Kerouac: En la carretera (On the Road)

50 años después, el manifiesto de la beat-generation sigue funcionando como estímulo

on-the-road Kerouac: En la carretera (On the Road)“Conocí a Neal no mucho después de la muerte de mi padre”…Los lectores habituales identifican algunos libros por la primera frase de su texto; no es algo que ocurra muy a menudo pero cuando sucede, como es el caso de On The Road, escuchar esa frase es para el lector una suerte de epifanía que se repite y me gustaría creer que el autor, en este caso el plasma del autor -Jack Kerouac que estás en los cielos- experimenta algún tipo de sobresalto acompañado de la felicidad que proporciona el reconocimiento.

Considerado como manifiesto generacional en más de medio planeta, libro de cabecera de ávidos lectores que lo han devorado durante décadas, cincuenta y cinco años después de que se escribiera En la carretera (On the Road) –un libro al que cuesta no llamar por su título original porque él es, justamente, el emblema de la rebelión de la beat-generation, enormemente creativa e inspiradora de las siguientes proles de contraculturales, hippies e indignados, a todo lo largo del siglo XX- la obra fetiche de Kerouac llega a su enésima edición (y la tercera de lo que ya se conoce como “el rollo mecanografiado original) coincidiendo con el estreno en las pantallas españolas (el 19 de abril de 2013) de la siempre esperada adaptación cinematográfica de un libro que es más que un libro, “un estado del alma”, redactado como el eco de las muchas voces de un grupo de jóvenes que escribían como vivían . Sexo, drogas y jazz como telón de fondo: mujeres, hierba, alcohol, anfetaminas y música negra para ir tirando. Y unos cuantos autores a los que reconocían su influencia: Melville, Walt Whitman, Proust, Virginia Wolf, Shakespeare, Stendhal, Proust, Thomas Wolfe …

Después de la muerte de su padre, el aprendiz de escritor neoyorquino Sal Paradise, doble en el cine de Jack Kerouac, conoce a Dean Moriarty (en la realidad Neal Cassady) un encantador exrecluso casado con la adolescente y seductora Marylou mientras mantiene otra relación, en otro estado, con otra joven mucho más convencional. Decididos a no dejarse etiquetar, los tres meten todas sus posesiones en una bolsa y se lanzan a la carretera en busca de la libertad y al encuentro del mundo. El “viaje” -por la carretera, por los estupefacientes y alucinógenos, y por la vida.- es “una búsqueda del Grial de los tiempos modernos” (Jacques Morice, Télérama): lo importante no es el destino sino el viaje y el adiós final no es otra cosa que una bifurcación de caminos.

Como suele ocurrir, la película dirigida por Walter Salles (Central do Brasil, Diarios de motocicleta se encuentra a mucha distancia de aquel rollo de 36 metros donde Jack Kerouac mecanografió la primera versión de On the Road, pese a haber conseguido un casting impresionante (Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Kirsten Dunst, Viggo Mortensen….). “Perpetuo tricotar y destricotar de amistades, amores y sexo en todas las combinaciones posibles, encarnando el viento nuevo de libertad que soplaba entonces”.

Es como una versión light, interesante desde luego, pero muy escasa de contexto, falta de ambición. No están a la altura ni el guión -que no tiene el más mínimo interés en mostrarnos esa América profunda , reaccionaria, anticomunista beligerante y lacerada por las consecuencias de una guerra que había ocurrido a miles de kilómetros de su territorio pero se había llevado por delante a cientos de miles de sus jóvenes , y que es la que los protagonistas recorren -, ni los intereses últimos de aquella generación, enormemente transgresiva, que estuvo a punto de echarse a perder, como la anterior, por culpa del conflicto y que está en el origen del rock y la liberación sexual posteriores, ni la puesta en escena a la que le falta la “magia”, la fiebre del libro, el ritmo sincopado de la escritura literaria, tan jazzístico, tan de la época (primeros años 1950) en que tiene lugar el largo viaje “por carretera” –cruzando de norte a sur y este a oeste un país enorme, donde se suceden los estados y las legislaciones- de dos imprescindibles del movimiento beat: Kerouac y Neal Cassady, poeta, escritor y vagabundo que se inició en la vida viajando en vagones de tren de carga junto a su padre, al que perdió para siempre en alguna de las estaciones o apeaderos del inacabable trayecto y que, junto a Allen Ginsberg y algún otro superviviente del grupo, prolongó su influencia hasta el movimiento psicódelico de las dos décadas siguientes.

