Aporofobia, pobrefobia, peniafobia

Luis González[6]

José María Ochoa, compañero del Departamento español, me señalaba hace unas semanas, en una noticia procedente de Francia, un neologismo de una crudeza poco habitual:

Le mot a été officiellement retenu par ATD Quart-Monde, après un sondage auprès de ses militants, et lancé le 17 octobre à l’occasion de la Journée mondiale du refus de la misère : la « pauvrophobie », ou rejet du pauvre. Le phénomène n’est pas nouveau, mais il s’installe dans la société française et se manifeste de plus en plus visiblement dans le comportement des riverains, des collectivités locales ou des administrations.[1]

Al leerlo recordé la propuesta que la catedrática de ética Adela Cortina hizo pública hace años en el periódico El País para expresar este mismo concepto: «aporofobia»[2]. A pesar de que este cultismo ha tenido una considerable difusión, sobre todo en publicaciones académicas, y especialmente en muchos artículos que citan o glosan la obra de la profesora Cortina, parece que no ha llegado a implantarse en el uso general, ni siquiera en el de los hablantes medianamente cultos.

Creo que el recurso a una palabra griega relativamente opaca en español (ἄπορος) no ha favorecido la transparencia, difusión y uso correcto de esta denominación, a pesar de estar asociada a un formante griego bien conocido (φόβος). De hecho, la Fundéu advirtió en una de sus recomendaciones de un error frecuente en el uso de este neologismo en la prensa[3]. Una solución alternativa podría haber sido la acuñación del híbrido de latín y griego[4] «pauperfobia» o, mejor aún, «pauperofobia». La primera forma se ha usado (escrito) muy poco. La segunda, que no he visto aún en español, podría ser más viable. Está documentada en otras lenguas: en inglés desde 1777 nada menos, en la London Review of English and Foreign Literature, la implacable revista de crítica literaria fundada por William Kenrick, aunque no se ha implantado en el uso:

The disorder was attended with an usual sumptom (sic), an invincible Pauperophobia, which made him day and night seek the company of the rich and great, and fly from a poor christian brother as from a plague.[5]

¿Y la opción más directa, «pobrefobia»? No es nada común, al menos en el lenguaje escrito, y creo que eso puede deberse a que los hispanohablantes la percibiríamos más como una ocurrencia con intención irónica que como una acuñación léxica solvente sobre la que elaborar un discurso riguroso, como el que ha desarrollado la profesora Adela Cortina sobre la aporofobia. Por otro lado, los compuestos con el formante fobia son, con muy pocas excepciones, cultismos de base griega o grecolatina: la RAE incorporó «sidafobia» al lemario de la cuarta edición de su Diccionario manual e ilustrado en 1989 y al de la vigésima primera edición del Diccionario de la lengua española en 1992, pero hoy ha desaparecido del diccionario académico, no solo porque, afortunadamente, haya disminuido su uso (su objeto), sino porque era una extrañeza léxica de la que la Academia se ha desembarazado con una presteza inusual, si tenemos en cuenta el número de anacronismos y hallazgos léxicos más o menos dudosos todavía presentes en la última edición de su Diccionario.

Por último, en un contexto clínico se ha usado a veces la voz «peniafobia» (En. peniaphobia), que ha de entenderse más como un miedo patológico a la pobreza (a ser o a convertirse en pobre) que como la aversión y rechazo a los pobres como grupo social. Creo que este término tampoco serviría para ilustrar el concepto de aporofobia (o pauperofobia), como fenómeno de gran importancia social, distinto de otros conceptos relacionados, como xenofobia o racismo, con los que a veces se pretende camuflar. «Aporofobia» sigue siendo un neologismo válido y necesario y quizás puede implantarse mejor si se asocia a «pauperofobia», que resulta más transparente.

  1. Rey-Lefebvre, Isabelle: «Face à la pauvreté, “on sent un vent mauvais”», Le Monde, 31.10.2016.
  2. Cortina, Adela: «Aporofobia», El País, 7.3. 2000. Este artículo, además de certero en su análisis, resulta premonitorio al volverlo a leer hoy.
  3. «Aporofobia, neologismo válido», Recomendación de la Fundéu de 18.12.2014.
  4. Piénsese por ejemplo en otros híbridos similares: claustrofobia, aerofobia, ambulofobia, equinofobia, etc.
  5. The London Review of English and Foreign Literature, VI, 1777, p. 323.
  6. Luis González colabora en el Boletín de los traductores españoles de la Comisión Europea, donde se publicó inicialmente este artículo

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