Milton Becerra: mago de luces y de hilos espaciales

La araña Wale’ Kerú enseñó el arte del tejido a los indios amazónicos; el artista venezolano Milton Becerra recrea esa tela mítica del arácnido en sus obras, como metáfora del universo: un tejido de hilos luminosos que vibran en el espacio astral.

Formado en Arte en su natal Caracas, Milton Becerra expone en la década de los 70 y afirma su carrera como artista plástico con sus obras “Vibro – Hexagonal”. Apoyado en las teorías de Malevitch y Wittgenstein, participa en los movimientos de Arte Concreto, Cinético y Neoplasticismo, que en Venezuela tuvieron especial importancia. Expone en el Museo de Arte Contemporáneo “Módulos Programados”, serie de intervenciones con la naturaleza y el paisaje, resaltando su relación con la tierra y con la Amazonia.

Cuando en 1980 lo invitan a la XI Bienal de Jóvenes Artistas, en París, Becerra se radica en la ciudad luz y ahonda sus estudios en materiales no convencionales y en investigaciones sobre el mundo prehispánico, mitología indígena y aspectos de la naturaleza. Asiste invitado a la exposición Arte Amazonas, en ocasión de la Primera Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente. Es considerado precursor del Land-Art en Venezuela y ha promovido la ecología en el arte como lo demuestran sus series: Chin-cho-rro, Gotas y Nidos.

Sus trabajos se encuentran en colecciones privadas y son numerosas las exposiciones en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, recientemente expuso en la Galeria Art Nouveau de Florida. Ha recibido diversos premios, entre ellos el Premio Omar Carreño, en 2014. Sus obras se encuentran en Museos, como la obra Tepú-Méreme en el Museo de Pontevedra, en Galicia, España.

Nos recibe en su estudio de Miami, donde pasa temporadas compartiendo con su vida de Paris. Rodeado de plantas, piedras, cerámicas y libros, Milton, nos expone su estética y nos invita a penetrar en su mundo de irradiaciones lumínicas y energías espaciales.

Milton Becerra: Si estoy en este camino del arte es porque desde pequeño quería estudiar arte. Desde que yo me conozco he estado en este mundo del arte.

Estudié en la Escuela de Artes Plásticas de Cristóbal Robaina en Caracas. En los años 70 había maestros como Cruz Díez y Jesús Soto, que tenían sus talleres, estaban regresando de Europa porque era un momento muy oportuno en Venezuela de crecimiento y desarrollo económico y cultural, muy distinto a la Venezuela de hoy. En 1980 me fui a Francia, a representar a Venezuela en la Bienal de París y luego me quedé a vivir en París, porque necesitaba confrontar aspectos de mi arte y tuve mucha recepción.

Adriana Bianco: ¿Cómo fue esa primera etapa plástica, vinculada a la geometría?

MB: Yo estuve trabajando en el Amazonas venezolana, estuve con los indios y viví su relación con la naturaleza. Aprendí muchas cosas que luego volqué en mi obra, entre ellas el tema de los hilos y los telares. Por otra parte, siempre tuve una inquietud muy particular por la geometría. Había, en aquella época un combate entre la figuración y lo geométrico y me parecía que esas polémicas no debían de existir.

AB: En esa etapa tu hacías esculturas ademas de obras pictóricas…

MB: Si yo hacía unas estructuras que las llamaba Hexagonometrías. Eran formas irregulares en el espacio y yo trataba que esas formas irregulares tomaran un espacio indicado a través de gamas cromáticas. Las formas partían del hexágono y tenía programas específicos sobre el color y su distribución, en armonía con la resonancia visual. Buscaba esa apertura más que el concepto cinético. Era una apertura visual pero integrada a lo espiritual, no tanto el concepto de movimiento.

AB: Al ver tu obra tuve recuerdos de cuando viví en el Amazonas, la luz que se filtraba desde los altos árboles, visiones de telas de arañas, sensaciones de un mundo primitivo y natural.

