Autoconsumo de tranquilizantes: un riesgo para la salud

Según la Organización Mundial de la Salud, la prescripción de medicamentos para pacientes, solamente se debe establecer cuando por su necesidad clínica, médica, psíquica, etcétera estos tengan que tomar un fármaco/s específico/s; esto es, durante un periodo de tiempo en una dosis adecuada.

Si bien el uso inapropiado de los medicamentos no nos es ajeno, el autodiagnóstico y la autoeducación empieza a ser moneda corriente en muchas personas que admite tener o padecer un dolor cuasicrónico, y sin saber la etiología y ni siquiera por qué debuta, lo atenúan con analgesia pautada por ellos mismos.

Entre las drogas susceptibles de ser aconsejadas entre la población entre sí, está el uso de ansiolíticos cuando alguna persona refiere tener ansiedad. Los consejos que puede recibir no son correctos y someten al paciente a una dependencia negativa que puede condicionar su propia vida; una cuestión que desconoce su médico de cabecera.

Aunque conseguir medicamentos para la ansiedad es realmente complicado, el tráfico de benzodiacepinas en el mercado negro, amén de algunas personas a las que el médico se lo pauta y que lo comparten con familiares y amigos, es absolutamente real.

Manejar la ansiedad, el estrés, la angustia, los espasmos musculares, el bruxismo, las piernas inquietas, el insomnio y la larga batería de síntomas que se atribuyen a una persona, no se contempla nunca bajo la autoprescripción.

En ese grupo de medicamentos se encuentran también los derivados opiáceos, los barbitúricos y las anfetaminas, éstas últimas ya en desuso. En medicina, el abuso mayor de fármacos siempre está en este grupo de pacientes, si bien, nunca se contemplan los efectos adversos además de la dependencia que se llega a adquirir, sobre todo, si se mezclan con alcohol y marihuana. El efecto depresor hace que inicialmente el paciente baje su ansiedad pero la subida es mucho más intensa y al cabo del tiempo, las dosis se deben aumentar por la falta de efecto.

Tenemos que tener en cuenta que las benzodiacepinas son agentes depresores del sistema nervioso central, más selectivos que otras drogas como los barbitúricos, que actúan particularmente sobre el sistema límbico, comparten una estructura química similar y tienen gran afinidad con el complejo de receptores benzodiazepínicos. Además, son agonistas completos a nivel de su receptor celular en la producción de propiedades sedantes y ansiolíticas.

Entre los numerosos efectos secundarios podemos contemplar la ataxia, la sedación, las alteraciones de la memoria, la debilidad muscular, y los efectos propios cuando se alteran las dosis o se suprimen, además de la alteración del rendimiento psicomotor.

En el caso del manejo de vehículos, las personas que toman drogas, benzos o alcohol, se ha demostrado que estos retrasan el tiempo de reacción y aumentan el número de errores cuando se conduce. Es significativo que las benzodiacepinas dejan rastro y una acción prolongada, una cuestión residual que sí afecta a todas luces.

En todo paciente, siempre que no haya sido diagnosticado por un médico, las dosis que no son las reales, pueden provocar dependencia física y psicológica, al igual que lo hace el alcohol y las drogas cuando no se tienen. Incluso a dosis bajas, el síndrome de abstinencia provoca una recaída y una sensación muy incómoda si hablamos de salud mental. La tolerancia a estos fármacos depende del paciente y los efectos rebote, que suelen ser comunes en todas las personas, (insomnio y ansiedad mayor), pueden tener otros efectos colaterales que persisten durante todo el día.

El uso indiscriminado, prolongado y sobre todo, sin supervisión médica, tiene un potencial importante de crear dependencia y añadir un riesgo alto de síntomas de abstinencia cuando no se toman. Entre las diversas reacciones, que pueden ser muy intensas, el denominador común es la depresión y los pensamientos negativos o suicidas que acompañan al paciente en su sinrazón.

Estadios confusionales, actividad maníaca o hipomaníaca, verborrea extrema y un debilitamiento de la memoria tardía, puede hacer que el paciente se note peor de lo que estaba. En otros, se ha demostrado que afecta también a la memoria episódica y a la habilidad de recordar incluso experiencias personales. La ralentización de la actividad psicomotora y la sensación de sedación permanente es significativa en muchos sujetos.

La edad de inicio suele ser la adolescencia cuando por exámenes o cualquier otra circunstancia en donde converja la frustración y la ansiedad, la persona crea que no puede. El uso del alcohol en muchos jóvenes y el llamado binge drinking, inicia a estos en la práctica de la automedicación, primero con alcohol y luego con drogas y/o benzos.

Las mujeres en particular, sobre todo, las de mediana edad, pueden llegar a automedicarse si no ingieren alcohol. La suma de esto con lo anterior tiene lugar en los casos más agudos. Los hombres, sin embargo, atenúan esa misma sensación con alcohol y drogas antes que con benzodiacepinas, que suelen añadir a partir de los 50 años cuando el alcohol, por sí solo, ya no les sirve de ansiolítico.

La educación de las personas en torno a la automedicación y a las drogas de abuso así como la ingesta de alcohol indiscriminada, debe contemplarse desde el punto de vista de la dependencia, una vez que se ingiere todos los días porque nos sirve para estar mejor. El uso racional y sobre todo, pautado por un médico para atenuar los efectos derivados de la depresión, la angustia o la ansiedad, son correctos además de una terapia psicológica que nos sitúe en el punto de partida con la que lleguemos a encontrarnos bien.

 

 

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

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