Come duerme muere: oda al obrero desconocido

“La escenografía, el sentido del encuadre, el montaje sobrio, el rechazo a hacer miserabilismo, la falta de maniqueísmo y unos actores impecables convierten a esta primera película en una revelación” (Romain Le Vern, TF1)

cartel-come-duerme-muere Come duerme muere: oda al obrero desconocidoCome Duerme Muere (Eat Sleep Die), ópera prima de la realizadora sueca Gabriela Pichler, presentada en la Mostra de Venecia (Premio de la Crítica) y en el Festival de Cine de Sevilla (Mejor Película Europea y Mejor Actriz), triunfadora en los Premios Guldbagge suecos, seleccionada para los Oscar, para los Premios Lux del Parlamento Europeo y para el European Discovery Prize que concede la Academia del cine europeo, es una magnífica oda a los obreros desconocidos “afectados de lleno (por la crisis actual) de los que el cine se ocupa tan poco…” (Isabelle Danel, Les Fiches du Cinéma), si excluimos la obra del británico Ken Loach (El espíritu del 45) y de los belgas hermanos Dardenne (Rosetta).

Toda la película reposa en el personaje de Rasa (que interpreta de manera impecable la actriz no profesional Nermina Lukac), joven inmigrante de Europa del Este, obrera en una fábrica de envasado de alimentos en un pueblo pequeño de Suecia, despedida a pesar de su dedicación y lo bien que efectúa el trabajo. Rasa era la más rápida, la más eficaz, la que mejor sabía seleccionar un puñado de hojas de rúcula que pesaba exactamente 175 gramos.

En paro, sin certificado de estudios ni carné de conducir, no consigue encontrar otro empleo. Rasa tiene a su cargo a su padre, montenegrino (lo mismo que la madre de la realizadora), con problemas articulares que le impiden trabajar. Entre ambos existe una intensa complicidad y un inevitable intercambio de papeles: Rasa ha ido a la escuela sueca, sabe leer y expresarse en la lengua del país, ha crecido en ese pueblo donde todos la aprecian, es “el hombre” de la casa, la que tiene que llevar un salario al hogar… Por eso, recorre arriba y abajo el pueblo, embutida en su chandail y sus botas de colores, ofreciéndose a hacer cualquier tipo de trabajo, sin rendirse nunca.

Lo que es una crónica, sin melodrama, de la lucha de Rasa para seguir adelante nos sitúa frente a otra Suecia muy alejada de la del “milagro”, urbana y tranquila que solemos ver en el cine; lejos de la de los muebles de madera blanca y el paraíso socialdemócrata del siglo XX, y bastante cercana a la que vamos conociendo en los últimos años a través de su género policiaco (Millenium, Wallander), auténtico best-seller internacional y parece que fidedigno espejo del malestar social que se vive hoy en el país y que demuestra que el modelo sueco ya no es todo lo ejemplar que fue un día; al contrario, cada vez se parece a los “modelos” de aquí y ahora y cuenta -¿cómo no?- con su propia generación marginal y perdida ( Yo, que he conocido bien la sociedad sueca y he tenido amigos suecos de distintas procedencias, incluso de procedencia finlandesa como muchos suecos, aprovecho para recordar uno de mis axiomas preferidos, que llevo casi veinte años repitiendo: que los suecos se equivocaron, y cambiaron su destino, cuando en 1995 se manifestaron a favor de ingresar en la Unión Europea. Y recuerdo al respecto que, aunque parezca algo sin importancia y naturalmente no se pregonara por las esquinas, el hecho de poder comprar alcohol cualquier día se la semana, y a cualquier hora del día, tuvo una importancia nada desdeñable en esa decisión).

Come Duerme Muere es una buena película lúcida y honesta, con una historia potente contada con la fuerza requerida y una sensibilidad poco común: a los embates del mundo que le rodea, la joven Rasa responde siempre “con fuerza y dignidad”, poniendo cara y voz al propósito de la autora: “Subrayar la cruel reversibilidad del valor del trabajo en el sistema capitalista”.

Gabriela Pichler, quien sabe de qué habla porque viene de un suburbio de Estocolmo y de una fábrica de galletas, quería “realizar una película no sentimental y honesta sobre las personas de la clase obrera, sin ceder a los convencionalismos ni a los estereotipos”. Lo ha conseguido plenamente. Esta deliciosa película de una heroína proletaria, optimista a pesar suyo, se estrena el 25 de octubre de 2013.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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