La escopeta nacional dispara otra vez sobre un viejo régimen

Me sirvo de la oportuna cita que trae a colación mi estimado y siempre leído historiador Julián Casanova para comentar la imagen que ilustra este artículo y que fue publicada en el diario El País hace unos días, con la correspondiente información que la documenta: Cuenta Christopher Clark, en su libro «Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914», que cuando el archiduque Francisco Fernando y su esposa Sofía Chotek fueron asesinados en Sarajevo el 28 de junio de 1914, la elite europea estaba disfrutando de su vida privilegiada y exquisita. El príncipe Alfons-Clary-Aldringen, por ejemplo, y otros nobles estaban cazando corzos en un bosque de Bohemia.

 

Caceria-nacional-ElPais-20041025 La escopeta nacional dispara otra vez sobre un viejo régimen

Casanova prosigue su comentario como sigue: «La foto de promotores de la construcción y dirigentes del PP de la red «púnica» en una cacería, con decenas de ciervos abatidos, sonrientes y disfrutando del momento, recuerda la persistencia del Antiguo Régimen, de una profunda quiebra de la ética y de la política democrática, de competición por trofeos de caza mientras explotaban y engañaban a los ciudadanos. Son ecos del pasado que llegan al presente: personajes irresponsables que tomaban decisiones al olor de la pólvora y del whisky. Historias aparentemente triviales y chabacanas. Pero no lo son. Lo sabemos, y así estamos».

En 1978, año en que se aprobó la Constitución vigente, el por tantos motivos admirado director de cine Luis García Berlanga -a quien tuve el gusto de conocer por aquel tiempo por motivos profesionales-, estrenó en las pantallas de nuestro país La escopeta nacional, primera parte de la trilogía sobre la familia Leguinache, película que fue a mi juicio superior a las dos que la siguieron. Con guión del propio Berlanga y del mejor de nuestros escritores de cine, Rafael Azcona, el film se rodó en la localidad madrileña de Aldea del Fresno y contó con un elenco insuperable de actores y actrices, que reflejaron entre el sainete y el esperpento la España casposa, hipócrita y corrupta del tardofranquismo a través de las aficiones cinegéticas de sus protagonistas.

Por edad y condición, al menos entre los más jóvenes, estoy convencido de que la mayoría de los espectadores que disfrutamos con esa película como alegato crítico contra los últimos años de la dictadura, nunca hubiéramos imaginado que el contenido de la misma pudiera ser algún día, pasados casi cuarenta años desde la aprobación de la Constitución democrática, materia permanente de actualidad en los medios de comunicación. Esto es, que la fotografía que comenta Casanova con la precisión y rigor de un historiador reputado, reprodujera de modo tan fidedigno el esperpéntico sainete de García Berlanga redivivo en nuestros días.

Aquel viejo régimen, resultado de muchos otros viejos regímenes precedentes, sigue vigente en cierta clase política, porque aquella casta de antaño ha anidado en buena medida en la de hogaño, hasta el punto de haber llevado a la agonía al régimen en que se ha desarrollado con una total impunidad, cada vez más manifiesta y escandalosa. Nadie pensaba en 1978 -libertad, libertad, sin ira libertad- que la perspicaz mirada retrospectiva del maestro valenciano avizoraba también, quizá, una vigencia tan ostensible y deplorable de la trama de su peli en la realidad política española ¡a casi cuarenta años vista!

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