Andres Lima habla de su oficio y «Los Mácbez»

Recientemente tuve oportunidad de conocer las magníficas instalaciones de la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias (ESAD). A esa satisfacción uno el gusto de saber que desde hace unos años dirige el centro mi querido amigo Eladio de Pablo, con quien me inicié en la afición por el teatro en la ya remota adolescencia y del que tengo la mejor opinión acerca de su vocación y conocimientos.

Andres-Lima Andres Lima habla de su oficio y "Los Mácbez"
Andrés Lima

Por si ambas circunstancias no fueran bastante, una más incrementó el interés de mi visita, pues coincidió con la charla que pronunció allí quien probablemente sea ahora mismo el director teatral con más talento en nuestro país, Andrés Lima, a quien también conozco desde hace muchos años. Si a esto añadimos la certidumbre de que Andrés no iba a defraudar al joven alumnado del centro que abarrotó la sala, el resumen de mi experiencia no pudo ser más estimulante.

Lima no es sólo un maestro a la hora de poner en escena una historia, como el público más y menos entendido ha comprobado al presenciar sus montajes en los últimos años, sobre todo a partir del éxito de la Compañía Animalario con “Urtain”. Andrés Lima ha llegado, además, a ese punto de madurez en que el saber y la praxis del oficio afinan el criterio para enfocar y expresar con nitidez los entresijos de su trabajo y responder así a las expectativas planteadas de un público tan concernido e interesado como el del alumnado de la ESAD ese día.

Contó Lima que empezó haciendo teatro de escalera con la vecina del quinto y luego se pasó al teatro antinuclear en Euskadi. Que quiso entrar en la Escuela de Arte Dramático de Madrid, pero no lo admitieron. Pasó luego por la compañía Zascandil, con el maestro José Estruch, de inolvidable recuerdo. Mucho viaje en camioneta, cargas y descargas, montajes de escenario bajo el sol, pensiones baratas. Apenas se detuvo en las estrecheces de esos años juveniles. Sí se extendió más en comentar la etapa de los éxitos, cuando optó por la dirección. Sorprende y agrada que quien llegó a dirigir en la sala Richelieu de la Comédie Française (“Las alegres comadres de Windsor”) -sólo Lluís Pasqual y él gozaron de ese privilegio -, se muestre tan cercano, espontáneo, sencillo y lúcido en sus reflexiones, tanto al hablar de su trayectoria personal y de su labor como director, como al diseccionar las particularidades de su último espectáculo (“Los Mácbez”), que se acaba de estrenar en Galicia y a finales de abril estará en el Teatro María Guerrero de Madrid.

Fue muy crítico Andrés Lima con el gobierno vigente y ese IVA brutal que tanto está colaborando en la castración de la cultura. Trató de no ser demasiado pesimista, sin embargo, porque quienes lo escuchaban querían horizonte para su vocación y aprendizaje, no un panorama de incertidumbre y adversos presagios. Hay que hacer, hacer y hacer, les dijo, pese a las dificultades que comporta. Tampoco estamos en una época propicia. Se requieren autores y un teatro vivo que se comprometa con el espectador de nuestro tiempo. Lima resaltó lo del compromiso, porque lo considera básico para la autenticidad y la repercusión de su trabajo. En ese sentido cree en autores como Shakespeare, capaces de dar una lectura tan actual como es la de la ambición y la corrupción en “Los Mácbez”, montaje en el que se ha respetado al máximo el texto del autor y del que siente muy satisfecho.

Llovía a mares sobre el patio de La Laboral al término de la charla. Entre el alumnado de la ESAD se respiraba la adrenalina de haber escuchado a un maestro de los que se hacen a pie de obra. Toda una clase magistral sin alharacas que muy pocos pueden dar con tan precisa y llana perspicacia. En esos momentos recordé la frase de García Lorca: “El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso”. Y también las que siguen: “Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera”.

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