Benjamin Murmelstein: el último de los injustos

El último de los injustos, película rodada en 2012 por el director francés Claude Lanzmann, viene a completar su anterior película Shoah (1985) sobre el mismo tema, la historia de las deportaciones y el exterminio de los judíos en Europa a lo largo de la primera mitad del siglo XX así como sus verdaderas causas.

cartel-El-último-de-los-injustos Benjamin Murmelstein: el último de los injustosUn tema al que Claude Lanzmann ha dedicado lo más significativo de su filmografía, dispuesto a hacer una misma película con diversas variantes sobre este drama colectivo inagotable y en el que destacan personalidades como la de Benjamin Murmelstein, rabino de Viena durante los días posteriores a 1938 (fecha de anexión de Austria por Alemania) y único presidente del consejo judío que sobrevivió al campo de exterminio de Terezin (Theresienstadt, a 40 kms. al Noroeste de Praga). Tal es el protagonista de la cinta, que bien se merece un punto y aparte.

El juego de palabras del título se copia del libro autobiográfico del propio Benjamin Murmelstein y él mismo lo explica así: «No quiero ser el último de los justos porque ya ha habido demasiados, de ahí que prefiera ser llamado el último de los injustos. Se asimila justo a mártir, y ya son demasiados los mártires, lo que no significa que todos ellos sean justos».

En la entrevista, en sus palabras laten las necesarias ansias de justificación por seguir vivo. Es digno de seguirse el proceso de su amistad con Adolph Eichmann en Viena y el descubrimiento de su verdadera cara cuando ya era tarde; sus posibilidades de huir que desechó en varias ocasiones, cuando todavía era tiempo y él era de los pocos que podían viajar, a Londres, por ejemplo; sus peleas dialécticas con Hannah Arendt, quien exculpaba por banal al jefe nazi.

La larga entrevista se la hizo Claude Lanzmann en Roma en 1975 para Shoah, aunque luego resultó que era excesivo para incluirlo en una cinta colectiva. Decide entonces dejarlo fuera, pero ya en 2012 y con 87 años, su personaje, muerto en 1989, se le impone de nuevo. Ve que el paso del tiempo no ha borrado la permanencia de los sitios y decide exhumar y poner en escena esos encuentros de Roma, volviendo por su cuenta a las ruinas de Nisko y a Theresienstadt, los dos campos de concentración que le describió Benjamin Murmelstein de primera mano, y recorrer con él toda su trayectoria desde Viena.

Es así, gracias a este trabajo por etapas, retrospectivo y arqueológico, como descubrimos la personalidad extraordinaria de Benjamin Murmelstein, maestro dotado de una inteligencia fascinante y de una memoria única, extraordinario relator, irónico y justo, pero sobre todo contradictorio, quién sabe si ha desarrollado toda su argumentación devorado por la culpa.

Su entrevistador Claude Lanzmann le pone paso a paso contra las cuerdas en un afán de llegar hasta el fondo de la cuestión y hace que se despoje de tapujos y se lance a hablar con la osadía de quien ya no tiene nada que perder. Ni siquiera la vida. Sí el honor y el poder asertivo de la verdad con que recupera, por ejemplo, la figura legendaria del rey bufón que él ha estudiado a fondo y que procedente de Oriente, llega hasta la Alemania nazi: «Los presidentes del consejo judío éramos como el rey bufón (léase igualmente borracho, payaso, etc.). Lo elegían, lo tenían en el poder emborrachándolo durante unos días y finalmente lo mataban, ésa era la leyenda y lo que nos pasaba a nosotros frente a los nazis. Nosotros estábamos permanentemente entre el martillo y el yunque, lo que quiere decir que teníamos que parar los golpes, que nos los llevábamos todos. Éramos los bufones de los nazis, nada más.»

Así desenmascara mitos y los campos de concentración que él vivió y que, según la leyenda propagandística con la que Hitler engañó al mundo, eran una maravilla, y recupera el significado bufo, grotesco y macabro que Madagascar tenía para la corte de Hitler, un proyecto frustrado al pasar Madagascar a manos inglesas.

«¿Quiere usted saber cómo me siento? El Talmud dice que un hombre pobre es un hombre muerto, y en ese sentido yo estoy muerto. ¿Y que por qué me salvé de Terezin? Tal vez porque, como Sherezade, tenía algo que contar. Y también porque fui un rezagado. No fui de los que se dieron prisa en salir de allí.»

El último de los injustos se estrena el viernes 10 de enero simultáneamente en salas y en internet.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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