Chalecos amarillos (gilets jaunes): represión, ceguera y compás de espera

El sábado 15 de diciembre,  la movilización de los gilets jaunes, en su quinta semana,  reunió cerca de 70 000 manifestantes en las diferentes  regiones de Francia. En París  eran tres o cuatro  mil  los manifestantes.

 

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Un piquete de «gilets jaunes» delante del Parque Monceau, en París

El espectacular dispositivo desplegado  de 8000 policías, la caballería y los vehículos blindados en las calles, disuadieron a muchos de venir a la capital. En consecuencia las manifestaciones en provincias fueron más importantes que en París,  como por ejemplo en Nantes, Burdeos o Saint Etienne.

La menor participación que la semana anterior se explica, no tanto por el discurso y promesas de Macron, que no convencieron a nadie, sino  por otras razones: la intimidación y fuerte represión policial, numerosos heridos y cientos de personas detenidas antes de llegar a los puntos de concentración, o también la atmósfera de inquietud general creada por el atentado terrorista de Estrasburgo, en el que cinco personas fallecieron víctimas de los disparos de un delincuente islamista radical, que resultó muerto veinticuatro horas después en un tiroteo con la policía.

La Sexta república

La principal novedad de los chalecos amarillos el pasado sábado fue la generalización de una reivindicación que federa al conjunto del movimiento: la demanda de un Referéndum de iniciativa ciudadana, para poner en tela de juicio las  decisiones del Presidente Emmanuel Macron. La cuestión subyacente, que es muy política, es la de la necesidad de una Sexta república, reclamada desde hace tiempo por la oposición de izquierdas.

Cabe señalar a este respecto que la posición de la extrema derecha de Marine Le Pen, si bien reclama el recurso al referéndum y la introducción de un escrutinio proporcional en las legislativas, es en cambio favorable a la Quinta República, consciente de que en caso de ganar un día la presidencia obtendría así los plenos poderes.

Del ultra liberalismo económico y autoritario de Macron, pasaríamos entonces directamente a un régimen fascista, por obra y gracia de esa misma Constitución. El ultra liberalismo económico juega pues a aprendiz de brujo, al impedir una respiración democrática de la sociedad francesa, con el yugo de esa república presidencialista y del escrutinio legislativo mayoritario, que impide una verdadera representación de la diversidad política y social del país en el parlamento.

Impuesto sobre la fortuna

Pero otra demanda importante de este movimiento de chalecos amarillos es también el restablecimiento del ISF, Impuesto sobre la fortuna, que constituye un elemento importante y a la vez simbólico en el mandato del actual jefe del Estado, calificado por una mayoría de franceses  como “el presidente de los ricos”.

Un reciente sondeo de opinión Ifop, poco difundido por la prensa que sostiene a Macron, indica que siete de cada diez franceses desean el restablecimiento del ISF.

Y no obstante las violencias recurrentes en las manifestaciones, los sondeos siguen indicando también un amplio nivel de simpatía y apoyo de los franceses por esa protesta ciudadana y social.

La popularidad de Macron toca el fondo y se reduce a 23 %, mientras que 66 % de franceses estiman que el movimiento de los gilets jaunes debe continuar y 77 %  dicen comprender sus razones.

Tras el discurso de Macron, el gobierno y su mayoría parlamentaria juegan la carta de la división y debilitamiento del movimiento en vísperas de Navidad. En efecto los gilets jaunes no reconocen una única dirección, o representación , y varios son los “autoproclamados” portavoces, que podemos resumir en dos tendencias: los que aceptan  discutir con el gobierno a partir de lo prometido por Macron, y los que recusan totalmente esas promesas por falsas o por  insuficientes.

Esa diversidad del movimiento  según las regiones, constituye  a la vez su debilidad y su fuerza, dada la dificultad de controlarlo o canalizarlo.

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Movilizaciones de gilets jounes en peajes de autovías francesas

Represión

Mientras Macron hizo un mea culpa en la televisión y numerosas promesas, su primer ministro y su ministro del Interior han continuado una política de represión contra los gilets jaunes y de desmantelamiento paulatino de los bloqueos en las carreteras y peajes de autopista. En consecuencia la protesta marca un compas de espera hasta el sábado que viene, y busca reinventarse con nuevas formas de acción.

La ceguera del presidente Macron y de su gobierno frente a la fractura social que representan los chalecos amarillos queda bien expresada por el propio presidente de la mayoría LRM (partido de Macron), Gilles Le Gendre, quien afirmó este lunes en la cadena de TV public senado: “hemos explicado de manera insuficiente… hemos sido quizás demasiado inteligentes, demasiado sutiles o demasiado técnicos en las medidas sobre el nivel de vida… no hemos sido comprendidos…”. Una declaración digna de María Antonieta.

Macron, su gobierno y sus diputados, siguen sin comprender el profundo malestar del país,  que va de los jubilados a los estudiantes, de la educación nacional a los hospitales, de los precarios a los que cobran el Smic (salario mínimo), de las clases bajas y medias cada vez mas solicitadas por el impuesto, del deterioro de los servicios públicos a los comerciantes, agricultores, pequeños y medianos empresarios que no soportan el pago de tasas y más tasas, mientras que las multinacionales y los grupos del CAC 40 escapan a ese pretendido esfuerzo general.

Haya o no pausa navideña, los chalecos amarillos han puesto sobre el tapete una cuestión esencial, que volverá como un boomerang a la cara de Macron: la de los privilegios insoportables de la casta dirigente, la gigantesca desigualdad social que ha generado esa fractura y la perdida de confianza en las instituciones.

Julio Feo Zarandieta
Periodista profesional en Francia desde 1976. He trabajado durante 35 años como periodista (Responsable de edición y critico de cine) en el servicio en castellano de Radio Francia Internacional. Pero también como corresponsal en Paris de diversos diarios y semanarios españoles y critico en Cine Classics (canal plus). Jubilado desde el 2013, escribo ahora en Periodistas en español y en Aquí Madrid. Miembro del Sindicato Francés de la critica de cine y de Fipresci, he cubierto numerosos festivales de cine internacionales, muy especialmente Cannes y San Sebastián. Militante antifranquista en los años sesenta, resido en Francia desde 1974, fecha en que me acordaron el asilo político. Hoy en día tengo la doble nacionalidad hispano francesa.

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