Canal 13: Plagio, mentiras y censura

Francisco Javier Alvear

He tenido acceso por estos días  a una crónica que revela nuevos antecedentes respecto del descarado plagio en que se ha visto involucrado el  poderosísimo Canal 13 de TV (de la Corporación de Televisión de la Pontificia Universidad Católica de Chile), a propósito del guión de la telenovela “Veinteañero a los 40” del actor Alex Rivera y su colega Marcelo Guajardo; la que, al margen de revelar nuevos y sabrosos detalles de este  flagrante caso de plagio, prácticamente coincide –por si fuera poco- con la revelación de un segundo presunto caso de plagio que protagoniza esta poderosísima estación televisiva chilena.

Pero, en mi opinión, lo más revelador que impone esta crónica es que –al margen de su impecable forma y contenido, que también-, se trata de un grave y muy preocupante caso de (auto)censura, ya que la profesional la hace circular con la idea de que sea publicada en algunos de los medios contra-poderosos posibles y mediante el expediente del pseudónimo; como una manera casi desesperada de romper el cerco desinformativo impuesto sobre este escabroso asunto y evitar, así, sufrir algún tipo de desagradables consecuencias. O sea, derechamente, miedo, claro está, a las duras represalias de que pueda ser objeto una profesional cualquiera, por parte de la caverna mediática y sus adláteres, por atreverse –ni más ni menos- que a redactar una crónica sobre la impudicia y la des-fachatez del mencionado canal católico de TV.

Un hecho que, por lo demás, dice mucho acerca del oprobioso sistema de medios de comunicación que opera (recordando los peores momentos de nuestra historia reciente) impunemente en el Chile de hoy; y que se expresa brutalmente -en una de sus nefastas dimensiones- ya sea mediante expediente del asesinato profesional o por la vía de la propia (auto)censura y la desinformación.

¿Cómo es posible que estemos en ésta –aún- a más de dos décadas y media de recuperada la democracia en nuestro país?: Simple. Ello ha sido posible gracias a las “santas” y “benditas” decisiones tomas por las autoridades de los gobiernos de turno que se han sucedido, facilitando –no menos escandalosamente-, mediante el consabido mecanismo desregulatorio-privatizador, la concentración de medios en unas pocas manos. ¡Las mismas (y poderosas) de siempre!

Y, por si fuera poco, han focalizado escandalosamente –todos estos gobiernos- durante todo este tiempo fuertes sumas de dinero público en dichas manos por concepto de publicidad. Con  ello, no solo liquidaron en los 90’ toda la prensa independiente en Chile, aquella que resistió estoicamente y de modo no menos heroico los represivos embates propagandístico-desinformativos de la dictadura del “Innombrable”, sino que virtualmente han impedido, hoy por hoy, el surgimiento de cualquier otra forma de prensa independiente (necesaria e imprescindible) en el Chile actual.

Sin más, os dejo con nuevos detalles revelados en esta sabrosa crónica periodística:

“En 2015, el actor Francisco Melo vio a su colega Alex Rivera, también actor, guionista y director. Se bajó de la moto, se sacó el casco y le dio un abrazo apretado, de esos de hombre, con palmoteos. Acababa de ver las promos de una nueva teleserie del canal 13 en la que un hombre despertaba de un coma de veintisiete años para encontrarse con un Chile completamente distinto y enterarse de que su padre había muerto, que su madre se había obsesionado con la medicina alternativa a causa de su coma y que él mismo también era padre. Francisco Melo recordaba que Alex Rivera le había contado esa trama: una serie que quería hacer. Pensó, lógicamente, que el canal del angelito la había comprado. Pero no. El área dramática del canal del angelito la había robado.

Marcelo y Alex se conocieron en la radio: Alex había hecho un documental sobre Rapa Nui y Marcelo lo entrevistó. Pasó lo que describen como «amor, amistad, química a primera vista,» terminándose las frases entre ellos y risas. Hay más complicidad que la habitual entre amigos. No es casualidad: se unieron precisamente por su amor a las teorías de conspiración, tres años antes de caer en una conspiración no tan intensa como las que les gusta inventar. Una mucho más aburrida y desgastante, más a largo plazo, porque las conspiraciones en documentales o libros pasan a toda velocidad, pero en la vida real, con rapidez de burocracia en paro.

