Trump será el candidato republicano, Cruz se retira

Donald Trump ha ganado las primarias del Partido Republicano en el estado de Indiana, donde -entre los demócratas- Bernie Sanders se ha impuesto a Hillary Clinton. Sin embargo, en el Partido Demócrata ésta sigue siendo la candidata más probable. Ella cuenta ya con 2.202 delegados y la mayoría requerida es de de 2.383. Clinton lo tiene al alcance de la mano. Entre los republicanos, Trump suma 1.047 y sólo tiene que llegar a 1.237.

En cualquier caso, ya tiene vía libre para la nominación después de que su rival Rafael Edward Cruz, Ted Cruz, haya anunciado que se retira de la carrera presidencial.

Trump pretende administrar los Estados Unidos como una gran empresa. Como si fuera su finca, su rancho. También en el pasado, los reyes y emperadores vendían territorios que les pertenecían por derecho divino o de conquista. Los habitantes, ricos o pobres, nobles, campesinos, esclavos o burgueses, iban en el paquete.

Los Estados Unidos -de hecho- compraron Alaska a Rusia (en 1867), Florida a España (en 1819) y antes la Luisiana a Francia (en 1803). Aún permanece algo de aquella lógica en Trump. Se puede comprar cualquier cosa para administrarla. Se diría que quiere comprar la presidencia y aparecer como un gran administrador, más que como un político. El problema es el alto número de sus conciudadanos que aceptan esa lógica, pensando que quien ha sido empresario de éxito (con matices) repetirá sus éxitos económicos como presidente.

China, México y el proteccionismo Trump

Promete hacer volver los empleos que se marcharon con la globalización: “Forzaremos a Apple a fabricar sus puñeteras computadoras y sus otros cacharros en nuestro país y no en otro”, dijo en un acto electoral. Dice que expulsará a once millones de inmigrantes a quienes acusa de “robar” empleos a los norteamericanos. A quienes le ríen sus chistes, les parece sencillo y asumen las viejas tendencias proteccionistas que predica Trump para EEUU.

En política exterior y economía, China es objetivo favorito de Trump. «No podemos permitir que China viole a nuestro país«, acaba de decir en un mítin en Indiana. Todo ello a pesar de que sabe muy bien que son los excedentes comerciales de Pekín los que han convertido a China en propietaria de –aproximadamente- una quinta parte de la deuda de EEUU. De modo que su proyecto implicaría una declaración de guerra económica. En ese caso, el régimen chino dejaría de comprar los bonos y obligaciones del Tesoro estadounidense. EEUU tendría que encontrar otros prestamistas y tendría que asumir el pago de intereses mucho más elevados. Esa lógica de los mercados, se transformaría en una deuda cada vez mayor para Estados Unidos.

Sobre la inmigración, Trump hace un estúpido discurso de la impaciencia que alimenta futuros conflictos con México. También olvida voluntariamente que en su país no pocos sectores dependen en gran parte de los inmigrantes. Además, si fueran expulsados millones de sin papeles, también desaparecerían de repente millones de consumidores. La euforia de sus potenciales votantes se transformaría en depresión y pánico social, con resultados imprevisibles.

Simplificación fiscal y relaciones dudosas

Trump promete suprimir del todo los impuestos para quienes ganan menos de 25.000 dólares al año. Fantástico. Pero los tramos superiores, los que corresponden a los ciudadanos con mayores ingresos, verían reducidas sus obligaciones fiscales. Quien paga el 39,7 por ciento, pasaría a pagar el 25 %. El impuesto de sociedades se rebajaría del 35 al 15 por ciento.

Según el Tax Policy Center (TPC), un organismo independiente de los partidos políticos, donde se integran expertos que han trabajado tanto en administraciones republicanas como demócratas, la aplicación de las recetas fiscales de Trump haría pasar del 70 al 180 por ciento la deuda del PIB de EEUU en el primer año presidencial de Trump. Convence a sus admiradores, pero ¿cuántos de sus potenciales votantes tienen capacidad para medir los efectos, el posible impacto, de algunas de esas medidas?

Cuentan y asumen que tras Trump está su trayectoria como empresario. Enfrente, otros vinculan sus logros económicos con la mafia.

