Al amparo de una conducta racista

En primer lugar voy a explicar brevemente porque he visto necesaria esta fotografía en color para la presentación de este artículo, ya que es precisamente a raíz de ella el que me viniera la idea de escribirlo.

Javier-Sanchez-Monge-niños Al amparo de una conducta racista
Javier Sanchez-Monge: niños negros

 

En la imagen, aparecen tres niños, hijos de una madre muy pobre que como se había ido a trabajar los había dejado durante el día en las inmediaciones de una Pagoda Budista por tratarse de un lugar seguro. Según me contaron, los tres eran hijos de la misma madre y el más pequeño –fruto de una genética recesiva hasta entonces- había nacido de raza negra.

Hasta aquí, ninguna complicación, sino fuera por el terrible drama que esconde aquella inocente escena.

El pequeño jugaba con sus hermanos, quienes ajenos a los prejuicios que luego se pueden manifestar en la vida adulta, le profesaban un cariño sincero y abnegado.

Por otra parte también, en la imagen se puede percibir un cierto abandono ya que el pequeño –que debería de estar con su madre- había sido dejado allí con sus pañales, una bolsa de comida y su biberón. Sin embargo, lo más relevante era que aquel abandono no había sido fortuito.

En muchos países de Asia y especialmente en aquellos en donde la presencia de seres humanos de raza negra ha sido escasa o prácticamente nula, existe un racismo muy elevado hacia ellos, al considerar que el tono más oscuro de piel se corresponde con un menor rango social, con menor cultura e incluso como signo de impureza racial, entretanto que los tonos más claros de piel se corresponden con un mayor estatus, con con una mayor pureza racial y con la belleza, por lo que son las personas más claras de piel quien se ven favorecidas por la sociedad.

Los tonos más claros son los de las actrices, los de los modelos que aparecen en las revistas, los favorecidos cuando sus portadores buscan un puesto de trabajo. Esta actitud a veces es tan pronunciada que en el momento en que los candidatos a un puesto de trabajo envían una fotografía, si son de piel oscura automáticamente son rechazados.

A veces –como en el caso de este pequeño nacido en un país en donde apenas existen personas de color- el rechazo social llega a tal grado en que una madre que no portara los rasgos dominantes de la raza de su hijo, podría llegar a repudiar o avergonzarse del color de piel de éste, lo que se desencadenaría tras un largo proceso de rechazo social.

Sin poder ser aun consciente de ello, el niño de la fotografía muy posiblemente habrá de llevar una vida llena de dificultades, dificultades nacidas solamente por tener un tono más oscuro de piel.

El origen de este debate es que en la actualidad y al amparo de la genética, no se puede afirmar que existan diferencias raciales sustanciales en la especie del Homo Sapiens en el sentido de que se pudiera sugerir el establecimiento de una jerarquía racial; históricamente el racismo aparece más bien como un proceso de “conveniencia” social de un grupo hacia hacía otro (por ejemplo conveniencia económica), como en el caso del Apartheid Sudafricano en que un grupo de raza blanca podía justificar el monopolio de los recursos del país en base a su superioridad racial o muchos otros casos de conflicto racial “de conveniencia” que se han dado en la historia.

Por otra parte, los rasgos de determinados grupos raciales que histórica y frecuentemente se han visto asociados a “culturas de la pobreza” en diferentes zonas geográficas, no se corresponden con rasgos genéticos raciales, sino con circunstancias socioeconómicas coyunturales, y como tales, contingentes.

Y es aquí, precisamente, en donde surge la observación más inquietante en torno al racismo.

Si el racismo ha quedado desenmascarado por la comunidad científica internacional como carente de evidencia científica que pueda dar base a la existencia de una jerarquía racial y no resulta justificable racionalmente, ¿Entonces a qué obedece su existencia?

Aquí habremos de traer a la palestra el razonamiento más enigmático de este escrito.

El racismo quedaría desenmascarado como una conducta “de conveniencia” social, y lo más grave es cuando esta conducta –potencial e inicialmente consciente- se establece firmemente por debajo de los niveles de la consciencia, llegando hasta un nivel de tal magnitud en que se re-establece como un firme componente conductual estructural del comportamiento de la masa.

En siendo así, una masa racista no establece su capacidad de raciocinio en base a este presupuesto racial e inicial que la rige, sino que este componente, una vez arraigado firmemente, determina todas las deducciones posteriores de esa masa previamente establecida en el ámbito de lo irracional.

El concepto de la superioridad Aria de la Alemania Nazi –por poner un ejemplo- en un principio “chocaba” contra la razón de aquellos ciudadanos alemanes que habían convivido gran parte de sus vidas junto a judíos sin encontrar las diferencias; es a raíz de que se estableciera firmemente este concepto y de que se “anidara” en él a un nivel irracional cuando la mayoría de la sociedad ya no dudaba de su veracidad y obraba en consecuencia.

El final de la guerra trajo un “despertar” de esa conducta irracional firmemente arraigada para algunos, en base a que los derrotados podían confrontarse con quienes no compartían ese presupuesto racista.

La conducta de la Alemania “Aria”, como la de otras tantas sociedades con comportamiento similar, era fruto de tres etapas; 1) La de la inserción irracional de ese componente racista, 2) La del arraigo estructural social de ese concepto hasta tal punto en que ya no se discutía acerca de su veracidad (cuando la barbarie llegaba a su apogeo y no quedaban más excusas para tal comportamiento se justificaba con un; “Es que son judíos”). 3) La de la actuación de la masa en consecuencia.