Pero mientras más gente se involucra, más pesa la conspiración. Alex recibe llamados todos los días: son números que no conoce. No dicen nada. Respiran y cortan. Marcelo no contesta el teléfono. La historia empieza en 2014, cuando Roberto Nicolini le contó a Marcelo que había un taller de guiones en el área dramática del 13. Alex se había enterado de lo mismo. Como sugerían entrar en duplas, juntos postularon y quedaron. Como muchos otros, pensaban que con un poco de suerte podrían vender su proyecto o que quizás quedarían seleccionados para ser guionistas del canal. Al principio les fue bien: su proyecto «Qué hay de nuevo viejo,» el pitch gustó, felicitaciones de la instructora, Isabel Troncoso, aprobación del grupo.

No queda claro, entonces, por qué cuando toca presentar la misma historia ante Sergio Díaz, menos de una semana después, la actitud cambia drásticamente. «Qué hay de nuevo viejo.» Sergio Díaz les dice que la trama de alguien que despierta de un coma de 25 años es inverosímil, Les dice que la gente quiere ver historias de amor clásicas y que no hay que romper paradigmas. Marcelo está furioso. En entrevista, me dice: «No entiendo por qué no salen de la peripecia simple, del protagonista bueno, de todo simplificado. Pensemos en un Superman con fallas: pensemos en lo que la gente ve en las series como Breaking Bad. Queremos romper paradigmas en la tele chilena.»

Alex: «Y así nos va.» Les da risa, pero tienen rabia. En ese minuto, en el taller, ante la furia de Marcelo, Alex le dice: «No te preocupes: a la Isa le gustó el proyecto.» Un mes después, Alex presenta los personajes. La misma Isabel Troncoso, en el mismo taller, dice: nadie quiere ver la historia de un «pobre huevón» que sufrió un accidente en dictadura y se despierta en un Chile lleno de McDonalds y con una mujer presidenta. Dice «tu personaje protagónico es un saco de hueas.» Vociferaba «como si estuviera en la calle vendiendo fruta, golpeando la mesa,» dice Marcelo. Nadie entiende nada. El taller terminaba a las 10 de la noche, pero los gritos siguen hasta las 12. Isabel Troncoso tiene tanta rabia que le lanza los lápices de otro alumno a Marcelo. La pelea se acaba por agotamiento. En broma, Alex le dice a Marcelo: «a esta se le acaba de ocurrir robarnos la teleserie.» El taller sigue. Marcelo y Alex presentan otra idea y hay un nuevo proceso de selección. En octubre echan a Alex y no a Marcelo: la única dupla separada.

Alex y Marcelo, los protagonistas de esta historia.

Los talleristas dicen: «esto es porque decidieron robarse la historia.» Las contradicciones siguen y Marcelo, harto, se retira del taller. Y entonces llegamos al momento en que Sergio Díaz Mora aparece como el autor de la misma historia, rebautizada «Veinteañero a los 40.» La historia apareció en promociones casi calcada: la única diferencia significativa entre «Qué hay de nuevo viejo» y «Veinteañero a los 40» es que esta última tiene un protagonista que sufre por amor más que el Cirilo de Carrusel. Entonces el encuentro de Alex con Francisco Melo. Marcelo se entera por el diario. Alex y Marcelo hablan y deciden contactar al 13. Así empiezan las llamadas telefónicas al vacío, los e-mails sin respuesta, la reticencia del canal a reunirse.

Por su parte, Isabel Troncoso le dice por teléfono a Alex que es una coincidencia la idea. También lo amenaza: «el canal te pone un par de abogados y se acaba la historia.» Cuando la reunión finalmente ocurre, Sergio Díaz olvida convenientemente de qué proyecto se trataba la reunión. Miente, se pone rojo, insiste en la coincidencia. Se olvida de que había sido profesor. Se olvida de que en el taller había dicho «aquí no se mueve una hoja sin que yo lo sepa» (en serio: lo dijo con esas palabras). Ignacio Arnold, entonces jefe del área dramática del 13, dice «no vamos a llegar a acuerdo» y la reunión se acaba. Pero no antes de que Arnold, como despedida, diga algo en las líneas de «Hagan lo que quieran.

