La Parranda de San Pedro, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

El San Pedro de mi tierra es un santo milagroso. Gracias al esfuerzo de los cultores y cultoras y el impulso del Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela, la Parranda de San Pedro, celebrada en las calles mirandinas cada 29 de junio, es una festividad enaltecida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

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Xulio Formoso: La Parranda de San Pedro

La verdad recorre tantos vericuetos que cuesta mucho encontrarla. Tampoco es que importe mucho dar con ella porque, definitivamente, hay tantas verdades como gente existe. Muchas veces eso es lo que ocurre con nuestras tradiciones: cada quien le va incorporando elementos de su propia cosecha manteniendo el origen común.

Buenas tardes, doy señores/ buenas tardes vengo a dar. Un saludo tan sencillo como ese marca la apertura de una gran parranda que se inicia en tiempos coloniales y que sigue bailándose con levita, pumpá y cotizas hasta nuestros días por las calles de los municipios Ambrosio Plaza y Ezequiel Zamora (poblaciones Guatire y Guarenas) del estado Miranda.

Según el decir de nuestros ancianos y ancianas, Rosa Ignacia temblaba de calentura. Su madre, la Negra María Ignacia, la bañaba con sus lágrimas más la fiebre no cedía. La esclavizada se aferró entonces a su fe (¿a cuál deidad sería que realmente imploraría?). San Pedro Apóstol fue el santo colonialmente aceptable para hacer pasar al verdadero frente a las narices del amo. Lo cierto es que ningún santo hace milagros sin la participación activa de la gente movida por la fe. Lo cierto es lo que dice quien ama con amor de facto.

En tiempos de la Colonia, en nombre de la Corona de España, muchas personas fueron “cazadas” cual si de fieras se tratara en las sabanas africanas. Fueron esclavizadas, despojadas de sus bienes, desarraigadas de sus territorios, mutiladas de sus familias y transportadas al continente americano para ser obligadas a trabajar en indignas condiciones. Las hacinaron en barracas, les alimentaron con bazofias, maltrataron sus cuerpos y humillaron sus almas. Olor de orín y sudor se mezcla en el aire, se impregna en la piel. ¿Cómo no habría de enfermarse entonces Rosa Ignacia? Extraño es que el par de “tucusitos”, sus hermanos mayores, no hubiesen muerto antes de disentería, malaria, fiebre amarilla, tuberculosis o cualquier otra endemia propia de la pobrería.

Una vez fueron libres. La pradera africana conoció su desventura. El diablo puso sus cuerpos en cautiverio más jamás el espíritu se le doblegó. El patrón, dueño de los trapiches y cantones, es devoto de San Pedro. Él lo celebra y las personas esclavizadas tienen un día de libertad. El patrón tiene consigo las llaves de los grilletes. Cuando se aproxima se sabe su talante por el canto del manojo metálico: no en balde la negritud ha tenido que aprender el lenguaje de los candados para sobrevivir.

En ese ambiente fue que María Ignacia hizo su promesa al Santo: cada 29 de junio bailaría con sus hijos e hija como agradecimiento por haber curado a ésta última. Al pasar de los años, María Ignacia enfermó y murió. Su esposo se vistió de mujer y continuó pagando la promesa. Es por ello que la Parranda de San Pedro está presidida por un hombre que se viste de mujer luciendo largas trenzas y vestido de blondas, encajes y flores; en sus brazos lleva una muñeca de trapo que representa a la pequeña Rosa Ignacia. A su lado danzan un par de niños impúberes vestidos con trajes de color amarillo y rojo, semejantes al de los arlequines mientras una corte de varones con la cara embetunada manchada de negro-humo que se visten con levita y alpargatas. Uno de ellos porta un pequeño nicho en cuyo interior reposa la estatuilla de San Pedro rodeado de flores.

El 5 de diciembre de 2013, el Comité Intergubernamental de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial de la Unesco hizo público su veredicto desde la ciudad de Bakú, capital de Azerbaiyán: la Parranda de San Pedro se uniría a la Festividad de los Diablos Danzantes, otra tradición venezolana. Los hombres y las mujeres se emparrandan, forman un jolgorio alrededor de una madre feliz tras la recuperación de su hija. Pueblo de piel oscura y claro espíritu labrado con la gubia de la fidelidad. ¡Tantos cuentos! ¡Tantos inciertos! ¡Tantos te quiero!

Mientras en Venezuela estamos de fiesta con las comunidades afrodescendientes, en EEUU la cultura ancestralmente arraigada en África muere en los templos de Charleston. Hay un sistema al que le chillan las bisagras. Se pierde entre expedientes y la impunidad corre a borbotones. Este próximo 29 de junio, Día de la Parranda de San Pedro, nuestras cotizas se solidarizan con los familiares de las nueve personas que el 17 de junio se suman a las víctimas de los crímenes de odio, manifestación contemporánea de la depravación imperialista.

Ileana Ruiz
Ileana Ruiz (Venezuela). Activista de derechos humanos, investigadora social y periodista. Asesora en resolución de conflictos, educación popular, participación ciudadana y derechos humanos y profesora de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad. Articulista en el semanario venezolano “Todosadentro” del Ministerio de la Cultura desde 2006. Premio Nacional de Periodismo de Opinión, 2013. Entre sus publicaciones: De la indignación a la implicación (2006); Pueblo de agua: Cuentos para la educación en derechos humanos sobre la identidad del pueblo warao (2009); Servicio de policía bajo la mirada ciudadana (2010); La clave del acuerdo. Practiguía para la resolución pacífica de conflictos (2011); Pasos dados poco a poco. Memoria y cuentos del proceso de constitución de los Comités Ciudadanos de Control Policial (2012).

1 COMENTARIO

  1. «Mientras en Venezuela estamos de fiesta con las comunidades afrodescendientes, en EEUU la cultura ancestralmente arraigada en África muere en los templos de Charleston. Hay un sistema al que le chillan las bisagras.» me adueño de estas palabras que tienen infinita firmeza…….

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