El Mediterráneo como última morada

Los muertos de Lampedusa venían en busca del “sueño europeo”

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El puerto de Lampedusa es la entrada en el Mediterráneo para miles de africanos

Salvo que realmente haya existido un continente llamado Atlántida y un buen día desapareciera tragado por las aguas con todo cuanto contenía, el Mediterráneo es al día de hoy el mayor depósito de cadáveres que existe en el planeta Tierra: 17.000 según las autoridades italianas, hasta 20.000 según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)*, en los últimos veinte años.

Cadáveres de hombres, mujeres y niños que un día salieron de sus pueblos en los rincones de Africa y el Medio Oriente para intentar llegar como sea a una Europa que sueñan como Eldorado y que se desvanece en el horizonte a medida que se hunden con sus barcazas de fortuna en las cálidas aguas del mar donde nació la democracia y se definieron los primeros valores fundamentales.

Más de veinte mil muertos a los que hay que sumar hoy los 200 desaparecidos (también cifra de OIM) en la última tragedia del 4 de octubre de 2013 frente a las costas de la isla de Lampedusa –junto a las islas Canarias, la mayor puerta de entrada de la emigración a Europa-, que además se ha saldado con más de 130 muertos recuperados y otros tantos supervivientes. Migrantes que en muchos casos huían de la guerra y la persecución en países como Somalia y Eritrea y que, en su esperanza de encontrar una vida mejor al otro lado de lo que ya se empieza a llamar “el paso de la muerte”, confiaron su vida y su suerte a unos contrabandistas de personas que les amontonan en barcos que están casi para el desguace y no soportan el menor contratiempo. En esta ocasión, entre los ataúdes que hemos visto alineados en el puerto de Lampedusa, preparados para salir en dirección a los cementerios de los distintos pueblos italianos que se han ofrecido a enterrarles, están los de familias enteras, de acuerdo con las declaraciones de William Lacy Swing, director general de la OIM.

Una vez más todo el peso directo de la tragedia ha recaído sobre los solidarios pescadores que se arriesgan a las multas establecidas por el derecho italiano para quienes prestan ayuda a los clandestinos que pretenden llegar a sus costas –mientras que el derecho internacional obliga a no dejar a nadie abandonado a su suerte en medio del océano- y sobre los solidarios habitantes de los pueblecitos de la isla que con sus medios socorren diariamente a esos ilegales que llegan persiguiendo “el sueño Europeo”.

El naufragio del viernes 4 en Lampedusa ha sido el segundo intento de la semana de desembarco masivo en el mismo lugar. El día anterior, los 460 pasajeros de otro barco consiguieron llegar a la costa, donde se albergan en el centro local para migrantes lo mismo que los 60 más que llegaron el sábado 5. En cambio, el 30 de septiembre, 13 migrantes de mayoría eritreos se ahogaron cuando el barco que les transportaba se hundió en la costa de Ragusa, Sicilia. Los traficantes de personas (scafisiti) que se encontraban a bordo les obligaron a saltar, pegándoles con palos y amenazándoles con cuchillos.

Una vez más las autoridades europeas sacan las uñas para defenderse de no tener una legislación común en la materia mientras dejan que sean los vapuleados pueblos del sur, principalmente Italia y España, quienes busquen soluciones –siempre malas, siempre deficientes, siempre en contra de los desesperados- a esas situaciones una vez que ya están creadas.

