Desde España, a punto de entrar en 2019

Así nos va. No sé si me explico. Lo intento, lo intento, lo intento… ¿Por qué muchos de cuantos opinan con algo parecido a la jactancia del conocimiento perfecto nunca ocupan espacios reales de decisión en ningún ámbito? Me preocupa. ¿Me aplico el cuento?

Habrá que seguir intentando hacer algo con la realidad. Unos vivirla, otros hacerla borrosa. Va a haber que estar en disposición de seguir siendo realidad, todavía, no vaya a ser que la memoria nos siga jugando sus habituales malas pasadas.

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Izquierda, izquierda, derecha, derecha

A (mucha de) la gente de izquierdas le asombra que sea de derechas la gente de derechas y a (mucha de) la gente de derechas le asombra que sean de izquierdas la gente de izquierdas. A lo mejor se han equivocado de bando.

Estamos rodeados de gente (poca, pero no escasa) que nos TRAE POR LA CALLE DE LA AMARGURA:

Uno. Por un lado, de aquella gente que quiere vivir en el trauma para amparar su miedo a la realidad, para eludir su incompatibilidad con las destrezas sociales. Vamos camino del abismo si nos dejamos dominar por sus estupideces. Y lo peor es que muchos de esos sujetos no sólo enfermos mentalmente salen de donde debería salir lo mejor del ser humano: de los nobles ideales de la mejora de la condición humana. Salen de entre eso que aún tenemos la santa paciencia de llamar LA IZQUIERDA.

Dos. Los otros dementes ajenos a la realidad salen, como siempre salieron, de entre quienes temen perder lo que tienen aunque eso que tienen sea una miseria. Salen del otro camino hacia el odio, salen del miedo, el camino que viene desde ese lugar repleto de carcundia, a menudo, más bien, al que seguimos llamando LA DERECHA.

SER de derechas o de izquierdas es algo comprensible, conveniente incluso, si se quiere. Pero lo que ES IRRESPONSABLE es (uno) considerar como LOS OTROS a los que no son DE LOS TUYOS, y (dos) no matizar en absoluto ni saber establecer lo que moralmente es reprobable y lo que sólo es DISCUTIBLE, negociable, político.

Ignorancia, estulticia

¿Qué se puede hacer con la estulticia? Odiarla no, porque en el odio uno vive bastante mal y de él nada se saca. Obviarla tampoco porque entonces permitimos que crezca y se haga con el mundo. ¿Entonces? Una cosa se puede hacer: combatirla por medio del saber, con la explicación de la realidad, con todo aquello con lo que la obligación moral de mejorar la sociedad civil que tenemos cuantos nos dedicamos al ámbito de lo que llamamos cultura (como si beber cerveza no lo fuera) nos marca diariamente el camino que debemos seguir.

Cuando uno se jacta de SU ignorancia tiene un problema. Jactarse de desconocer aquello de lo que TODO EL MUNDO HABLA es de sociópatas, o de estetas encerrados en una TORRE DE MARFIL jactanciosa. Pero no pasa nada. NO PASA NADA. Luego hablo de Rosalía, por cierto.

Tiene razón el provocador Michael Moore: si favorecemos la estupidización de la sociedad, si forzamos el acercamiento a la estulticia de las personas, las personas votarán a estúpidos, a gente como Casado, como Trump, como Bolsonaro, y así. Sí, a Casado también. Casado es una magnífica demostración del fracaso del sistema educativo español.

Hablando de Trump y Bolsonaro… Estamos en manos de GIGANTES ENLOQUECIDOS: Narendra Modi, Vladímir Putin, India, China, Rusia, Estados Unidos, Xi Jinping, Brasil, Irán, Hasán Rohaní, Donald Trump, Jair Bolsonaro.

Cambiemos

Cosas que (SEGÚN los usuarios de FACEBOOK que más se explayan en FACEBOOK) sabemos que hay que cambiar en este país de países que llamamos España (salvo los que lo llaman Estado español, cosas de la estulticia, pues llaman Francia a Francia): 

La justicia, es decir, el poder judicial. 

El jefe del Estado, es decir a los Borbones como dinástica y sucesiva cabeza visible de España. 

