La oración flamenca: un compromiso con Dios

Bajo el título La oración flamenca. Los gitanos cantan a Dios, el guitarrista Tito Losada ha montado un espectáculo con el que ha dado la vuelta al mundo.

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Su propósito es agradecer al Sumo Hacedor los «milagros» que ha hecho por él, así lo declara al inicio de la representación, a lo largo de toda su vida. Las circunstancias personales en que tales milagros acontecieron se mantienen secretas.

Tito Losada es un hombre que habla bajito y lo justo, así es como se dirige a su gente y así es como se hace respetar y admirar, porque con todo, y a pesar de su gran humildad, es una estrella.

El guitarrista va acompañado de su clan, cantaores, bailaores, varias guitarras, cajones… Nada menos que 50 personas en el escenario en diferentes momentos, y con ellos, merced a unas coreografías sorprendentes que juegan con la luz y con la sombra, compone escenas de suave dramatismo y cuadros estáticos de gran belleza plástica y figurativa dignos de la Biblia y del Nuevo Testamento.

Son cristianos y así lo declaran y ello les da fuerzas para alzarse desde el barro y seguir mirando a lo alto sin complejos. Y lo cantan y lo bailan en esta ceremonia flamenca que empezó siendo una misa cantada y que luego, al ir afianzándose como espectáculo integral en sus giras y en sus hallazgos, extiende su cante y baile, en diálogo con la guitarra, hacia otras partes de la oración durante una hora larga sin descanso.

Algunos críticos lo han comparado con el góspel neoyorkino, y como él, triunfa y llena desde hace años los mayores teatros en sus giras por Chile, Japón, México y Colombia. Porque en esta oración flamenca coral se apela también a los no creyentes, ya que, por la fuerza del arte flamenco, se recrea una historia universal de búsqueda existencial que atañe a todos los amantes del arte en general.

  • Autor: Tito Losada
    Producción: La quinta pared
    Intérpretes destacados: Iván Losada, Iván Losada jr., Antonio Losada, Lucky Losada
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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