El vendedor, un cuento de invierno

De Canadá nos llegan con frecuencia agradables sorpresas, buenas e incluso muy buenas películas. No está dicho que toda la producción cinematográfica del país reúna las mismas cualidades, pero sí que entre sus cineastas existe una tendencia que hace un cine digamos que “de andar por casa”, que cuenta historias de gentes que nos suenan a conocidas en situaciones absolutamente banales y que sabe sacar el mejor partido visual y narrativo de ellas, y además sin juzgarlas, lo que añade un plus a sus producciones.

cartel-El-vendedor El vendedor, un cuento de inviernoA esta categoría de películas buenas que hablan de personas y cosas cercanas pertenece “El vendedor” -primer largometraje de Sébastien Pilote, canadiense de Québec- que después de estrenarse en el Festival de Sundance 2011, recorrer unos cuantos festivales internacionales y conseguir el Premio Fipresci en el de San Francisco, llega a las salas españolas el 5 de julio de 2013.

“El vendedor” es una reflexión sobre el trabajo alienante. Para el protagonista Marcel Lévesque (Gilbert Sicotte), empleado de 67 años en un concesionario de automóviles en el remoto norte canadiense, viudo con una hija (Nathalie Cavezzali) y un nieto, el trabajo es toda su vida. Marcel vende automóviles en mitad del cruel invierno canadiense, con la nieve hasta las rodillas, y lleva 15 años siendo “el empleado del mes” no muy lejos de un fábrica de papel que cumple 237 días cerrada temporalmente y está ocupada por los trabajadores. Mientras continúa vendiendo más coches que ninguno de sus colegas, gracias a su facilidad para decirle al posible comprador exactamente lo que espera oír, para establecer una confianza con los clientes a quienes considera amigos, y entre ellos a uno de los obreros en paro al que vende un cuatro por cuatro, ignorando los dramáticos acontecimientos que están sucediendo a dos pasos de su oficina. Marcel sueña con jubilarse y hacer el viaje de su vida: atravesar medio continente hasta Detroit, la emblemática sede de las mayores fábricas de automóviles de Estados Unidos.

El vendedor es una de esas personas a las que, como decía John Lennon (o al menos se le atribuye), “la vida les pasa al lado”; la película es el retrato de un hombre que con el coche vende sueños de felicidad y libertad mientras su existencia está varada en un concesionario desde el que, en los muchos ratos libres que le deja el trabajo, contempla ensimismado los grandes espacios nevados que parecen limitar con el infinito.

De una madurez impresionante para tratarse del primer largometraje -la segunda película de Sébastien Pilote, “Le démantèlement” (El desmantelamiento), se ha presentado el pasado mes de mayo en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2013- “El vendedor” es también una crónica “sensible y melancólica” sobre la desaparición de las comunidades rurales y el carácter anacrónico e incluso absurdo de algunos oficios llamados a desaparecer. Marcel pertenece a una generación de hombres capaces de añadir «una parte de nobleza a un modesto” y prescindible. “Quería- ha dicho el realizador- mostrar el aspecto absurdo de la venta de automóviles, el lado alienante de nuestra sociedad. Quería mostrar a una persona que hace su trabajo, que es el mejor vendedor del mes desde hace quince años, lo que es una absurdidad, como si el tiempo se hubiera congelado. Quería un personaje que no fuera ni blanco ni negro, que resultara difícil de juzgar lo mismo que, como consumidores de una sociedad capitalista, en la que participamos en la destrucción, resulta difícil decir si somos culpables, o no. Quería mostrar que es difícil cambiar, casi imposible imaginar el mundo de otra manera. Por eso el vendedor no puede imaginar el cierre de la fábrica, porque ha existido siempre. Los vendedores de autos como Marcel están llamados a desaparecer, los de hoy son mucho más asépticos, hacen cursos de formación, aprendes técnicas de venta…”.

Una región lejana para los espectadores, que sin embargo el realizador conoce bien, en la que se han producido diversos cierres de fábricas en los últimos años lo que, unido al éxodo de los jóvenes hacia la metrópoli, la está transformando de “zona modelo” (que fue) en desierto industrial; los problemas de los trabajadores de esas industrias que desaparecen sustituidas por grandes multinacionales que deslocalizan la producción hacia otras regiones del planeta; la estética industrial, que ha imperado en todo en todo el mundo durante más de siglo, y también está llamada a desaparecer. Todo esto y el invierno, el crudísimo invierno del norte canadiense, forman parte del relato dramático y nostálgico que es “El vendedor”, una excelente película de gentes normales inmersas en su rutina.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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