Arturo Chacón Cruz, la voz, la ópera, una pasión

El privilegio de cantar y el reciclaje generacional

El mundo de la Opera ha sufrido en los últimos años transformaciones sustanciales en todos los ámbitos: cantantes, interpretaciones, músicos, público, presupuestos, visiones escénicas y repertorios.

Ser cantante de ópera es una vocación, un destino, no solo una voz, pero muchos aspectos están cambiando, como el factor económico, los repertorios, el gusto del público, el tiempo de preparación musical, la solvencia artística, los presupuestos, las puestas en escena tradicionales o vanguardistas, la reacción del público y la renovación de la ópera.

Finalmente, para aquellos cantantes y directores musicales que se imponen el deseo de cumplir con la profunda vocación musical y operística, su carrera es un reto y un logro artístico inalienable.

Grandes voces, grandes divos como Krauze, Caballé, Nilsson, Carreras Pavarotti, han muerto o se han apartado dando paso a la nueva generación del Bel Canto.

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Chacon Cruz en un ensayo © Eric Joannes : Florida Grand Opera

Arturo Chacón Cruz forma parte de esos elegidos, y su tierra natal, México, es cuna de una importante tradición musical, poco conocida a nivel internacional.

Desde el momento que se estrena en 1711, en la ciudad de México la ópera «La Parténope», con música del gran maestro mexicano Manuel de Sumaya, se marca un hito en la historia de la Opera de América, ya que es la primera obra lírica compuesta en el nuevo continente, así se inicia la historia de la operística latinoamericana, que contará luego con compositores y cantantes de fama internacional.

La actividad operística continuó en los siglos posteriores con el apoyo de Maximiliano I, la creación del Conservatorio Nacional de Música y del Palacio de Bellas Artes.

Sobresalen voces mexicanas en casi todos los teatros del mundo: Francisco Araiza, Ramón Vargas, Javier Camarena, Fernando de la Mora.

La labor de Placido Domingo fue significativa impulsando la ópera y a los jóvenes talentos mexicanos, entre ellos al tenor Arturo Chacón Cruz, con quien cantó, y apoyó en los inicios de su carrera.

Chacón obtuvo la Beca Placido Domingo y fue ganador de Operalia en 2005. Estudió canto en la Universidad de Boston, en Houston y San Francisco. Ha interpretado los grandes roles de La Traviata, Rigoletto, La Bohème, Madame Butterfly, La Flauta Mágica y otras óperas, cantando en los más importantes teatros líricos de Europa, América, Rusia y Japón.

En su discografía se cuenta un homenaje a México, su país natal, con los CD «Arturo Chacón le canta a México» y «De México para el Mundo».

Su carrera está galardonada por diversos premios, el beneplácito de la prensa especializada y por una audiencia que le sigue entusiasta.

En su presentación de Tosca, en la Florida Gran Opera, que en sus temporadas incluye voces hispanas, tuvimos ocasión de platicar con el tenor, que derrocha cordialidad y pasión por la ópera.

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Chacon Cruz © Gonzalo Soza : Florida Grand Opera

Adriana Bianco: ¿Cómo surgió la vocación de cantante? Cómo se dio cuenta que esta vocación era determinante en su vida. Sé que fue Mariachi por un tiempo… Cuénteme…

Arturo Chacón Cruz: Fue una vocación temprana, el canto, la música no me dejaba y era natural en mi vida…sin embargo, de joven yo pensaba estudiar ingeniería. Pero las oportunidades con el canto se me fueron ofreciendo. Primero como mariachi, es verdad que me gusta mucho la música mexicana, tiene vida, un amor…siempre me atrajo. Cantaba con los mariachis a los diecisiete años y me gustaba mucho. Mi madre me consiguió una clase con un maestro de ópera. Lo que menos yo pensaba, la ópera, pero las oportunidades se me fueron ofreciendo. Las audiciones musicales me llevaron a Ciudad de México y mi carrera se fue desarrollando y me dediqué de lleno al canto. Para mi la ópera es la expresión más pura del alma humana. La ópera es un regalo que todos deben disfrutar. El canto es mi expresión.

AB: Y debutó en el histórico Palacio de Bellas Artes de México…

ACC: En el 99 canté en el Bellas Artes, apenas tenía veintidós años. ¡Fue maravilloso! Conocí al maestro Placido Domingo, quien me apoyo mucho, me dieron la Beca Placido Domingo y me vine a Estados Unidos a estudiar en Boston, luego Houston, y luego empecé con la carrera internacional.

AB: Al entrar en Europa, ¿como se sienten los latinoamericanos en relación con la escuela operística europea?

ACC: Es un shock para mucho de mis colegas. Yo tuve la suerte de que mis maestros me previnieran de que en Europa no hay pretextos, tenemos que llegar muy preparados al primer día de ensayo. Para los latinoamericanos que vamos aprendiendo la obra con el pianista repetidor del teatro, que tenemos mucho tiempo, allá en Europa no hay pretexto, o te la sabes o no te la sabes. Si no estás preparado, afuera hay otro que está esperando. La presencia latina en la ópera avanza, los latinoamericanos somos proveedores de voces, hay timbres y hay diversidad y hay pasión. Yo se lo digo a mis alumnos que tiene que prepararse, dar un ejemplo de perfección.