La importancia de los bancos y su desmesura casi dictatorial, aunque ahí habríamos de añadir al poder económico en general, sea este el que sea, sea esto lo que sea. 

La manera de elegir a nuestros gestores públicos (gobiernos central y autonómicos, y ayuntamientos) e incluso la manera de convertirlos en eso, en gestores públicos (porque, a lo mejor, elegirlos entre todos, e incluir en todos a los incapaces de entender la realidad sin que se la expliquen los mastuerzos, es mucho elegir). 

Sigue tú…

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Rosalía

Rosalía

Con Rosalía están pasando dos cosas interesantes. Una a gente como yo, que no acertamos a explicarnos cómo puede darse esa sintonía casi perfecta entre las críticas excelentes de los que saben y el éxito comercial, entre la promoción desaforada y el saber estar de ella. Rosalía sería, así, para la gente como yo, una especie de cachopo sobrevenido e invicto. Y otra a los que se rebozan en su ignorancia magnífica haciéndola pasar por el desinterés de los megadignos, cuando no es más que una indiferencia inexplicable y maligna de gente interesada en destacar por encima de la realidad y aislarse de ella como si sólo pudieran dar abasto atendiendo bien a Ezra Pound bien a Belén Esteban. No sé si me explico. 

Me dice mi amigo el escritor Eduardo Laporte: «Yo era del grupo de los megadignos con fenómenos como el de Amy Winehouse, que presencié desde mi barrera de la soberbia. Salía tanto en los medios que pensaba que por fuerza debía de ser margaritas para los cerdos. Cuando murió, me di cuenta de cuan equivocado y emprejuiciado estaba. Elvis también salía mucho en los medios…» Y yo le contesto: Con Amy me pasó algo parecido, pero sin embargo había escuchado sus dos discos oficiales docenas de veces. Nunca me amparé en el quiénseráesaniñadeloscojones?

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Y Vox

¿Por qué creemos que al encontrar las causas de algo ese algo ya está justificado? ¿Por qué pensamos que al tener causas reconocibles, y creer que por tanto está justificado, ese algo ya no puede ser calificado ni se pueden determinar las formas de combatirlo si se considera que es algo pernicioso?

Cuando determinamos las causas de algo, sólo (que no es poco) logramos comprender ese algo, entenderlo para explicárselo a otros o a nosotros mismos cuando queremos hacer cualquier cosa a favor o en contra de ese algo. Pero las causas no son razones que justifiquen o que le den categoría moral a ningún fenómeno. Sirven para tranquilizarnos, para saber que ese algo no es un alienígena incomprensible y por tanto es bien algo abordable, modificable, exterminable, o bien algo amable, considerable, necesario.

Sí, hablo de Vox. Y no sé si me explico.

Vox es un partido de extrema derecha con el cual cuantos defendamos los valores de un Estado social y de derecho hemos de encontrarnos razonablemente incómodos. Cómo ha llegado hasta aquí es muy comprensible. Que siga existiendo en el futuro no debería serlo.

[Mucha gente no explica, justifica. Para poder explicar hay que querer saber y saber saber. Hay quien, en su torpeza, o en su insensatez, justifica cuando explica. No sé si me explico.]

[Para quienes tenemos hijos, la mejor resistencia contra la ultraderecha, neofascista o no, es educarlos bien, preocupándonos porque aprendan la diferencia entre el pasado tal y como fue y el futuro que queremos.]

José Luis Ibáñez Salas
Editor de material didáctico para diversos niveles educativos en Santillana Educación, historiador y escritor. Director de la revista digital de divulgación histórica Anatomía de la Historia, es autor de El franquismo, La Transición, ¿Qué eres, España?, La Historia: el relato del pasado y La música (pop) y nosotros (publicados los cinco libros por Sílex ediciones), fue socio fundador de Punto de Vista Editores y escribe habitualmente relatos (algunos de los cuales han aparecido en el blog literario Narrativa Breve, dirigido por el escritor Francisco Rodríguez Criado) y artículos para distintos medios de comunicación, como la revista colombiana Al Poniente o las españolas Nueva Tribuna, Moon Magazine y Analytiks. Tiene escrita una novela y ha comenzado a escribir otras dos.

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