Este año plantemos un árbol

Una propuesta para quienes piensen que aún se puede hacer algo

Javier Sánchez Monge: plantar un arbol

Corría el año 2003, y con él un rayo de esperanza, un guiño hacia los bosques Españoles, hacia un mundo en que no todo se cifraba en ganar dinero y además también un duro golpe hacia esa gente que trafica con la naturaleza, que se permite traficar con esa vestidura de dignidad que aún brinda a la humanidad la biología del planeta.

Un grito ecológico, una esperanza para los jóvenes que habrán irremediablemente de heredar este mundo que les dejamos, un canto de libertad para que las águilas volvieran a alzar su vuelo imperial sobre nuestros bosques… se acababa de prohibir algo que sólo conciben aquellos para quienes las orillas de un arroyo, el nido de un petirrojo, los jugueteos de una familia de nutrias o el trote de un cervatillo en busca de su madre sólo significaban una acaudalada cuenta bancaria.

Se les acababa de prohibir, ni más ni menos que dejaran de incendiar nuestros bosques para luego recalificarlos y revenderlos a las inmobiliarias. Con la nueva ley de Montes entonces establecida, los terrenos incendiados ya no podían trapichearse ni por edificios ni por asfalto hasta pasados 30 años, con lo que se ponía fin a la usura de transformar las cenizas de nuestros bosques en puñados de billetes alojados en cuentas bancarias de Suiza.

Había sido un triunfo, ya no merecía la pena incendiar los bosques, aunque lo que nadie sospechaba entonces es que las leyes que los políticos hacen, ellos mismos las deshacen para satisfacer sus intereses, que suelen ser lucrativos.

Aquella ley diseñada para aguantar 30 años ha sido recientemente cambiada por el Consejo de Ministros de España. El riesgo de que se produzcan incendios para que los bosques sean recalificados de nuevo y vendidos como eriales para la construcción ha vuelto con esta modificación. Uno se pregunta por qué era necesario este cambio, pero creo que todos sospechamos ya la respuesta.

La política tal y como está planteada en España, al igual que en otras muchas partes del mundo, presenta una vía abierta hacia la especulación y mientras no se ponga algún tipo de control a esta gente, poco tiempo le queda a una naturaleza concebida tan sólo como objeto de especulación económica.

Apelo con estas palabras a todos quienes tienen hijos. No es justo que ellos tengan que vivir las infernales consecuencias de un cambio climático porque la naturaleza que nos queda tenga el potencial de convertirse en dinero para algunos. Apelo al recelo mundial para con la clase política.

Es precisamente en alusión a estas consideraciones por lo que propongo un acto simbólico de rebeldía contra esta manera en que los dirigentes mundiales conciben la naturaleza;

Plantemos un árbol.
¿Por qué no?
Plantemos un árbol.
Si cada uno de los seres humanos que vivimos en España plantamos un árbol, tendremos 47 millones de árboles; si cada ser humano que vive en el planeta planta un árbol, tendremos 7,214,958,996 árboles.

Tantas veces hemos abierto Facebook, el correo electrónico o encendido la televisión… ¿Y no tenemos tiempo para plantar un árbol?
Aunque nos lo talen para vender su madera; plantemos un árbol.
Que por cada árbol que nos talen sembremos uno nuevo.

Se trata de un acto simbólico, de un decir que ya basta.
Se trata de decir que yo no, que yo hice algo por este planeta.
Se trata de avivar la llama de la lucha por un ideal.
Se trata de volver a sentir la naturaleza como algo nuestro.
Se trata de volver a recuperar la esperanza entre todos.
Se trata de buscar el lugar adecuado, la especie adecuada, las condiciones adecuadas, para un acto en principio simbólico, pero indicador de un principio de cambio de mentalidad, indicador de que algo ésta pasando.
Se trata de decir que no todo se puede cambiar por dinero.
Se trata de enviar una respuesta masiva de los ciudadanos del mundo a todos esos dirigentes mundiales que se reúnen todos los años para mostrarnos que no van a hacer nada por el cambio climático.
Se trata de que todos nos fotografiemos plantando un árbol y de que a alguien proponga algún lugar a donde podamos enviarlas masivamente para enseñar que nuestro mundo nos importa.
Se trata de decir que los ciudadanos del mundo más allá de las naciones o del dinero somos inmensamente más grandes que esa minoría internacional que gobierna el planeta.
Se trata de luchar por lo que es nuestro y con esto, paso la llama de la antorcha a todo aquél que quiera participar en esta lucha.

Y que todos sepamos; el idealismo comienza por cada uno de nosotros.
Si cada uno establecemos nuestra pequeña lucha – y la lucha por los árboles constituiría una de las propuestas-…… podemos salvar el planeta.

Compártelo, sería una ilusión que este movimiento pudiera salir adelante, pero para esto necesitamos organización y colaboración, algo que sólo podríamos hacer entre todos.

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