AB: A nosotros los latinoamericanos nos cuesta mucho más porque la nuestra es una cultura heredada de Europa, además nos cuesta la disciplina…pero también tenemos una pasión desbordada…risas… La situación operística ha cambiado en las últimas décadas. Modernización conceptual, nueva puesta en escena, desplazamiento de la ópera a lugares no tradicionales, diversas exigencias a los cantantes, movilidad de los talentos y directores en el plano global. ¿Cuáles son los desafíos de los cantantes liricos, actualmente?

ACC: Ha habido y hay grandes cambios, ya no hay más grandes «divos», la época de los «divos» se acabó, el cantante perdió poder y está en una situación más de equipo. La técnica, la disciplina parece adecuarse mucho a las necesidades actuales y se acepta demasiado, frente a las exigencias del pasado. Por otra parte, hay más óperas en el mundo que antes, por lo tanto, hay más mercado y más necesidades.

Para los cantantes el campo es amplio, pero se buscan profesionales más completos, la voz, la actuación, el movimiento escénico, un cantante que ofrezca todo y que asista a los ensayos, adaptándose a los tiempos y a mayor flexibilidad. Por otra parte, la universidad no prepara lo suficiente, se necesita una educación operística integral. Y especialmente , estimular al público para que se acerque a la opera.

AB: Usted tuvo ocasión de cantar en la Scala de Milán y en el Teatro Real de Madrid…

ACC: Si, Debuté en la Scala de Milán en los Cuentos de Hoffmann, interpretando el poeta. También estuve en mis comienzos en el Teatro Real, en el 2005, cuando canté en la final del Concurso de Operalia.

AB: Le pregunto porque en el Teatro Real se hizo una versión moderna extraordinaria de «Bomarzo» de Alberto Ginastera y quiero preguntarle sobre la ópera de vanguardia. ¿Cómo siente un tenor que se educa dentro de la disciplina tradicional operística, la ópera vanguardista? ¿Tiene alguna motivación especial o prefiere quedarse en el repertorio escenificado de manera tradicional?

ACC: Todo tiene su mérito. Las óperas de Ginastera son muy interesantes. Yo he cantado óperas de músicos modernos, Daniel Catan, un compositor muy talentoso, autor de Florencia en el Amazonas, Il Postino. A lo que tal vez no quisiera entrar, es a las óperas de los compositores que escriben con computadoras, con ordenador. Ahora, si son compositores profesionales y si la obra es para mi tipo de voz, la examino y adelante, siempre es interesante entrar a papeles diferentes y óperas nuevas.

AB: Los cantantes tienen lógicamente sus preferencias. ¡Cuál es su personaje favorito, el papel de ópera que desearía cantar o ya cantó?

ACC: No puedo decirle un favorito, sino cinco favoritos. Sin duda, Mario Cavaradossi, de Tosca es uno de mis papeles favoritos, es un héroe tan querido, por la música, por el personaje. Es una ópera que me gusta mucho y que tiene una vigencia increíble, por ejemplo, la situación política de Tosca, la toma de decisión del héroe, la tiranía, la guerra. Y la guerra la tenemos en Europa, y yo que he trabajado mucho en Rusia, siento el conflicto de Ucrania de cerca, esta ópera de Puccini trae esos sentimientos, los hechos del siglo diecinueve están presentes hoy, es una ópera con puesta tradicional pero que refleja algo que pasa en la actualidad. Y Puccini nos embelesa con su música.

Lo mismo me pasa con el Trovador de Verdi, una música intensa, me pasa con los Cuentos de Hoffmann, con Un baile de máscaras de Verdi, y con Don Carlos, son operas muy generosas, dan mucho al cantante y al público.

AB: Sin duda, la música y la voz humana nos dan muchas emociones, se relacionan con la interpretación, con la capacidad del cantante no solo de cantar sino de actuar. En su caso, cómo ha abordado la actuación.

ACC: La actuación es importante para el cantante. El cantante, hoy, debe ser también actor, y tomar muy en cuenta la interpretación. Tuve la suerte de trabajar con grandes maestros de actuación, tanto en México como en Boston y en San Francisco, con grandes directores, que me hicieron entender la importancia de una actuación potente, elaborada, me mostraron que cualquier movimiento tiene un sentido.

Este dominio escénico se va adquiriendo, recuerdo que cuando comencé algunos directores escénicos se sentían un poco frustrados con mi actuación, pero ahora ya me considero listo para Hollywood. (Nos reímos).

AB: ¿Por qué no? Con ese dominio de la actuación que tiene, ¿qué papel le gustaría interpretar y cantar?

ACC: Una de las bendiciones que he tenido es haber interpretado grandes papeles, los he cantado ya casi todos o estoy por cantarlos; mi próximo trabajo es en Turandot. Sin embargo, un papel que desearía cantar es Otelo de Verdi.

AB: Llegara ese momento. Ha hecho una carrera excepcional siendo muy joven. ¿Qué les recomendaría a los nuevos talentos juveniles?

ACC: La manera más potencial para llegar es buscar el camino siempre por el amor a la música y no pensando en el éxito o el dinero, sino pensando en la satisfacción que te da cada momento que estás cantando y en el escenario, la alegría de aprenderse una pieza, la entrega que eso significa, estar bien preparado y tener el sentimiento de que es un privilegio cantar. El canto debe seguir siendo un camino del humanismo ¡Nosotros, los cantantes incendiamos las emociones del publico!

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