Ustedes tienen su verdad; nosotros, la nuestra. Hagan lo que quieran, pero si ustedes demandan, nosotros también.» Antes de que la teleserie saliera al aire, Marcelo y Alex establecieron un recurso de protección y, cuando el tribunal se declaró incompetente, una querella criminal por el delito de robo de propiedad intelectual y por daños y perjuicios. «Qué hay de nuevo viejo» se había inscrito en mayo de 2014. «Veinteañero a los 40,» en marzo de 2015. Desde la querella, el taller dejó de impartirse. Ignacio Arnold renunció a su puesto como jefe del área dramática del canal 13. Alex y Marcelo empezaron a recibir llamadas de extalleristas que también acusaban robo de series, de personajes, de tramas. No habían inscrito sus proyectos, así que a diferencia de ellos, no pudieron defenderse.

Uno que sí había inscrito su proyecto quiso defenderse, pero Isabel Troncoso le pidió que, por favor, no se querellara, porque quienes estaban grabando el proyecto robado eran amigos de ella. El canal siguió adelante con «Veinteañero a los 40» a pesar de la querella, a pesar de que meses antes del estreno, había aparecido un breve y contundente informe de la Brigada de Propiedad Intelectual de la PDI, que concluye: “QUE HAY DE NUEVO VIEJO” y “VEINTEAÑERO A LOS 40”, presentan coincidencias que no responden únicamente a la casualidad. Estas similitudes se pueden ver reflejadas en los siguientes aspectos; La duración de los tiempos en coma del protagonista (25 y 27 años respectivamente). Edad del personaje central al caer en coma (20 años de edad).

El hecho que el protagonista conozca a un hijo o hijos al despertar. La muerte del padre del personaje central mientras duró su coma. La madre del protagonista recurre a todo tipo de terapias durante su coma para recuperarlo.» Fin de cita. Además, declara que los imputados, Isabel Troncoso y Sergio Díaz, estaban conscientes de que «Qué hay de nuevo viejo» estaba inscrito. Es un delito desde todo punto de vista. Es difícil decir cuándo empieza una historia. ¿Empieza cuando Marcelo y Alex entran al taller? ¿Cuándo Alex le cuenta su proyecto a Francisco? ¿Cuándo se enteran del robo intelectual? ¿Cuando «Veinteañero a los 40» sale al aire, parte con un ráting altísimo y después cae en picada? ¿Cuándo Francisco Melo declara públicamente que conocía el proyecto y que sí, se trata de un robo, produciendo la pequeña explosión mediática del caso? ¿Cuándo Troncoso y Díaz instauran un taller que funcionó por años como fábrica de plagios? ¿Cuándo el plagio se delata en detalles como equivocarse hasta en el año que pasó el cometa Halley? ¿Cuando dos amigos que aman las teorías que conspiración son víctimas de una mucho peor de lo que podrían haberse imaginado? Sí está claro que la historia no se ha acabado.

Alex y Marcelo tienen miedo de lo que vaya a pasar: han ocurrido cosas raras. El informe de la PDI estuvo dos meses descansando en un escritorio. Canal 13 ha cambiado tres veces de abogado. Alex y Marcelo desconfían, tienen esperanza, desean que la ley se ciña a la verdad. Van a fiscalía el 11 de abril. Van por ellos, por el año perdido en términos de desgaste, de trabajos perdidos para Alex, de frustración para Marcelo. Van, también, para que no les pase a otros lo que, sabemos ahora, les ha pasado a muchas más personas además de ellos. Van para que escritores jóvenes, guionistas que recién empiezan, no tengan que verse expuestos al plagio, las amenazas y la corrupción de los medios.

Daniela Reyes, periodista”.

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