La noche de los vampiros: almas en pena

Estamos en La Caja del Terror, primer espacio abierto en el corazón de Madrid a este género tan peculiar y única sala de teatro en España dedicada al terror en un proyecto pionero de Creaciones Interactivas. Son más de 200 metros cuadrados divididos en dos plantas y tres espacios –vestíbulo, escalera y cripta- ambientados con objetos extraídos de las historias más truculentas y estremecedoras (Lovecraft, Stephen King, Poe, Bécquer, Bram Stoker) con un aforo de hasta 60 personas.

La noche de los vampiros, cartel

El espectáculo va a durar 60 minutos aproximadamente y en él dará tiempo a temblar riendo, a reír sudando y a regocijarse aplaudiendo por haber sobrevivido a la prueba. Como dice uno de sus creadores y demiurgo de la función, el veterano vampiro otrora nigromante Raúl de Tomás, «es un placer que te aplauda tu propia comida, muchas gracias».

Es domingo por la tarde, sol de membrillo madrileño aún para rato, e iba a ser una función íntima y familiar, pero el ambiente ya impone y sobrecoge desde la entrada por la atmósfera nocturna creada para la ocasión. Aún no ha sido el estreno oficial y todos aguardamos expectantes, qué harán, qué no harán y sobre todo qué harán con nosotros, porque el terror es un género de cine y de novela, ahora en teatro se prueba el resultado con esta función.

Destinada en principio a mecenas y amigos de los actores, la entrada en medio de las tinieblas va dejando ver una ambientación que recuerda a Bécquer y sus leyendas (lápidas sepulcrales, luces aquí y allá, colgadas o vacilantes, cruces, piedras que emiten su brillo en la oscuridad, papiros con profecías a las que ningún presente puede escapar) o a Edgar Allan Poe (El pozo y el péndulo, si bien sólo veremos su parte segunda colgando con el filo ensangrentado sobre un sillón abacial, el pozo, un nivel más bajo, aguarda nuestra llegada). Es tremendo constatar lo que asusta el terror. Cómo una voz subyugante y llena de ecos nos puede someter a capricho sin protestar. Somos un grupo compacto del que no saldrá ni una protesta, ni una voz, casi da miedo este poder de las palabras y de las tinieblas sobre la masa dispuesta a dejarse arrastrar. Es teatro, sí, sabemos dónde estamos y a lo que hemos venido, pero da qué pensar.

Hay dos actores que se distribuyen los papeles de vampiro veterano y malo con callo y vampiro compasivo (ya veremos si no cambian de opinión en su eterno caminar) y un tercero que ejerce de ayudante, igual de siniestro y ganchudo que ellos dos, pero silencioso.

El de la voz demiúrgica y honda que nos guía por este laberinto de tumbas y escaleras, que ordena y dispone de nosotros como un vampiro padre y nigromante es el actor Raúl de Tomás, fundador y director de la sala, autor del texto que escuchamos y de otros textos como Bendita locura; La habitación de Medea, Bajo llave, Descomplicaciones, Enajenatorium; adaptador de Laberinto de amor, dirigido por Juan Pastor, o El paraíso de los niños, de Arniches y Delgado, entre otras, además de guionista de series como 2 de Mayo, en Telemadrid o Raphael en A3TV. El que le secunda en su afán de llevarnos al encierro para que les sirvamos de comida es el actor y también director Álex Tormo, de voz totalmente opuesta, suave y delicada: El sueño de un rey, con Comediants; La muerte y la doncella, con Antonio Zancada; vinculado también como Raúl de Tomás a la sala Guindalera y a Juan Pastor con obras como La larga cena de Navidad, El sueño de una noche de verano, Laberinto de amor, En torno a la gaviota o Traición, experto en teatro infantil con éxitos como Cuento de Navidad o Los viajes de Gulliver o la dirección de piezas como Momo, de Ende, o Ahora vuelven a cantar, de Frisch.

Buen bagaje necesario para afrontar con éxito el teatro de terror, un género en el que nada, ninguna pieza puede fallar «si la cosa funciona» y vaya si funciona. Allí se repasa el origen guerrero de los vampiros, su fama de invencibles y su pacto con el diablo para alcanzar la inmortalidad y a qué precio y se rinde homenaje a Bran Stoker quien, en su afán por acabar con ellos, «sólo» consigue para sí mismo la inmortalidad.

Y cuando en un momento dado nos anuncian: «Aquí están las celdas en las que os vamos a almacenar para que nos sirváis de comida en los próximos meses», nadie rechista, nos sometemos. Podían haber hecho con nosotros lo que ellos, los vampiros y sus ayudantes, dispusieran y nos hubiéramos sometido como las pobres víctimas que cuelgan del techo entregadas, sin sangre.

El terror. Nada más apetecible que te cuenten un cuento de miedo en la oscuridad, al abrigo de una buena manta y a salvo de peligros, a punto de dormirte en una noche larguísima de invierno, ¿verdad? Pero aquí estás lejos de casa y sin cobija ni defensa, sólo a merced del circuito del aire y de sus majestades a punto de despertar con sed de sangre. Ellos son eternos, nosotros somos finolis. Y tanto. Miedo me doy.

  • Creaciones Interactivas
    Director y Actores: Raúl de Tomás y Álex Tormo
    Fecha de la función comentada: 25 de septiembre de 2016
    Paseo de la Esperanza, 16, Madrid
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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