Mercados, pensamientos, jóvenes, viejos, el dinero y la estulticia

El tiempo en que me ha tocado vivir convierte los mercados en campos de batalla para que éstos pudieran volver a convertirse en mercados.
Karl Kraus

En la política y en la cultura. Mientras se habla de viejos o jóvenes, se olvidan las ideas, los razonamientos, que no tienen edad, solo lenguaje, belleza y búsqueda de igualdad y justicia.

Por desgracia hoy la política y la cultura solamente anhelan ocupar espacios públicos, dar espectáculo, triunfar al precio que sea.

La mente no es vieja ni joven: con apenas veinte años Thomas Mann escribe Los Buddenbrook, y con ochenta años Diderot escribe El sueño de D,Alambert. Con más de 75 Einstein continúa desarrollando pensamientos y trabajos escritos de una profundidad social, antimilitarista y conceptualmente revolucionarios que todavía nos asombran. Podríamos continuar de Rimbaud a Picasso, pero no es necesario: el problema es que hoy lenguajes rufianescos son aplaudidos por quienes piensan en que el joven que los introduce habla de política, que la cultura le debe quedar muy alejada, o momias de aspecto juvenil, y da igual hablar de Ciudadanos que del PSOE, son impulsores de una política que es más vieja que la que representan los franquistas continuadores del PP.

Solamente es joven la mente que busca el placer en la libertad, abomina de la LEY -estigmatizada por Kafka y que tiene un alcance universal, sea en religión o en política,- y que vive, tenga los años que tenga, en las dudas y no en los dogmas, en la investigación sobre el ser humano y los crímenes de la historia de ayer o de hoy y no en los catecismos, tengan el uso que quieran darle en iglesias o parlamentos. El ser humano que es capaz de pensar por si mismo y huir de la masa, del gregarismo y de pasarse la vida aplaudiendo, sea a banderas o líderes, el que no se deja llevar por el consumo de la publicidad, en el político que más gente congrega -como hacía Hitler- o en el libro que más ejemplares vende, es el que busca la razón y la belleza y puede considerarse humano. Y al tiempo es el que dialoga, aunque sea consigo mismo, y abomina de las guerras, los imperialismos, la esclavitud, capitalismos de todas las especies, y servidumbres impuestas por ese puñado de terroristas que dominan el mundo, de las finanzas y de la cultura..

Frente al ruido el silencio, frente a la turbamulta y el vocinglerío, el violín solitario que desgrana una partitura de Beethoven. Frente al sexo cada vez más prostituido y mercenario, el amor, la mirada que habla, la caricia que penetra en el lenguaje que une e identifica dos seres humanos que buscan descubrirse el uno al otro. Frente al lenguaje empobrecido, que se contenta con breves palabras o frases de tres líneas, la corriente literaria de los ríos que desde la antigüedad inventan la música, la plástica, la hondura de las palabras que emocionan y enriquecen.

Cuando se bombardea un pueblo -que inmenso es ese no homínido que llaman Trump– se está enriqueciendo a quienes lo hacen, los dueños del mercado de las armas -buen embajador ha nombrado el PP en Estados Unidos-. Los monopolios editoriales son quienes imponen la no literatura, y también en el fraude de la pintura, no digamos de la aporrea música, naufraga la creación artística.

Y el espectador lector puede así, tras ver o escuchar unas palabras e imágenes sobre catástrofes de la sociedad esclavista, gozar con las innumerables imágenes de cuerpos jóvenes que venden lo que sea. Ahí sí, ahí es difícil que muestren a viejos para publicitar sus productos, que caerían en picado.

Qué silencio se imponen quienes hablan de terrorismo, para no hablar del continuo, inmenso, expansivo terrorismo que domina el mundo. Esos terroristas no serán buscados como criminales, se exhiben como grandes personajes que han triunfado en la sociedad de la publicidad y el consumo

Andrés Sorel
Escritor, nacido en Segovia durante la guerra civil. Fue corresponsal de Radio España Independiente entre 1962 y 1971 y dirigió en París la publicación Información Española. A la muerte de Franco regresó a España y colaboró en diversos periódicos y publicaciones de izquierda, entre los cuales destaca la fundación en 1984 del diario Liberación. Ha sido durante muchos años secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España, y director de la revista República de las Letras.

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