Mohamed Ali: una vida por los derechos civiles

La figura de Mohamed Ali no solo quedará en la historia por lo que logró como Cassius Clay en el mundo del boxeo en la década de los 60 y 70, sino por sus luchas contra la política injerencista y costumbres raciales que se vivieron en Estados Unidos, informa Andes.

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Xulio Formoso: Mohamed Ali

Ali, quien fue nieto de esclavos, nació el 17 de enero de 1942 en la ciudad de Louisville. En el lugar donde creció, a lo largo del río Ohio, fue un universo de segregación: en ese tiempo Estados Unidos estuvo separado en dos: los de raza negra y blanca.

Si con el paso de los años se convirtió en un ícono mundial, cuya imagen de viejo sabio se reforzó por su largo combate con la enfermedad de Parkinson, Mohamed Ali fue considerado durante mucho tiempo por parte de la opinión pública estadounidense como una figura radical, excesiva.

«Yo soy América. Soy esa parte del país que no quieren reconocer. Pero acostúmbrense a mí: negro, seguro de mí mismo, arrogante», dijo alguna vez Ali.

«Soy el campeón del mundo de los pesos pesados pero existen barrios en los que no puedo vivir», lanzó después de ganar sus primeros títulos, el oro olímpico en Roma-1960 y el campeonato del mundo de la AMB en 1964.

Desafiante bajo la luz de los focos, tremendamente expuesto, el boxeador multiplicará así sus declaraciones.

A principios de los 60, Cassius Clay se acercó al militante Malcolm X, un orador, ministro religioso y activista estadounidense: «no tenía miedo de nada. Eso me atrajo».

La relación entre los dos hombres, estrecha, mezcla deporte y cuestiones raciales y políticas en una época de revueltas y combates.

«Bajo la tutela de Malcolm, (Ali) emergió en la escena internacional como un símbolo del orgullo y la independencia negra», escribieron Randy Roberts y Johnny Smith en un libro sobre estas dos figuras únicas titulado «Blood Brothers» (Hermanos de sangre).

Los dos mitos se enfadaron en medio de las profundas fracturas en el seno del movimiento «Nation of Islam» que desembocarían en el asesinato de Malcolm X, en febrero de 1965, a la edad de 39 años. «Me hubiera gustado decirle a Malcolm que lo sentía, que tenía razón en tantas cosas…», diría el campeón décadas más tarde.

Se batió por lo que era justo

A mediados de la década de 1960, el boxeador se convirtió al islam y tomó el nombre de Mohamed Ali.

El año 1967 fue un punto de inflexión: se negó a engrosar las filas de soldados estadounidenses que iban a batirse a Vietnam.

«Mi conciencia no me dejará ir a matar a mis hermanos o a pobres personas hambrientas en el barro por la grande y poderosa América», lanzó.

«¿Matarlos por qué? Nunca me llamaron negro, nunca me han linchado, nunca han soltado los perros por mí. ¿Cómo podría yo matar a esa pobre gente? ¡Metedme en la cárcel!»

La estrella escapa a la cárcel pero es desprovisto de sus títulos y se le prohíbe boxear durante tres años y medio.

La sociedad civil, por su parte, al igual que se encontraba dividida frente a la situación de Vietnam, también se dividió frete al caso Alí entre partidarios y detractores. El campeón más famoso del mundo, de ese modo, quedó condenado al ostracismo que casi le cuesta su carrera profesional.

No obstante, en medio de fuertes protestas contra la guerra, ante la evidencia de que en lugar de laureles se cosechaban ataúdes de soldados que entraban sigilosamente por California, Alí es liberado y logró levantarse con combates memorables, como su triunfo sobre el argentino Oscar «Ringo» Bonavena en 1970 y sobre el africano George Foreman en 1974, en Zaire, ahora República Democrática del Congo. En esta última, Alí recobró el título mundial.

Alí se retiró del boxeo en 1980, fecha para la cual ya habían aparecido los primeros síntomas de Parkinson, una enfermedad contra la que también batalló por más de 30 años.

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