Lo que más llama la atención en este tipo de conducta, es que lo irracional se asiente más firmemente en la masa que a nivel individual, ya que la masa suele corroborar con firmeza aquello que en sus inicios a nivel individual podía resultar solamente especulativo, y además el porqué se asume este comportamiento.

En el ser humano se da la circunstancia de un continuo conflicto entre lo racional y lo absolutamente irracional, entre aquello que puede ser justificado mediante una razón objetiva válida para la comprensión de seres humanos de todos los ámbitos y aquello que por ser de naturaleza irracional se asume como un supuesto que no puede ser justificado de una manera objetiva pero sí se interioriza a nivel social y como tal, se intenta no discutirlo y de actuar en consecuencia “de”.

Este comportamiento dista de ser evolucionado y encuentra su razón de ser en el ámbito atávico del comportamiento instintivo más primitivo y oscuro de la especie, y la paradoja es que a veces pueda ser capaz de tener una manifestación de choque contra la razón (esa misma razón que puede a veces coexistir en el individuo junto a lo irracional, como si fuera un alter ego), lo que quiere decir que aunque de una manera autoconsciente si se puede vislumbrar el comportamiento irracional como un comportamiento aberrante, se asume cómo conveniente y posteriormente se actúa y se asume como un supuesto.

Es socialmente más conveniente que en una sociedad en que se oprima la condición de haber nacido mujer, se le culpe antes a la mujer de haber sido promiscua con el hombre que de culpar al hombre de haberla violado, aunque a nivel individual se pueda percibir como una injusticia. Es socialmente más conveniente y cómodo culpar a un grupo de refugiados de un determinado país de que ellos mismos en su condición racial sean culpables de su desgracia o calificarles de terroristas potenciales así deshumanizándolos, que asumir responsabilidad alguna que tenga que ver con ayudarles. Consiste en asumir lo injustificable e interiorizarlo de tal manera que se convierta en el ímpetu de la dinámica social.

Consiste en crear chivos expiatorios, en redimir la responsabilidad de un determinado grupo social para favorecer sus intereses egoístas.

También consiste en renunciar a todos esos valores por los que los seres humanos se han visto por encima del comportamiento instintivo para zambullirse de nuevo en la barbarie, una maniobra involucionada que pone en naufragio los presupuestos de la razón, convirtiéndola en una razón instrumental como aludía Horkheimer en la Escuela de Frankfurt .

Sería precisamente Horkheimer quien en su obra Crítica de la Razón Instrumental denunciaría a la razón como un instrumento dialectico puesto al servicio de los más poderosos, delatándola como un instrumento manipulable por quienes ejercen el poder.

La Razón instrumental –por poner un ejemplo- implica subterfugios solapados para continuar ejerciendo el poder sin entrar en contradicción contra un marco legislativo internacional existente. Si en la conferencia de Ginebra se destacaba que no se podían ejercer métodos de tortura para prisioneros políticos, George Bush manipulaba cómodamente este concepto y los designaba como “enemigos políticos” a los que en cambio sí se podía torturar en Guantánamo.

Así pues, la Razón instrumental puede llegar a insertarse en el seno de la sociedad para que –por poner otro ejemplo- pueda continuar realizándose una injusticia manifiesta sin despertar un clamor dentro de esa misma sociedad.

Por volver a paradigmas racistas, los Sioux eran considerados por los colonos como salvajes nómadas que perseguían las manadas de búfalos y que como no eran capaces de asentarse –por ser salvajes- aceptando las condiciones que les imponían –usurpación de tierras que implicaba su traslado a pequeñas reservas- se aludía a esa condición “salvaje” intrínseca a su raza y que como no podía ser domada, lo único que cabía contra ellos era o su exterminio (el gobierno central ofrecía un “bounty”-recompensa- por el “scalping” –cabelleras arrancadas de los cadáveres de los indios- recompensando así cada cabellera india aportada por los colonizadores) o su sumisión en reservas.

La barbarie pues, quedaba justificada dentro de la hipocresía de un marco “raciocinante” y la razón como tal, vendida a los intereses de la dinámica social de entonces.

Conclusion:

Al modo de Max Horkheimer en su “Teoría crítica” se hace imperativo el crear una permanente crítica racional y un estado de alerta frente a esos subterfugios que continuamente se “cuelan” dentro de nuestro raciocinio social para poder desterrarlos.

Hemos de ser conscientes de que una conducta racista o discriminatoria se está adueñando de nuestra sociedad en el mismo momento en que lo hace y no esperar –tal y como suele hacerse- a que una nueva etapa histórica denuncie los injustos desmanes de la sociedad anterior y que se ampararon en razonamientos anteriores que lo justificaban. Si nuestra sociedad pugna por ser tratada con justícia , es necesario que la ejerzamos nosotros mismos sobre las demás.

2 COMENTARIOS

  1. En este blog se censura todo lo que no es políticamente correcto. Lo que no gusta al pensamiento único se silencia. El responsable de todo esto debería abrir el diccionario para aprender lo que es sectarismo e hipocresía (oh sí, siempre, por lo que se ve, con ese falso barniz de antitotalitarismo).

    • Hola Teresa, si creo que hay temor por parte de muchos al pensamiento único y este es cada vez mas poderoso. Si piensas que se censura algo, es importante y necesario que digas qué. Gracias por tu comentario.

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