El Greco 2014: El entierro más famoso de la Historia del Arte

Durante el Simposio Internacional el Greco celebrado en el Thyssen, como no podía ser de otro modo, una de las ponencias ha estado dedicada al cuadro más famoso del Greco, El Entierro del Conde de Orgaz. Felipe Pereda, en la actualidad profesor en la Universidad John Hopkins, Baltimore, Maryland, ha dedicado su trabajo a la parte terrenal del cuadro, poniendo de manifiesto algunos aspectos iconográficos y litúrgicos, así como la diversidad de lenguajes y estilos.

El-Greco_entierro-conde-Orgaz El Greco 2014: El entierro más famoso de la Historia del ArteGonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, un personaje del siglo XIV, mecenas de la Iglesia de Santo Tomé de Toledo, había dejado en su testamento un legado anual ad infinitum a esta iglesia. Legado que se había dejado de pagar, por lo que a mediados del siglo XVI, el párroco Andrés Núñez de Madrid entabló un pleito que ganó y para celebrar la victoria encargó a su feligrés El Greco en 1586 un cuadro que representara el entierro milagroso del conde para ser instalado sobre su tumba en la capilla propiedad del noble.

Este encargo fue de la máxima importancia para El Greco, cuando ya le habían fallado los dos mecenazgos más importantes en España, el de la Casa Real y el del Cabildo de la catedral de Toledo. Para ambos había pintado y por las razones que fuere habían quedado descontentos y nunca más volvieron a contar con él. El Greco vivía en Toledo de mecenazgos de iglesias y nobles y algunos pequeños mecenazgos particulares. Cuando en marzo de 1586 llega el encargo del párroco de santo Tomé, un encargo de dimensiones y características excepcionales, éste supone el  mayor incentivo que recibía el artista desde los tiempos de El Expolio.

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Incluso en el espacio terrenal se producen diversas dimensiones temporales. Un noble que había fallecido al final del primer cuarto del siglo XIV con fama de santidad, una santidad no reconocida por la Iglesia, es depositado en su tumba por dos personajes descendidos del paraíso con este fin. Dos personajes que ya no pertenecen a la dimensión del espacio terrenal, el protomártir San Esteban y el famosísimo teólogo, obispo de Mira, San Agustín. Como testigos del entierro, una extensa galería de retratos de personajes más o menos relevantes del siglo XVI, pocos de ellos identificados con certeza. Entre ellos Jorge Manuel Teotocópuli, hijo del pintor, el propio autorretrato del Greco, mirando hacia una eventual audiencia, situado sobre la cabeza de San Esteban. A la derecha del lienzo, el párroco, Andrés Núñez de Madrid, leyendo las honras fúnebres, a su lado, de espaldas el sacerdote que viste un alba transparente, identificado como el ecónomo de Santo Tomé, atento a lo que está sucediendo en la dimensión espiritual del cuadro. Frente a él, el arquitecto Alonso de Covarrubias, como anciano de barba blanca, quien había fallecido en Toledo en 1570. A su derecha Francisco de Pisa. En San Agustín se cree ver el retrato del entonces cardenal de Toledo Gaspar de Quiroga. Caballeros de la orden de Santiago, el que está a la derecha del Greco podría ser un descendiente del señor de Orgaz. Representantes de órdenes monásticas, etc.

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Tanto San Esteban como san Agustín visten capas con bordados en relieve de oro y sedas , bordados que incluyen importantes detalles simbólicos como la representación de la lapidación de Esteban –un cuadro dentro del cuadro- al fondo de la capa del primer mártir. Y en la franja delantera de la capa de San Agustín, representaciones de San Pablo, Santiago y Santa Catalina de Alejandría.  La pintura de los santos recuerda la influencia veneciana- bizantina, con su profusión de oro. El conjunto terrenal, entierro y caballeros asistentes, con esos saltos en el tiempo hacia atrás y hacia delante, implican una modernidad extraordinaria, pero al mismo tiempo, la congelación de los personajes en un instante de tiempo, rompe esa modernidad, al mismo tiempo que están mostrando su contemporaneidad  última.

