Certezas de una crisis

José Alberto Novoa*

Es necesario recordar una vez más, que la crisis que venimos padeciendo desde hace cinco años, no es sólo una crisis económica, sino que también es una crisis política, y por lo tanto sistémica. Sus orígenes se han comentado en muchas ocasiones; la bonanza económica enfermó de borrachera especulativa, y el propio sistema financiero reventó, mientras que los sistemas políticos “democráticos” se plegaban a las intenciones del gobierno económico del mundo: la Troika, y por ende traicionaban a sus pueblos y permitían el secuestro de la soberanía popular en aras de una recuperación económica que nunca llega y que nunca llegará por la senda marcada. 

Que los orígenes de esta crisis sean sólo la consecuencia lógica de un sinsentido, o que pudiera estar pretendida por quienes mueven los hilos del mundo, que por supuesto no son los pueblos, llevaría a un análisis más profundo y pormenorizado de difícil concreción, puesto que se entremezclaría con procesos históricos y sociológicos, que nos llevarían más bien a teorías que a certezas. Habrá tiempo de profundizar en este campo en otro momento.

Después de varios años de avance de la crisis sistémica a la que nos están sometiendo, se puede hacer una aproximación a lo que bien podrían ser las certezas de una crisis, que van marcando huella en un tiempo difícil e inesperado, en el ámbito económico, político y social.

Puede afirmarse, sin riesgos a equívoco, que no volveremos a estar en los mismos niveles de PIB que los conocidos hasta 2007. Con una tasa de paro superior al 27 % (6.000.000 de parados), una economía estancada, y sabiendo que sólo se puede generar empleo cuando la economía crece a un ritmo del 3%, parece claro ver que volver a la situación anterior es impensable a medio plazo.

Con la excusa de que se ha vivido por encima de nuestras posibilidades, se han aplicado políticas de ajuste duro, y de recortes de derechos fundamentales para tratar de convencer a la población de que así se volverá a la senda del crecimiento económico, y por lo tanto se generará empleo para volver a la situación anterior a la crisis económica.

Nada más lejos de la realidad.

Lo cierto, y esta es la primera certeza, es que nunca vivimos por encima de nuestras posibilidades. Con los ajustes y recortes se está desmantelando el estado de “medio estar” que teníamos (nunca fue de bienestar), y la denominada clase media está siendo fulminada generando más paro y más precariedad laboral. Esta hoja de ruta marcada por las políticas ultraliberales, nos lleva a una situación de mayor pobreza para un mayor número de personas que el conocido hasta ahora, que además se verá obligado a elegir entre estar en el paro, o soportar un empleo precario con un sueldo miserable y unas condiciones laborales cercanas a la esclavitud.

La segunda certeza es que todos los derechos adquiridos por los trabajadores en las últimas décadas han sido fulminados en cinco años, su poder adquisitivo ha disminuido, les han subido los impuestos y cada vez a más gente le cuesta llegar a fin de mes. Antes mucha gente podía incluso ahorrar, y ahora el 40 % de los asalariados no puede hacer frente a un imprevisto económico. Por tanto es ahora y no antes, cuando sobrevivimos por encima de nuestras posibilidades.

La política está cada vez más desprestigiada debido a la ausencia de responsabilidades ante los escándalos de corrupción y la demostración de que, gracias a las puertas giratorias, algunos de los “grandes de España” que pasan por política acaban ocupando sillones en los consejos de administración de grandes empresas o bancos. A la vez que la identificación de que los partidos que han gobernado España (PSOE y PP), lo han hecho al servicio de una oligarquía blindada por la Transición, que a su vez ha generado un régimen bipartidista amparado por un régimen bimediático, han llevado al consciente colectivo a identificar a muchos políticos, como personas no representativas de los intereses del pueblo, sino solamente de sus interesen particulares.

Esta realidad tiene su traducción más evidente en las encuestas de intención de voto. Los dos grandes partidos siguen cayendo, mientras los partidos menores suben pero no lo suficiente como para acabar con el régimen bipartidista PP-PSOE, que ha demostrado en los últimos años que no se trataba de algo saludable para la Democracia, lo que denominaban “alternancia política”, sino que ha venido a evidenciar que en lo que a políticas económicas se refiere, lo que han aplicado ha sido un claro régimen de “gobierno del turno”.