Barcos-ambulancia para salvar vidas

Lamentarse ahora ya no sirve para nada. Es el momento de poner solución a tanta muerte inútil. El exministro francés de Exteriores y fundador de Médicos sin Fronteras, Bernard Kouchner, quien en 1979 promovió la operación “Un barco para Vietnam” que envió un barco-hospital a salvar a los “boat people” vietnamitas que huían por mar de su país, ha alzado su voz ahora para pedir que los europeos pongan en marcha un servicio de “ambulancias del mar” en el Mediterráneo, para socorrer a todos estos migrantes que se dejan la vida en el intento de alcanzar la otra orilla: “Hubo un tiempo –ha dicho Kouchner, que no es ningún santo de mi devoción pero cuando se esfuerza lo borda, en la pantalla de TF1- en que la población se indignaba… Ahora nos comportamos como telespectadores que se lamentan durante cerca de dos minutos y medio contemplando las imágenes horribles de esa pobre gente que muere en el mar… Yo creo que hay una regresión de la compasión, una regresión de la indignación, una especie de lasitud ante la miseria y la desgracia de los demás… En lugar de concentrar sus esfuerzos en el cierre de fronteras, las autoridades italianas y la Unión Europea tienen que aumentar su capacidad de respuesta en operaciones de búsqueda y salvamento. Basta con unos pocos barcos, se sabe por dónde pasan los emigrantes, se sabe de dónde vienen…Es muy simple y no es caro. En Europa todavía hay sitio para mucha más gente, somos 28 países, 500 millones… 500 millones de egoístas”.

También los medios de comunicación europeos suman sus voces a la del exministro francés. Hay unanimidad en calificar el naufragio de Lampedusa como un “fallo de Europa”: “La isla se siente sola –escribe Der Spiegel- y no es la primera vez. Desde 1999 han llegado a sus costas 200.000 personas, procedentes de Africa y Asia, huyendo de la guerra, el hambre y la miseria. La isla italiana es un símbolo del fallo de la política de inmigración europea”. En De Volkskrant (El periódico del Pueblo, holandés), Sheila Sitalsing denuncia la hipocresía europea: “Pelear, disculparse y hundir la cabeza en la arena. Los países del sur llevan años intentando fatigosamente introducir el gigantesco problema de la inmigración en la agenda de Bruselas: ‘No podemos acoger a los clandestinos –dicen- pero tampoco podemos dejarles morir o devolverlos a sus casas’. Y los países del norte responden: ‘Hay que mandarles de vuelta cueste lo que cueste’. Mientras seguimos diciendo que la guerra en Siria en abominable o que los acontecimientos en el continente africano son terribles y que hay que apoyar a la primavera árabe, dejamos bien claro que todo eso no se interprete como una invitación a trasladarse a Amsterdam, París o Berlín”.

“Más de 100 muertos es una tragedia en el mar a las puertas de Europa”, titula el británico The Guardian y su corresponsal, Jack Shenker, analiza el debate entre quienes creen que la prioridad es salvar la vida de los migrantes y los que antes que nada quieren un refuerzo de las fronteras. “Lampedusa es la vergüenza de Europa”, lleva en portada el editorial del portugués Público. Según el diario de Lisboa, el Mediterráneo, un mar que desde la antigüedad ha sido un cruce de civilizaciones, se ha transformado ahora en campo de concentración”.

Migrar no es un delito

Cuando las cosas están así, no está demás recordar verdades de perogrullo como ésta. Es lo que hace Amnistía Internacional a propósito de la tragedia de Lampedusa y del trato vejatorio que reciben los emigrantes que entran en Europa por Grecia: “Muchos Estados utilizan la detención de los migrantes como respuesta sistemática. Con frecuencia, la legislación de los estados considera el paso irregular de la frontera como una infracción legal, trata a los migrantes como delincuentes y la justicia les procesa, condena y a veces encierra en la cárcel”.

(*) Creada en 1951 en Ginebra, es la principal organización intergubernamental en el terreno de la migración, con 151 estados miembros y otros 12 con estatuto de observadores; reconoce la relación existente entre migración y desarrollo económico, social y cultural, y defiende el derecho a la libertad de movimiento de todas las personas.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

1 COMENTARIO

  1. Y digo yo: si invirtieran tantas energías y recursos en cultivar la tierra o lo que fuere, en hacer algo allí de donde vienen en lugar de gastarlos en lanzarse al agua, ¿estaría África como dicen que está, sin futuro? Yo los veo aquí superactivos vendiendo sus mercancías en las playas, en las calles… Pienso que no son unos vagos y que algo podrán hacer allí si se lo proponen. Otra cosa que tampoco entiendo es que se les prohíba la entrada y luego venga a arriesgar equipos, guardias, vidas en suma, para rescatar unos cadáveres. dan ganas de vomitar. No veo lógica ninguna.

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