MB: Me gusta mucho lo que dices, porque ése es el camino que busco. Ésos son los ecos en mi obra de lo que quiero que vean y sientan los que ven mis trabajos. Que tengan esa percepción. De eso se trata el arte: de ver y de sentir.

AB: ¿Cómo es tu método de trabajo para concebir estas piezas tan especiales?

MB: Yo investigo sobre las formas, las estructuras, sobre lo que es el color, la atmósfera, la luz, el tiempo. Progresivamente he ido profundizando sobre esos temas, al principio eran obras más formales, ahora se han convertido en algo ambiental, relacionado con los movimientos de la energía y de la luz. Lo conceptual se ha ido enriqueciendo. También, se han hecho descubrimientos en óptica, la visualidad ha cambiado, el mundo ha dado vuelcos revolucionarios en cuanto a los conceptos de percepción, de estructura, de materiales en el arte.

AB: Ya que mencionas los materiales, es interesante el diálogo que creas en tu obra entre lo blando (los hilos), y la piedra, lo duro inamovible.

MB: En realidad, al principio nadie se atrevía a mezclar lo orgánico y lo inorgánico, lo flexible y lo geométrico, pero si observas la estructura de la vida, ves que es una organización matemática, geométrica, casi perfecta. La forma no existe sin esa organización tan planeada. Esa notoriedad que tiene la cuerda en mi obra es la representación de la línea, lo infinito; luego analizo como se conforma la línea en el espacio, de qué manera se comporta. Me he inspirado en las culturas ancestrales, partiendo de los telares, observando el tramado, el enlace, el movimiento y te das cuenta que los conceptos cinéticos ya existían en épocas primitivas. Trato de concientizar la relaciones existentes entre el pasado y la actualidad. Los logros dentro del arte tienen que hacerse evidentes, pueden estar ahí, durmiendo, pero no han despertado. Los artistas son los reveladores de esos conceptos.

AB: Tu hablaste de la matemática dentro de tu obra…

MB: Mis estudios son de investigación en función de la obra, yo no soy matemático pero percibo armonías, balances, equilibrios, relaciones, y hay ciertos principios. Actualmente, las obras que hago están en relación con los números y la organización ese material visual. Al principio, cuando yo hacía los Módulos Programados, había una solución matemática, que daba un resultado, actualmente es todo más complejo, hay entramados, superposición de línea y de situaciones que se crean en la realización, que si no hay cálculos bien específicos no hay resultantes claros.

A mi me interesa el espacio físico, quiero que la obra se vuelva una obra inmersiva, que el lector entre en la obra, que pueda introducirse. La obra tiene que tener una localización visual pero esa localización es sólo una indicador para que convivas con la obra. Quiero que mi obra sea indicativa de un tiempo, un espacio y una historia, busco el recurso de poder viajar dentro de la obra , la obra como una ventana que se abre y que hace posible otros encuentros.

AB: En tu obra confluyen muchos elementos, lo cromático, la línea, y también están los volúmenes que le dan el sentido escultórico…

MB: Si, además, las tensiones que se establecen son indicativos de música. El sonido nos enseña lo que son las formas, eso lo sabemos hoy. A través de la reflexión lumínica nos enteramos de otros sistemas solares, o sea, tenemos indicaciones del universo por la luz.

AB: Tu sientes que el mundo del arte está sufriendo mutaciones muy grandes gracias a descubrimientos astrales, avances científicos y tecnológicos.

MB: El arte es parte de ese todo y es sensible a los cambios, hay un proceso cambiante constantemente y tenemos que estar alertas. El arte participa de esas mutaciones y cambios, por eso el arte hay que estudiarlo para comprenderlo. Vivimos en una revolución de cambio permanente, como artista eres sensible a todo eso. Hay muchas formas de expresión, lo importante es encontrar la de uno. El abecedario que tu consigues y puedes hacer lectura a los demás de lo que tu quieres decir, es la clave en el arte. Decir las cosas que tu quieres decir con tu propio lenguaje, porque el arte esta en revolución permanente.

Creo que la misión de un artista es hacer que el mundo sea más bello y más comprensible.

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