Las relaciones de Donald con la mafia son muy extensas”, ha declarado Wayne Barrett, periodista especializado de la CNN. Barrett, autor del libro “Trump: the deals and the downfall” (1992), así como otros periodistas de investigación, apuntan a tratos de Trump con Anthony Salerno, conocido como ‘Fat Tony’, jefe del clan Genovese; con Paul Castellano, vinculado a negocios turbios en el ámbito neoyorkino; con otros como Nicodemo Scarfo (‘Little Nicky’) o con el sobrino de éste, Philip Leonetti (‘Crazy Phil’). Los defensores de Trump sugieren que en los año 80 del siglo pasado era imposible construir obras como la Trump Tower de Manhattan sin comprar determinados materiales de construcción (cemento, por ejemplo), porque en la práctica apenas lo vendían empresas que no estuvieran en manos mafiosas. En 1979 y 1981, salió indemne de investigaciones que apuntaban a fraudes y sobornos.

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Caricatura sobre Trump en ‘The Khaleej Times’ (Dubai). Autor: @Paresh Nath

El aparato tradicionalista del Partido Republicano teme tanto el bagaje anterior como el discurso actual. Trump resalta sus “éxitos” y esconde su lista de bancarrotas. El Casino Trump Taj Mahal, en Atlantic City, por ejemplo. Se citan el vodka Trump, el perfume Trump y la revista Trump Magazine, entre la larga serie de sus fracasos. También la estafa que fue la Universidad Trump, que lanzó en 2005. Sus seminarios sobre cursos empresariales “para triunfar” costaban desde 1.500 dólares (tres días) hasta 35.000 dólares. “No era una verdadera universidad”, reiteran los afectados por la estafa que esperan el juicio en agosto, a pocos meses de la elección presidencial.

Dejar atrás la defensa de los “valores universales”

En política exterior, Trump se ridiculizó hablando de su visión apocalíptica de Bruselas y afirmó que haría pagar a México el muro anti-inmigrantes de EEUU; dijo que bombardearía los pozos petrolíferos del Estado Islámico, ignorando si los principales estaban en Siria o en Iraq; ha sugerido la ruptura de tratados económicos con los países vecinos, México y Canadá; y ha apuntado a una integración de Ucrania en la OTAN, independientemente de lo que pudiera pasar con Rusia.

Sin embargo, sus bravatas han sido atenuadas en los últimos días: “La guerra y la agresión no serán mi primera reacción”, ha declarado Donald Trump, “y no podemos tener política exterior sin diplomacia”. El proteccionismo económico se corresponde con la idea de relativo aislacionismo exterior, lo que también se inscribe en unas ciertas tendencias históricas del país. Trump, promete situar los “valores de Occidente” por delante de los “valores universales”. A medida que avanza, su discurso en política exterior se modera a marchas forzadas.

Los sucesivos y amenazantes discursos racistas y machistas de Trump (contra las mujeres, contra los hispanos, contra los musulmanes, etcétera) se corresponden también con los elogios que recibe de organizaciones como el Ku Klux Klan. David Duke, antiguo dirigente del KKK, pidió abiertamente el voto para Trump. El candidato pretendió distanciarse de ese apoyo, pero no ha logrado desmentir que lo conocía; tampoco sus ambigüedades hacia los supremacistas blancos. Evita condenar la violencia contra los manifestantes negros que protestan ante sus mítines.

Candidaturas no tan distintas

Trump ha recibido durante las primarias un beneficio electoral singular: su principal antagonista republicano, el candidato Ted Cruz, lo ha embellecido con frecuencia porque muchos puntos de vista de Cruz son -si es posible- aún más reaccionarios. Eso no obvia la realidad del Trump que ha amenazado a sus rivales, el misógino que desprecia a las mujeres o insulta a las minorías, a los inmigrantes y a los extranjeros, y que parece corresponder a determinadas corrientes profundas del pasado de Estados Unidos. Hubo un tiempo en el que el chivo expiatorio fueron los inmigrantes irlandeses o italianos, los católicos, quienes jugaban el papel que hoy corresponde a los mexicanos, salvadoreños o a los inmigrantes que proceden de países musulmanes (un número menor). En temas como el aborto o en ciertos debates ideológicos, Cruz se ha mostrado incluso más fundamentalista que Trump y nunca ofreció la imagen reactiva -de algún modo pragmática- que presenta Donald Trump, aunque sea sólo de vez en cuando y ahora más que hace semanas.

Así que en el actual proceso de primarias el Partido Republicano ya ha optado de hecho. Ha elegido como candidato a un demagogo millonario (Trump), con pasado llenos de sombras, ante un enloquecido integrista religioso (Ted Cruz). Por desgracia, las opciones republicanas parecían casi todas abocadas al extremismo. No resulta nada tranquilizador para muchos estadounidenses, tampoco para la mayoría de los europeos.

Los datos y citas proceden de:

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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