La liturgia del duelo

El Concilio de Trento cambió la antigua liturgia de ascendencia pagana, en la que aparecían las mujeres plañideras, como puede verse en relieves de estelas sepulcrales tanto paganas clásicas como cristianas hasta el Renacimiento. Esta reminiscencia pagana acaba en Trento. Hay una pragmática de Felipe II de 1565 para ‘reducir la presencia de mujeres y lloros en los duelos, por ser de tradición pagana’. Al entierro del señor de Orgaz solo asisten hombres, que no muestran dolor, se los ve desapasionados, fríos, nadie vierte una lágrima. Incluso Jorge Manuel, quien señala al personaje con el dedo, no participa del dolor. No forma parte del presente, es una construcción ilusoria, un anacronismo en el cuadro, incluso en la fecha que aparece en el pañuelo que sale del bolsillo del niño con la firma del pintor en griego, 1578, año del nacimiento de Jorge Manuel.  La ausencia de mujeres es una consecuencia de Trento, en su empeño en erradicar cualquier vestigio de paganismo. Sin embargo, que el caballero sea enterrado con una rica armadura es una excepción, el concilio prefiere a los caballeros envueltos en sudarios.  Antes de Trento, 1545 – 1563, era normal enterrar a los caballeros con sus armas y banderas ganadas en las batallas. Después se convierte en excepción, aunque la del entierro del conde no es la única.

El Greco es conciliador con las condiciones del encargo. Una escena que muestra un lugar lejano en el tiempo, de un noble que murió con fama de santidad, dos santos que acuden a depositar sus restos en la tumba de Santo Tomé. El Greco realiza una reconstrucción de la memoria, tiene que traer al presente la memoria de la santidad del señor de Orgaz, no reconocida por la Iglesia pero sí por don Andrés Núñez. Y hay que colectivizar esa memoria por medio de los retratos en tiempo presente. Quizá el Greco se basa en la tradición griega, “llama al viajero a detenerse para rezar a este santo”.  También debe atenerse a los deseos de su mecenas de construir una representación sin atisbos de paganismo y esto incluye sobre todo la parte superior de la Gloria, con abundante presencia de santos y de la Virgen como mediadores, de nuevo Trento, en oposición al protestantismo que elimina a los santos e incluso a la Virgen de la liturgia.

El resultado fue una de las mayores obras maestras de composición de la historia de la pintura. La técnica compositiva piramidal, armoniza sin fisuras el cielo y la tierra, los personajes de la tierra, los santos descendidos a la tierra, los retratos de personajes terrenales en el paraíso, Jesús, María, santos, apóstoles y profetas. Los tres personajes del entierro componen una pirámide, la galería de retratos ofrece tres cúspides, en el centro y en cada uno de los extremos. La gloria es una pirámide perfecta y en el interior de esa pirámide, Juan, Jesús y María armonizan todo el conjunto. Lo visible y lo invisible, representado en esa gloria que se abre para que un ángel transporte el ánima del caballero, al mismo tiempo que San Juan Bautista pide a Jesús en lo alto con vestidura radiante que admita esa alma en el paraíso. Jesús escucha y con su mano derecha señala a San Pedro detrás de la Virgen que abra la puerta del paraíso y María con su diestra está recibiendo el alma del señor de Orgaz. ¿Es María un retrato de Jerónima de las Cuevas, la madre de Jorge Manuel? Parece bastante verosímil. Hay quién asegura que a partir del nacimiento de su hijo, todos los rostros de María son el de Jerónima.

El entierro del conde de Orgaz es el único cuadro de la historia en el que se armonizan y entremezclan todos los mundos posibles y todo ello dotado de una naturalidad asombrosa. La muerte y la resurrección, el triunfo del espíritu sobre la materia.

¿Quiso el Greco congraciarse con Felipe II pintándole en el paraíso once años antes de su muerte? El rey de España aparece detrás de San Juan, San Pablo, Santiago y Santo Tomás. Anciano, palidísimo, con barba blanca. Pero fue inútil. Nunca le devolvió el inmenso favor de instalarle en el paraíso, en un paraíso del que se seguirá hablando hasta el fin de los siglos, quizá el único paraíso que pudo alcanzar Su Majestad, gracias a un pintor al que nunca perdonó la forma de pintarle en  El sueño de Felipe II y que al fin, en el siglo XXI ha alcanzado la fama universal que tanto ansió en su itinerancia por la vida, incluyendo la rendida admiración  ¡por fin! del Cabildo de la Catedral Primada de España.

Teresa Fernandez Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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