Ecuador educa niños colombianos refugiados

En la antigua casa de madera la sonrisa de dos niñas nos recibe en la puerta de entrada. Son Juliana* y Jessica*. Nos saludan y nos indican el camino por una larga escalera que conduce hasta el primer piso alto, donde viven con su familia. Arriba, junto a su mamá, su papá, sus dos hermanos, nos espera su mascota “Canela”, informa Sofía Calderón desde Esmeraldas (Ecuador).

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© ACNUR/ S.Calderón
El acceso a la educación es determinante en el proceso de integración de niñas y niños refugiados. En el caso de Ecuador, el 23% de la población refugiada es menor de 18 años.

“Mi mayor preocupación cuando llegamos fue que los niños estudien, que mantengan la mente ocupada”, comenta su madre Isabella*, mientras relata su llegada a Ecuador a finales del 2012. Ellos, al igual que muchas familias del Valle del Cauca, tuvieron que huir de las constantes amenazas de los grupos armados organizados, que les exigían el pago de “vacunas” a cambio de no reclutar a sus hijos adolescentes.

Entre sollozos recuerda, el día que tuvieron que escapar a hurtadillas del municipio de Florida únicamente con una pequeña maleta.

“Es muy difícil estar en Ecuador, las personas no entienden que uno viene aquí porque tiene un problema” y, como añade su esposo Jhon Jairo*, “cuando uno se sube a vender a los buses hay gente que se asusta y hasta esconde su cartera. Eso lo desmotiva a uno”.

Sin embargo, si hay algo que los alienta y los llena de orgullo son los méritos escolares de una de sus hijas menores. Con orgullo exhiben la mención honorífica obtenida al término del año escolar y los diplomas de distintos eventos y cursos en los que ha participado.

En cuanto se radicaron en Esmeraldas, comenzaron los trámites para que sus hijos puedan seguir estudiando. Logró matricular a tres de sus hijos sin ningún inconveniente. Sin embargo, con el segundo de ellos se dificultó la validación de su matrícula, debido a que el colegio alegaba que el sistema de registro de matrículas únicamente reconocía documentos de identidad emitidos en Ecuador.

Durante todo el primer semestre de clases, Brayan* siguió asistiendo a la escuela, pese a no estar regularizado. Con el apoyo de ACNUR y otras organizaciones sociales de la provincia, sólo después del primer semestre consiguió su matrícula.

A pesar de estas trabas, los padres se muestran contentos con la calidad de la educación que reciben sus hijos, tanto desde la parte académica como desde la parte humana, que ha facilitado el proceso de integración para los niños: “Los profesores son muy buenos, muy amables, nos tratan bien como a cualquier otro niño”, explican las niñas.

Mientras, su hermano mayor, Austin*, ya en bachillerato, relata con entusiasmo la participación en todos los espacios juveniles de la ciudad, ya sean académicos, deportivos o culturales: “También participo en el programa radial “La calle habla” donde los jóvenes dialogan sobre sus problemas, necesidades y dudas abiertamente”.

Como señala Óscar Sánchez Piñeiro, jefe de la Oficina de ACNUR en Esmeraldas: “El acceso a la educación es fundamental para el proceso de integración de las familias refugiadas en Esmeraldas. En zonas de frontera como esta provincia, donde todavía el acceso a la educación es un reto para muchas familias refugiadas, es fundamental permitir que estas familias muy vulnerables también accedan en condiciones de igualdad a este derecho básico”. “Los refugiados en Esmeraldas priorizan la educación de sus hijos pero para muchos esto todavía es un sueño” y añade: “En este sentido, es fundamental que, gracias al soporte, por ejemplo, del programa Niños de Paz de la Unión Europea, hoy podemos apoyar a toda la comunidad educativa para que, además, se favorezcan las iniciativas de cultura de paz y convivencia solidaria”.

Pese a las carencias económicas que enfrentan, y los recelos o prejuicios que deben salvar cada día, la familia quiere seguir en Ecuador. Quieren seguir luchando aquí por mejorar su calidad de vida y quieren permanecer en el país porque sus hijos se sienten bien aquí.

Las hermanas coinciden en que lo que más les gusta de la escuela es la cercanía con sus compañeros. Sus ojos resplandecen al volver a ver la mención al mérito escolar del año anterior y sonríen ampliamente cuando su madre vuelve a exhibir orgullosa todos sus diplomas y reconocimientos.

*Nombres cambiados por razones de confidencialidad.

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