Ginebra y la emperatriz Sissi

A orillas del lago Leman se levanta la bella y elegante ciudad de Ginebra, escenario de la Reforma religiosa de Jean Calvino en el siglo XVI, y sede, actualmente, de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja Internacional; lugar preferido de la aristocracia y nobleza europea, frecuentado por artistas, escritores y músicos.

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En esta encantadora ciudad vivieron Voltaire, Victor Hugo, Alejandro Dumas, Balzac, Lord Byron, los músicos Richard Wagner y Franz Liszt. Su tradición se mantuvo y en tiempos modernos es frecuentada por políticos, intelectuales y actores como Richard Burton, quien murió en Ginebra, o el escritor argentino Jorge Luis Borges, quien la consideraba “un lugar propicio para la felicidad.”

Ginebra tiene, además, 45 museos, 110 galerias de arte y 100 librerías. El recorrido por la Vieille Ville, la antigua ciudad fortificada es un encuentro con la historia de Suiza, una de las últimas visitas importantes fue la de Bill y Hillary Clinton.

Caminar por el malecón es otro encantador paseo, mirando el lago y las montañas o contemplando el arribo de los barcos a vapor, reminiscencias de la Belle Epoque.

A fines del siglo 19, Sissi, la bella emperatriz de Austria, frecuentaba este lugar. Sissi cuyo nombre era Elizabeth de Baviera, casada con el Emperador de Austria Francisco José I, fue una mujer de gran belleza y cultura, su actitud democrática e independiente dentro de las cortes reales la hicieron famosa, como las películas que se rodaron a propósito de su vida, entre ellas, “Sissi”, interpretada por Romy Schneider.

Sin embargo, Ginebra y el lago de Leman fueron testigos de su trágico descenlace y en este verano caliente europeo, donde los problemas de Europa no cesan, este hecho histórico nos recuerda atentados y terrorismo.

Un 9 de septiembre de 1898, al mediodía, la emperatriz de Austria, Sissi, llega en un vapor, para encontrarse con su amiga la Baronesa de Rothschild, caminan por el malecón y toman un helado, ajenas al misterioso destino. Esa noche, en el Castillo de Pregny, “Sissi” comparte con el Baron Rothschild y otros amigos, una agradable velada.

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Hotel Beau Rivage. Arriba, habitación ocupada habitualmente por la emperatriz Sissi

Al día siguiente, la emperatriz, que se alojaba en el señorial hotel Beau Rivage, desayuna frugalmente, como era su costumbre (porque cuidaba celosamente la dieta), y se dirige luego a comprar unas partituras musicales para el Emperador y sus hijos.

Al mediodía, Sissi, con su acompañante (no le gustaban los cortejos) se dispone a tomar el barco de regreso. En eso, se aproxima un joven y le asesta un golpe, la emperatriz trastabilla, sube al barco, pero Sissi se desmaya y el Capitán dispone la trasladen rapidamente al hotel.

En la calle, persiguen y atrapan al joven anarquista Luigi Luccheni, mientras la emperatriz es alojada en la Suite Real, (hoy cuesta 7000 dólares por noche), la revisa el Doctor Goley, quien confiesa no puede salvarla, (hoy hubiera sido posible mediante una operación quirúrgica). Sissi, una de las mujeres más influyentes de la política europea del siglo 19, exala su último suspiro y su acompañante, la Condesa Sztaray, le cierra los ojos.

El asesinato de la Emperatriz fue un indicio de los grandes cambios que acontecerían en la Europa finisecular. Una Guerra mundial se desencadenará después de estos trágicos sucesos.
Quien relata estos dramáticos momentos, en un breve escrito, es Fanny Mayer, abuela de los actuales propietarios del Hotel Beau Rivage, que conserva, en un museo privado, documentos y objetos del histórico momento. Algunas pertenencias de la princesa pueden verse en vitrinas dispuestas en el hotel.

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El lago fue testigo de estos hechos como es testimonio hoy de las muchas atracciones que ofrece, entre ellas las excursiones en barco, con diversos horarios y trayectos, visitando los distintos pueblos. Nos embarcamos en un vapor antiguo, para rememorar los tiempos de Sissi, ya que fue construído en 1910, con capacidad para 1200 pasajeros, su maquinaria es original y exige un cuidadoso mantenimiento.

El Capitan Swchartz me explica: “Hace 30 años que navego, el viaje es siempre distinto porque el paisaje y el lago cambian. Yo respeto mucho el lago; sus vientos y corrientes son muy fuertes por eso los embarques deben ser eficientes, nunca tuvimos un accidente.”

Los ginebrinos aman su lago, que tiene una profundidad de 309 metros por 72 km de largo, con un perímetro de 167 km, uno de los más grandes de Suiza. Su famoso chorro de agua tiene una altura de 140 metros y fue inaugurado en 1891. Hoy es símbolo de la ciudad y se desactiva cuando hay excesivo viento y heladas.

El navio se detiene en distintos pueblos, se destacan: Morges con su bello Castillo fortificado, Lausanne que alberga el Museo Olímpico y es una activa ciudad cultural y comercial, Vevey con su Museo de Fotografía, y la elegante ciudad de Montreux, que mantiene muchos rasgos de la belle époque y donde solía llegar la Emperatriz Sissi.

Regresamos mirando el paisaje de los viñedos y la majestuosidad de las montañas, entre ellas el Monte Blanco con su cima eternamente nevada, adelante se perfila el Monte Salève que rodea la ciudad de Ginebra.

Mientras el barco se desliza por las aguas del lago, saboreamos el plato típico filet de pescado, en avance al Festival Gastronómico Internacional que se desarrolla anualmente en estos navíos.
Atardece sobre Ginebra, una tenue luz dorada ilumina las laderas donde se ve la casa que perteneció a Josefina Bonaparte, la casa Diodati donde vivió el poeta Lord Byron y la escritora Mary Shelley, autora de Frankesnstein, más adelante, el Palacio de Naciones Unidas que ofrece interesantes visitas guíadas; contiguo, el Museo Ariana y su colección de porcelanas y cristales y acercandonos se percibe el perfil de la Catedral de Saint Pierre, en la Vieille Ville.

El barco atraca en el muelle, entre flores y cisnes, hemos revivido un momento de la historia de Europa, el espíritu de la emperatriz Sissi, su impetu de libertad y progreso, y su amor por la bella Ginebra.

1 COMENTARIO

  1. Lindos artículos los de Adriana Bianco. Nos llevan de la mano, nos hacen viajar, ver y pensar al mismo tiempo. Gracias Adriana, por hacernos disfrutar de esta manera.
    Marcela Godoy Divin- Santiago de Chile

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