“Bel Canto, la última función” de Paul Weitz, un pastiche enloquecido

Imaginen la irrupción de una guerrilla rebelde en una fiesta privada celebrada en una mansión millonaria de algún lugar de Latinoamérica. En plena recepción, organizada en honor de un empresario japonés que va a instalar una fábrica en el país, y frecuentada por diplomáticos y hombres de negocios, actúa una famosa diva operística que el magnate japonés aprecia especialmente.

bel-canto-cartel “Bel Canto, la última función” de Paul Weitz, un pastiche enloquecido

Imaginen el terror de los dueños de la casa y sus invitados al verse convertidos en rehenes de la guerrilla que, para ir abriendo boca, ya ha matado a uno de los huéspedes. A eso sumen que la diva y el empresario japonés viven una noche de amor tórrido al tiempo que hacen lo propio el traductor que lleva anexionado el japonés y una de las guerrilleras cuya misión es vigilar a la cantante, y que además uno de los terroristas quiere casualmente dedicarse a la ópera y la diva se sienta al piano para acompañarle en una clase maestra.

Agiten todo añadiendo que el país donde transcurre esta fantasía enloquecida es indudablemente Perú, porque tiene un presidente japonés, pero los guerrilleros hablan un mexicano clarísimo y están dirigidos por un “profesor universitario”, sosias del comandante Marcos, y entenderán perfectamente que en medio de tanta tragedia melodramática la sala donde tenía lugar el pase para la prensa estallara en una carcajada irreprimible porque no es posible tanto desafuero junto.

En resumen, que “Bel Canto” es una película mala, mala de acostarse, como cantaba Martirio en los tiempos de la movida. Un mal guión, una mala realización de Paul Weitz (“American Pie”, “Un niño grande”), e incluso unas malas actuaciones, hechas como con desgana, de Julianne Moore ( “Los niños están bien”, si para una mujer tan guapa como ella es un mérito salir especialmente fea, entonces tiene mucho mérito), Ken Watanabe (“Isla de perros”), Christopher Lambert (“Los inmortales”), Sebastian Koch (“Homeland”), Eyo Kase (“nuestra hermana pequeña”) y Tenoch Huerta (“Narcos”).

Basada en el bestseller de 2001 de Ann Patchett del mismo título, ‘Bel Canto. La última función’ es una historia disparatada: Roxanne Coss (Julianne Moore), una famosa soprano, viaja a un país latinoamericano que permanece bajo dictadura militar para dar un concierto privado en una fiesta de un rico industrial japonés (Ken Watanabe). En pleno festejo un grupo de guerrilleros toma la mansión, exigiendo la libertad de sus compañeros encarcelados. Mientras permanecen secuestrados en la casa, rehenes y captores se verán obligados a encontrar la forma de entenderse.

Drama político-económico-romántico que lo único que consigue es desorientar al espectador con esa historia de amor improbable, que parece querer recordar a la pareja Callas-Onassis, y que suena tan falsa como la otra de la guerrillera con el joven traductor japonés.

Ni siquiera la presencia de dos actores carismáticos, como Julianne Moore y Ken Watanabe, consigue salvar ni un solo minuto de proyección de lo que no es más que una pésima telenovela, como tampoco lo consigue el hecho de que la promoción insista en que se trata de la recreación de un hecho real: la toma de rehenes que el movimiento revolucionario Tupac llevó a cabo en 1996 en la residencia del embajador de Japón en Lima, la capital de Perú.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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