La tercera certeza, a la que bien nos puede llevar esta realidad, es que lo conocido hasta ahora no era como nos lo contaban, sino un sistema necesario de régimen bipartidista que permitiera que los que durante 40 años sometieron a España al fascismo, lo siguieran haciendo con una aparente bonanza económica de pocos años que supuso un aparente desarrollo económico del país, pero que al primer cambio de viento, tiró el castillo de naipes y provocó de golpe la tasa de paro más elevada de Europa.

Algún cimiento democrático o constitucional no quedó bien colocado, cuando 35 años después se mantiene una monarquía corrupta, una ley electoral injusta, o una obsesión casi enfermiza de que España no puede avanzar y reconstituirse como país ante las nuevas demandas sociales, salvo en lo que se refiere a la reforma constitucional del artículo 135, que obliga al pago de la deuda a los bancos en perjuicio de la educación, la sanidad, la dependencia, las pensiones y los servicios sociales de la mayoría de la población. El plan que se establece desde el régimen bipartidista es el de un proceso desconstituyente despojando a los ciudadanos de sus derechos fundamentales y de su soberanía, y sometiendo lo que vaya quedando del Estado, a los dictados del poder económico establecido por las grandes corporaciones, es decir, sometiéndolo al Capitalismo más voraz e insaciable.

Todo este plan que se establece utilizando la estafa de la crisis económica como excusa, sería un plan ya impuesto si no fuera por la respuesta creciente de la población que frena las intenciones y los propósitos de quienes gobiernan.

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Ejemplos de movilización ciudadana que van desde la irrupción del 15 M, hasta las huelgas indefinidas en algunos sectores, pasando por las huelgas generales, las mareas ciudadanas, las plataformas de afectados por la hipoteca, los preferentistas, las marchas negras o las marchas verdes, o las innumerables convocatorias de protesta y movilización. Todo ello es prueba de que, desde la toma de conciencia de la realidad que nos afecta, se produce una regeneración democrática, en tanto en cuanto cada vez más ciudadanos se suman a la lucha por los derechos fundamentales y la dignidad de las personas. Podríamos valorar si son más o menos, si la realidad requiere respuestas mayores y más contundentes, pero lo cierto es que después de un letargo de muchos años, en los que la participación ciudadana se había visto poco menos que anulada, hay que reconocer que la participación en las protestas y el protagonismo de personas nuevas en la escena política que también ocupa la ciudadanía, está siendo notable desde las luchas que se produjeron en el periodo del tardofranquismo y la posterior transición.

La cuarta certeza a concluir de esto, es que se está produciendo un empoderamiento ciudadano que, necesariamente, dará como resultado un cambio en la concepción de la participación en política, que desarrollará nuevas fórmulas en la toma de decisiones y nuevos instrumentos para acercar las decisiones de los gobiernos a los intereses de los ciudadanos.

La senda de este empoderamiento deberá también situar posiciones políticas y estratégicas por parte de otros actores (mareas, partidos, sindicatos…), para contribuir a la necesaria profundización en la Democracia, y paralelamente, a cambiar el modelo económico a partir de un nuevo modelo productivo.

La plenitud con la que se desarrolle esto último es fundamental para que en España se produzca un nuevo proceso constituyente, que marque unas nuevas reglas de convivencia lo suficientemente integradoras, igualitarias y justas para el buen vivir de todas las personas que decidan habitar en esta parte del mundo.

Esta crisis y sus certezas nos enseñan a continuar la lucha. Con lo aprendido, la experiencia, los viejos y nuevos instrumentos de participación, las ideas, las estrategias, y el coraje, la confianza, las alianzas y el compromiso suficientes, podemos continuar el camino de la transformación social. Un camino largo y difícil pero en el que cada paso y el resultado que esperamos, merece todos los esfuerzos.

*José Alberto Novoa es coordinador de Izquierda Unida en Ávila

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