Por la pantalla pasan William Burroughs, Neal Cassady, Allen Ginsberg, Jack Kerouac y más, “poetas de una generación que no lo sabe todavía pero va a pulverizar los códigos de la literatura” (Dominique Widemann, L’Humanité). El filme, como el libro, es una historia de hombres en la que el papel de las mujeres queda reducido al de simples acompañantes, excepción hecha de la hermosa Marylou capaz de masturbar a sus dos amigos al mismo tiempo, a cien kilómetros por hora camino de ninguna parte.

kerouac-en-la-carretera Kerouac: En la carretera (On the Road)On the Road, el libro

En cuanto al libro, En la carretera. El rollo mecanografiado original (tercera edición, Anagrama) es más que una nueva edición, un canto a la libertad y un texto distinto y más fiel al espíritu generacional que la primera versión, publicada en 1957 por la editorial Viking y que escondía la personalidad de los protagonistas detrás de nombres ficticios respondiendo indudablemente a la censura y los compromisos del autor.

Kerouac mecanografió la autobiografía On The Road, sin puntuación, en tres semanas de abril de 1951, a partir de las notas tomadas en cuadernos, servilletas de bares y papeles manchados de grasa de bocadillos, “en un tumulto de benzedrina”, aunque según el testimonio de algunos de sus amigos, recogido por Howard Cunnell en el prólogo de una de las ediciones francesas, “se sabía que estaba trabajando en la obra desde por lo menos 1948”; o sea, antes incluso de salir a la carretera en compañía de Dean Moriarty, Vern Pomery Jr. o Cody Pomeray, que no son más que heterónimos de Neal Cassady. Al parecer entre 1948 y 1951 “escribió varias mini versiones, cambió los personajes”, les fue modificando los nombres y algunas costumbres (sin ninguna duda con la vista puesta en la censura, estricta, del “maccarthysmo”), hasta que encontró “un rollo de papel de los que se utilizaban para forrar estanterías, lo metí en la máquina de escribir y comencé a teclear a toda velocidad, exactamente tal y como se me ocurría, a toda pastilla, al diablo las estructuras falsas –ya veremos luego”, le dijo a su amigo John Clellon Holmes según cuenta Cunnell.

Se trata, sin ninguna duda, de uno de los manuscritos más célebres y más caros del mundo, perdido durante mucho tiempo hasta que en 2001 apareció en una subasta en Nueva York. Un empresario estadounidense, llamado Jim Irsay, compró el “rollo” por casi dos millones y medio de dólares. Desde entonces, el original de On The Road recorre los museos del mundo.

“Lo que en 1957 llegó a las librerías y consiguió hacer las delicias de una cierta crítica, no era la obra de Kerouac, que nunca debió publicarse censurada”. En una entrevista de entonces, en la que Kerouac se expresaba en el peculiar francés de Québec, explicaba: “Existía la generación perdida de los años 1920, estábamos en 1940-1950 y nos preguntábamos: ¿Cómo se va a llamar esto? Después, un día fui a una iglesia y de pronto me dije: beat, be-at, beato en italiano, beatífico en francés…el ritmo sincopado del jazz…Pero el nombre no es importante”. La carretera era la vida. Ser beat era “ser pobre y alegre”; algunos autores añaden que, en cualquier caso, ser beat “debía ser más divertido que ser hoy X o Y”.

El tema de la carretera estaba presente en la obra de Kerouac desde mucho antes de la redacción de On The Road : en 1940 escribió un texto de cuatro folios titulado «Where the road begins» (Allí donde comienza el camino). También su correspondencia habla del comienzo de la redacción del libro en 1949.  El “camino” del libro, el viaje de los dos amigos, terminó en México en 1950: el rollo se agotó cuando llegaron a la ciudad, la leyenda cuenta que el último metro se lo comió un perro.

Junto a su padre, impresor, aprendió a escribir a máquina. Jack Kerouac nació en una familia de canadienses, originarios de Québec, emigrados a Massachusetts en 1922. En su casa se hablaba francés. Eran los años de la gran crisis. Su hermano mayor, Gérard, falleció de una enfermedad incurable cuando Jack tenía 5 años: “los siguientes serían años de duelo, de culpabilidad y de contrición en un ambiente de catolicismo intenso”. Después, sus logros como futbolista le llevaron a la Universidad de Columbia, en Nueva York, la “town” de su primera novela, The Town and the City. Allí conoció a Neal Cassady, a William Burroughs, a Allen Ginsberg… allí se inició en las drogas y el lenguaje de los dealers, y en el jazz: Charlie Parker o John Coltrane como banda sonora de sus vidas.

El estreno de la película puede funcionar ahora a modo de recordatorio, para que los más antiguos del lugar volvamos a leer En la carretera-On The Road y para que nuevos lectores se inicien en el camino del conocimiento de un autor (fallecido en 1969, a los 47 años) y una generación que ha dado grandes nombres a la literatura americana.

  • Anagrama, Colección Panorama de narrativas
  • ISBN 978-84-339-7507-2
  • Traducción: Jesús Zulaika
  • 448 páginas

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Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

4 COMENTARIOS

  1. para alejandro coca.
    al final del artículo tienes todas las referencias del libro, editorial, precio, etc. naturalmente se encunetra en las librerías: si tienes problemas, la Casa del Libro y la FNac venden online. Búscalas en Internet. saludos

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