaccionaria.

Un carlista peculiar

espada-y-palabra-portada El pensamiento político de Valle-InclánPrecisamente es de su evolución ideológica de lo que esta biografía se ocupa con más detenimiento. Políticamente escéptico en su juventud, Valle-Inclán se inició en el regionalismo conservador de Alfredo Brañas, del que se distanció muy pronto. Su pensamiento político giró desde entonces alrededor del tradicionalismo carlista encarnado por Carlos VII, pretendiente a la corona de España. Algunos biógrafos justifican este apego como una pose estética (“fui defensor de la tradición por estética”, dice el Marqués de Bradomín en “Sonata de invierno”) o por razones más peregrinas, con las que Valle-Inclán adornaba su figura. Solía decir que los carlistas se dividían en dos bandos: “uno, yo, y el otro, los demás” (una definición muy similar a la que hizo de los surrealistas Salvador Dalí, un personaje con el que tiene no pocas concomitancias). Fue fiel al heredero legitimista de la corona de España hasta la muerte de éste, y después hizo extensiva esta lealtad a su hijo don Jaime.

Valle-Inclán decidió hacer de su ideario político un elemento más de su mundo literario, un mundo ya inexistente de señores feudales, caballeros y mayorazgos, al que habían dado fin la democracia liberal y la nueva clase burguesa (de ahí su oposición al liberalismo). Su obra sobre la guerra carlista fue un auténtico best seller de la época, y los carlistas se sirvieron de este apoyo de un escritor encumbrado para prestigiar su proyecto irredentista. A los liberales y progresistas les costaba trabajo aceptar que un escritor tan innovador y rupturista pudiera ser tan conservador en lo político.

Entre sus contradicciones políticas figura la de declararse aliadófilo durante la Gran Guerra, en contra de las posturas germanófilas adoptadas por el carlismo. Lo hizo por principios religiosos, porque los germanófilos eran protestantes y él se definía como católico integrista. También le separó de sus correligionarios carlistas su rechazo a la Dictadura de Primo de Rivera, que los tradicionalistas habían saludado con júbilo. Su enfrentamiento al Directorio lo acercó a los círculos republicanos, liberales y socialistas, que también se oponían a la dictadura.

La confusión en torno a su ideario político se acrecienta por los elogios que recibió de García Lorca y Antonio Machado y por las relaciones que mantenía con intelectuales republicanos y de izquierdas, como Rivas Cherif, Fernando de los Ríos o Azaña, a quien (una vez distanciado de Alejandro Lerroux, de quien había sido ferviente seguidor) consideraba el único líder carismático capaz de sacar a España de la situación a la que la había llevado la monarquía de Alfonso XIII. También desconcertaba su prodigalidad en actos políticos de clara significación republicana e izquierdista.

Sus simpatías por el bolchevismo se han explicado por su identificación con los procedimientos dictatoriales contra las democracias liberales y burguesas y por su convencimiento de que las masas debían estar siempre conducidas por una minoría y por un líder carismático, principios que le acercaron más tarde al fascismo de Mussolini, que a su juicio representaba mejor que ningún otro sistema el sentido universal y católico de la cultura europea, “un afán imperial de universalidad en su más vertical y horizontal sentido ecuménico”.

Vida precaria e inestable

La biografía de Ramón María del Valle-Inclán estuvo marcada por los altibajos que tuvieron sus trayectorias humana y literaria. Manco a raíz de una absurda pelea con el periodista Manuel Bueno, asediado por una enfermedad que comenzó a manifestarse cuando sólo contaba 39 años y que iba finalmente a causarle la muerte a los 69, amargado por un divorcio que arruinó sus últimos años de vida, asfixiado por una economía precaria que conoció algunos momentos de respiro gracias a cargos oficiales desempeñados irregularmente, más que a la más que modesta rentabilidad de sus obras literarias, soportando la mediocridad cultural de una sociedad que nunca llegó a entender su teatro, Valle-Inclán mantuvo siempre, sin embargo, una actitud de orgullo, a veces de soberbia, para la que iba creando una imagen entre bohemia y aristocrática que paseaba por los cafés y las tertulias literarias, de las que era el más buscado protagonista por su oratoria seductora, su singularidad física y su gestualidad hiperbólica.

Una literatura sin parangón

De lo que no cabe ninguna duda, tanto para los admiradores como para los detractores de su persona, es que su obra literaria es de las mejores que ha alumbrado el siglo XX español (el mejor escritor de este siglo, según su paisano Torrente Ballester). Desde sus novelas a sus obras de teatro, desde sus cuentos a su poesía, la obra de Valle-Inclán tiene un nivel de calidad pocas veces alcanzado en la literatura universal contemporánea desde sus primeros escritos, influidos por los relatos oídos en su infancia de hazañas de guerreros, milagros de monjes, historias de brujas y de supersticiones.

A pesar de que la literatura era en su época, salvo excepciones, un pasatiempo de señoritos, Ramón del Valle-Inclán tuvo muy claro desde muy joven que su futuro estaría ligado a esta profesión. Comenzó publicando en periódicos gallegos los primeros capítulos de una obra inacabada, “El gran obstáculo”, antes de iniciar su primer viaje a México para escribir en “El Correo Español”, “El Universal” y “La Crónica Mercantil” de aquel país. Ya en España siguió colaborando en varios periódicos y revistas de Galicia y de Madrid y hasta publicando en ellos por entregas sus novelas. Su obra “Femeninas”, sin ningún éxito a pesar del prólogo de Manuel Murguía, lo situó en la corriente literaria del Modernismo. Sus fracasos siguieron hasta que con “Flor de santidad” y las “Sonatas” su literatura comienza a ser considerada. “Romance de lobos” ya era esperada cuando comenzó a publicarla en “El Mundo”.

A su regreso de Madrid, cansado de la agitada vida capitalina, sus largas estancias en las localidades pontevedresas de Cambados y Pobra do Caramiñal fueron las más fecundas y en las que elaboró sus obras de mayor calidad. “Divinas palabras”, “Luces de bohemia” y la trilogía sobre la guerra carlista lo convirtieron definitivamente en un autor de éxito, corroborado por la gran acogida de “Tirano Banderas”. En sus últimos años, de regreso a Madrid, los problemas le dejaron aún tiempo para terminar “El ruedo ibérico”, una sátira de la monarquía de la reina Isabel que era en realidad sobre la dictadura primorriverista y la monarquía alfonsina.

Vino a morir a Santiago de Compostela, la noche de reyes de 1936.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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