El casamiento: espejismo entre dos guerras

El casamiento, de Witold Gombrowicz, es una obra de teatro que deja sin aliento y sin habla

Cartel-El-Casamiento El casamiento: espejismo entre dos guerras
Cartel de El casamiento

Imagináos al mejor Espronceda de El estudiante de Salamanca y al mejor Calderón de La vida es sueño, juntos. El estudiante que, volviendo a casa tras una noche de excesos, ve pasar su propio entierro, es aquí un soldado que, volviendo de la guerra, encuentra en una taberna a sus padres, lo cual él sabe que no puede ser y que no es cierto puesto que «ellos ya no están».

En el segundo, La vida es sueño, vemos que un hijo (un príncipe polaco de la Edad Media) depone por la fuerza a su padre en un sueño que luego resultará real en sus efectos prácticos, aplicándole la misma medicina que él le diera antes en otro sueño, algo que de manera idéntica se establece como juego en El casamiento. Un juego que tendrá también efectos prácticos cuando la farsa se termine.

Ahora pasadlos a los dos por el filtro de las vanguardias europeas y sus títeres consagrados por el poder y sus ansias (Ucú Rey, seguido de su cohorte de totalitarismos del siglo XX) y colocadlos en un país mucho más católico todavía que España donde cada uno lleva su cruz a cuestas y que, al mismo tiempo, es el más juguetón (teatrero) de Europa, Polonia. Todo ello en el contexto de una boda que se ha de celebrar «sí o sí» porque quedó interrumpida por la guerra. Una boda que es un juego pero del que los efectos pervivirán hasta en su mínimos detalles cuando el juego haya acabado, igual que el sueño cuando es puro, que deja rastro.

Como espectador, todo este juego de espejos fascina y al mismo tiempo no sabes qué pensar, dónde colocarlo, sólo que admiras la verdad tan viva que allí se ve. Y la música, o la «no música» o la «mediomúsica», tampoco ayuda ni acompaña, al contrario, te dice que el que entienda algo, es que no ha entendido nada, porque todo hay que mirarlo desde fuera «para que exista» y a la vez desde dentro «para que sea», siempre dudando entre apariencia y realidad que para algunos, incautos ellos, termina con la muerte.

Por todas estas razones, creo que El casamiento está llamado a ser uno de los eventos artísticos del año. Porque encanta y fascina al mismo tiempo que deja sin palabras. Porque apela a la identidad y al mismo tiempo la muestra como un delirio, un afán de «ser» a toda costa poniendo por delante el «existir», el «estar», que es como nos ven los demás. Pero también al revés, porque nada se da por cerrado y se duda siempre en ese cuestionamiento doloroso que lleva a buscarse a sí mismo por encima incluso de la propia vida.

Y porque en su representación, el trabajo actoral, muy imaginativo, está sin embargo completamente al servicio del texto. Y al mismo tiempo, mediante claves precisas interpretativas muy fáciles de identificar, surge el humor, para que aquel que quiera reírse, también pueda hacerlo.

Para decirlo con palabras del director de la puesta en escena, Jaroslav Bielski, «creo que hay pocas obras dramáticas cuya forma y tema reflejen con tanta claridad la desazón que produce en el hombre de hoy la pérdida de los valores tradicionales. El protagonista de El casamiento, en el camino de recuperar el pasado, su identidad y su “vida de antes”, se centra en la reconstrucción de los valores de antaño a través de la destrucción el presente. Una especie de paradoja, en la que Enrique impone su punto de vista por encima de la opinión de los demás, estableciendo así su propia “realidad”, poniendo en la obra un claro toque postmodernista. En el destino del hombre postmoderno, guiado por el hedonismo y la individualización, la realidad es, como en El casamiento, sólo un producto de nuestra imaginación».

El estreno de El casamiento en España, en marzo de 2016, celebra los 150 años de Teatro público polaco.

  • Título: El casamiento
    Autor: Witold Gombrowicz (Małoszyce, Polonia, 4 de agosto de 1904 – Vence, Francia, 24 de julio de 1969)
    Reparto: Raúl Chacón, Socorro Anadón, Manuel Tiedra, Juan Erro, Eeva Karoliina
    Puesta en escena, versión e iluminación: Jaroslaw Bielski
    Aspectos estéticos: Elizabeth Wittlin Lipton
    Espacio sonoro: Chema Pérez Producción ejecutiva: Socorro Anadón
    Diseño del cartel: Jaime Nieto Comunicación: Mikolaj Bielski Compañía: Réplika Teatro
    Espacio: Sala Réplika Teatro
    Fecha: sábado 19 de marzo de 2016
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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