Coctelera, cautelera, manulio y la mínima diferencia

La gama de impropiedades en el lenguaje escrito y oral es muy amplia, y por eso no es posible cuantificarla. No obstante lo cual, algunos autores las han agrupado para facilitar la compresión entre quienes se preocupan por escribir bien y hablar de mejor manera.

He escrito mucho sobre situaciones recurrentes, y en cada caso he procurado mostrar ejemplos sencillos. Me complace saber que a la luz de esos aportes, un incontable número de apasionados por el buen decir, hayan adquirido soltura en la redacción y en la expresión oral. Eso lo sé por diversas vías, por las que de manera frecuente recibo comentarios y consultas sobre temas que demuestran el creciente interés por deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la escritura y la forma de hablar.

Ha habido mejoras significativas; pero aún quedan situaciones en las que es necesario insistir, y es por eso que de cuando en cuando vuelvo sobre asuntos ya tratados, con la finalidad de aportar algo nuevo, en aras de disipar las dudas.

Es determinante que los comunicadores sociales y educadores, por el rol que desempeñan ante la sociedad, se persuadan de la importancia de apercibirse de las herramientas que les permitan cumplir cabalmente su función. Hay algunos que se conformaron con lo que aprendieron en la universidad, y no se han preocupado por abrir un diccionario, ni menos aun asistir a un taller de mejoramiento. ¡Eso es lamentable!

El tema de coctelera, cuatelera y manulio, no lo he tocado en otras ocasiones; pero he estimado prudente comentar algo al respeto, en función de aclarar algunos detalles sobre ellas, además de otro caso del que sí he hablado suficientemente, pero que vale la pena refrescar.

No sé si en otros países de habla hispana ocurra lo mismo; pero en Venezuela es frecuente que a las luces de los vehículos de emergencias: ambulancias, bomberos, policías, se les llame coctelera. Hace varios años, un amigo mío, exfuncionario de Tránsito Terrestre con gran experiencia y preocupado por el buen decir, me hizo la observación y me explicó que la forma adecuada es cautelera, y desde ahí en adelante siempre la uso, sin temor de que algún sabidillo del idioma pueda escandalizarse y tacharme un error, pues la explicación que recibí, disipó mis dudas y me dio mayor solidez, aunque a algunos les suene arrogante.

Ahora, cautelera no está registrada en el DLE (Diccionario de la Lengua Española); pero eso no es impedimento para usarla, dado que la Real Academia Española no es un tribunal para decidir cuál palabra usar y cuál no. Su función es meramente de registro y de otros aspectos que son utilísimos para escribir bien y expresarse mejor.

Lo de coctelera por cautelera, puede deberse al hecho de que el efecto visual que producen las luces, se asemeja a una mezcla, que es en esencia un coctel. También pudiera ocurrir que para muchos sea más fácil decir coctelera en lugar de cautelera, pues para la primera no es necesario abrir mucho la boca, en tanto que para la segunda sí lo es. A todas esas, no tengo dudas de que la forma correcta es cautelera; pero me gustaría saber la opinión razonada de alguien con conocimientos del asunto.

Lo de manulio para referirse al mecanismo de dirección de bicicletas y de motocicletas, también es algo que está fuertemente arraigado en el vocabulario de muchos venezolanos, pues pocas son las veces que se emplea la palabra correspondiente. Es manubrio, aunque a muchos les parezca una palabra muy refinada, que en realidad no lo es.

En cuanto a la «mínima diferencia», utilizada por narradores y comentaristas deportivos para referirse al caso de partidos en los que solo hubo una anotación, lo digo una vez más, es un vicio que cada día cobra más fuerza, pues no han podido entender que es incorrecta y por ende imprecisa.

Es imprecisa porque la mínima diferencia no necesariamente alude a que solo hubo un gol, una carrera, un punto o cualquier denominación, según la disciplina. La mínima diferencia existe, claro está, en 1 y 0, pero también entre 3 y 4, 9 y 10, 19 y 20, etc.

Es mínima anotación, que no deja lugar a dudas de que el resultado fue 1 por 0. ¡No hay más!

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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