Ecología profunda: El dolor en el mundo

En un encuentro sobre Ecología Profunda hace algún tiempo, de entre todos los aspectos que abarca esta disciplina, el que causó mayor impacto en todos los participantes fue un taller dedicado al dolor en el mundo. Cada uno, -más de veinte- presentaba su aportación.

resized_2015-valla-de-espino-con-concertinas Ecología profunda: El dolor en el mundo
2015. Muros de espino y concertinas en Europa

Fue muy liberador de todos los sentimientos de rabia, indignación, impotencia…Allí salió de todo: los ataques de toda laya a la naturaleza, el maltrato animal, pero sobre todo salió el dolor tremendo, brutal que sufre más de la mitad de la humanidad. Niños sin voz, trabajo infantil esclavo que incluye militarización a edades muy tempranas, niños asesinados para traficar con sus órganos, niños prostituidos, como parte de la ‘esclavitud moderna’ que comparten con millones de mujeres de incontables nacionalidades, es decir, el tráfico de seres humanos, los millones de violaciones impunes, toda clase de violaciones, también las de derechos fundamentales, el acoso físico y psicológico y la migración y sus causas.

Este encuentro tuvo lugar en agosto de 2014. Faltaban muchos meses para que comenzaran a llegar a las puertas de Europa, como un grito desesperado, miles de personas, familias enteras, en un estado de terror permanente, tras haber perdido todo lo que compone una vida humana medianamente digna.

Cuando el dolor alcanza un nivel intolerable, cuando ya no se puede más, cuando la desesperación empuja hacia la única salida posible para intentar sobrevivir, la huida a países donde no hay guerra y sí esperanza de vida, a ese dolor colectivo no le paran las vallas de alambre de espino, policías o ejércitos; tampoco el egoísmo sin límites, el racismo o la xenofobia.

Esos cientos de miles de sirios, iraquíes y afganos están dando un fuerte aldabonazo en las conciencias europeas, a niveles institucional y civil, poniendo su dolor ante nuestros ojos, gracias a la globalidad de las imágenes. Ponen ante nuestros ojos su huida desesperada de situaciones que les fueron impuestas y que lejos de mejorar sus condiciones de vida, las han hecho imposibles. Llegan solamente los que tienen medios para emprender ese viaje hacia la esperanza, lleno de riesgos de muerte, cierta en miles de casos. Pero también ellos representan a los millones de compatriotas que no pueden permitirse ese riesgo para tratar de sobrevivir y encontrar una vida nueva en otras latitudes, que de algún modo han estado presentes para bien o para mal, más bien para mal en los países que estos desdichados nunca hubieran querido tener que abandonar. Situaciones que no son de ayer, que se remontan ya a bastantes años. Afganistán, Irak, ‘primaveras árabes’…

Durante mucho tiempo muy pocos fueron conscientes del enorme dolor que se estaba causando a poblaciones civiles indefensas, impotentes e invisibles. Hasta como quien dice ayer, que han empezado a hacerse visibles a las puertas de la rica Europa.

La fuerza del dolor extremo puede llegar a ser incontenible. La desesperación puede llegar a representar un poder enorme. ¿Cuánto tiempo puede aguantar Europa y esperemos que otras geografías, las imágenes presentes en este mundo global, de cientos de miles de desesperados agolpándose frente a vallas de espino, policías y soldados? La foto del niño Aylan marcó un punto de inflexión. La foto de cientos de miles de personas que se niegan a morir, que quieren vivir, que tienen derecho a asilo, agolpados junto a fronteras valladas en el otoño invernal de países al norte de Europa, puede ser devastadora.

Demasiadas vallas de espino distribuidas por el mundo. Hace pocos días veíamos otra en una fotografía panorámica de Josef Koudelka en Cisjordania. Todas representan lo mismo. Incluso miedo.

Decía un niño sirio hace poco: ‘¡Paren la guerra!’. Pero desgraciadamente ahora, Occidente es tan impotente para pararla como la impotencia de esos cientos de miles de aspirantes a refugiados entre nosotros, auténtica imagen del dolor en el mundo. La ecología profunda del dolor solo es posible con sensibilidad ante el dolor ajeno; un dolor que alguna vez fue nuestro.

Europa no puede permitirse una crisis más: la humanitaria.

Teresa Fernandez Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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