Egipto: los militares embargan la revolución popular

Mercedes Arancibia

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Abdel Fatah al-Sisi, general egipcio

Sin sorpresa, los mandamases del ejército egipcio han decidido nombrar candidato a la próxima elección presidencial al recién ascendido a mariscal, hasta ahora general, ministro de Defensa y vicepresidente Abdel Fattah al-Sisi quien, por otra parte, lleva desde julio de 2013 dirigiendo el país tras protagonizar un golpe de estado contra Mohamed Morsi, elegido democráticamente en junio de 2012 (no sin reticencias, pero elegido democráticamente), hoy encarcelado, acusado de traidor y desgañitándose tras las rejas en un juicio avalado por el golpe y esos militares que, según la Constitución egipcia, están obligados a poner la presidencia del estado en manos de un civil (lo que, a todas luces, no van a hacer de momento).

Sin sorpresa, el ejército egipcio ha confiscado definitivamente la revolución popular que hace dos años siguió día a día medio planeta, con enorme interés, y que auguraba lo mejor para aquellos cientos de miles de indignados acampados durante meses en la Plaza Tarhir, ejemplo incuestionable para las posteriores rebeliones antiautoritaritarias y antiteocráticas en otros países del medio oriente.

Mientras Túnez acaba de aprobar la primera Constitución en que la religión no es asunto de estado, Egipto de hunde cada vez más en la represión y se aleja de las aspiraciones revolucionarias de 2011. Desde el 3 de julio de 2013 no hay día sin enfrentamientos en la calle, no hay día sin heridos y muertos. En la última semana de este enero de 2014, nueve organizaciones egipcias de defensa de los derechos humanos han emitido un comunicado conjunto en el que acusan a la policía de usar balas reales contra los manifestantes (la policía, como es su costumbre, culpa a los manifestantes de dispararse a sí mismos).

Con este panorama, y si no se produce alguna otra sorpresa en sentido contrario, la elección presidencial, a la que seguirán unas legislativas, anunciada como “el final de la transición” para mediados de abril por el presidente interino Adli Mansour –un pelele colocado por los militares golpistas para salvar la cara- puede acabar definitivamente con las esperanzas democráticas iniciadas en enero de 2011 al dejar en manos de una sola persona – “el salvador de la patria, el héroe, el hombre providencial…”- los poderes ejecutivo y legislativo.

Desafortunadamente para el pueblo egipcio, que se curró la libertad consiguiendo expulsar del poder al corrupto Hosni Mubarak y después tuvo que enfrentarse a los diktats de sus “salvadores”, los hermanos musulmanes que con una mano dan limosna y con la otra arrebatan derechos, tiene toda la pinta de que esto va a ser solo el principio. Los militares (con excepciones pero en general, no sólo los egipcios), tan escasos de ideas y desarrollo intelectual habitualmente, son capaces de las mayores y peores ocurrencias cuando se hacen con el poder político: lo suyo es sólo el mando en plaza.

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Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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