Gotarrendura, la posible cuna de Santa Teresa

Por M.ª Luz González Canales¹

La celebración del V Centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús ha puesto de actualidad el debate nunca resuelto entre Ávila y Gotarrendura acerca del lugar de nacimiento de la santa. La controversia encuentra su razón de ser en que, hoy por hoy, no existe ninguna prueba documental que demuestre de manera concluyente cual fue la cuna de Teresa de Ahumada.

La pugna callada pero permanente entre Ávila y Gotarrendura recuerda la lucha de David contra Goliat, en la que este pequeño pueblo de 160 habitantes siempre ha llevado las de perder, viendo su reivindicación sistemáticamente ninguneada. Sin embargo, los gotarrendurenses en ningún momento han renunciado a sostener sus argumentos, avalados por el que posiblemente sea el mejor biógrafo de Santa Teresa, el padre carmelita Efrén de la Madre de Dios, quien afirmó en 1951: «El lugar feliz de su nacimiento hubo de ser, según parece, la riente aldea de Gotarrendura, adonde sus padres solían invernar».

Desde tiempos inmemoriales, los vecinos de Gotarrendura han conservado la tradición de que Santa Teresa nació en la casa-palacio que su abuela poseía en el pueblo, donde —al decir del padre Efrén — «sus padres solían invernar y celebrar los sucesos íntimos de la familia», corroborado por el hecho de que todos los hermanos de la santa nacieron y se criaron en Gotarrendura e incluso que su propia madre falleció en el pueblo, donde también celebró su boda. Y es cuando menos curioso que en el de Libro de nacimientos de Gotarrendura falten treinta hojas correspondientes a la fecha natal de Teresa, lo que pudiera ser significativo del interés por eliminar la prueba que avalaría a este municipio como el lugar del nacimiento de la santa.

Más aún: En el Pleito testamentario de don Alonso, padre de Teresa, el rentero de la finca y hombre de confianza de la familia, declara en 1544 que «este testigo vio nascer dos (hijos) de ellos por vista de ojos, y estando este testigo con los sobredichos, nascieron todos los demás», de donde el padre Efrén conjetura que sólo pudo haberlos visto nacer «donde él estaba, que era la casa de Gotarrendura».

La controversia entre Ávila y Gotarrendura tiene en el fondo un carácter de marcado interés social e incluso económico. Como escribe el padre carmelita Daniel de Pablo Maroto acerca de su importancia social: «Es ahí donde creo que se plantea el posible debate en torno al ‘lugar’ material del nacimiento de una personalidad que mueve masas de turistas, peregrinos y devotos con las secuelas económicas adjuntas. En ese sentido, cualquiera descubre que el hecho tiene mucha importancia».

La polémica abierta por el padre Efrén, cuestionando la hasta entonces indiscutida hegemonía de Ávila en este tema, motivó que su entonces alcalde solicitase un dictamen al Ministerio de Gobernación, con un informe adjunto de la Corporación destinado al Director de la Real Academia de la Historia, acerca de «si históricamente puede y debe considerarse como cuna indiscutible del nacimiento de Santa Teresa esta ciudad de Ávila». Podemos imaginar el peso de la responsabilidad que sintieron las autoridades académicas, que con solo abrir la puerta a la duda, hubieran desencadenado una hecatombe en la diócesis de Ávila, cuando menos.

En consecuencia, las conclusiones de Dª Mercedes Gaibrois de Ballesteros, aprobadas en Junta académica el 24 de junio de 1955, dicen así: «Una vez expuesto el punto de vista del autor carmelitano, Fray Efrén de la Madre de Dios en su citada obra, reputamos que su hipótesis sobre el lugar de nacimiento de Santa Teresa no se apoya en pruebas; por tanto, mientras éstas no se aporten, permanece firme la tradición histórica documentada de que Santa Teresa de Jesús nació en Ávila». En definitiva, que, a falta de pruebas fehacientes, se optaba por dejar las cosas como estaban.

Una resolución que sería refutada por el padre Efrén años más tarde, persistiendo en su hipótesis, aunque algo más matizada, hasta la última edición de su obra: «(El lugar de nacimiento de la Madre) oscila históricamente entre el caserón de la ciudad y la finca señorial de Gotarrendura, aldea de Ávila, donde sus padres solían invernar y celebrar los sucesos íntimos de la familia, residencia también de la abuela, Dª Teresa de las Cuevas, que le daría su nombre, cuyas fincas, desde la conquista de Navarra, administraba D. Alonso» (Tiempo y Vida de Santa Teresa. Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink, 1996).

A pesar del esfuerzo de Ávila y la influencia carmelitana por solemnizar la versión favorable al nacimiento de Santa Teresa en Ávila, no han podido solaparse voces relevantes que dan credibilidad a la hipótesis de Gotarrendura, tales como la enciclopedia Larousse, los manuales de bachillerato del Plan de Estudios de 1955 o la biografía teresiana del reciente premio de Asturias de Ciencias Sociales, el historiador e hispanista Joseph Pérez, quien afirma: «Durante mucho tiempo se pensó que sólo podía tratarse de Ávila, pero existe la posibilidad de que el acontecimiento tuviese lugar en la casa de campo de Gotarrendura…».

José Gómez Centurión (Relaciones Biográficas Inéditas de Santa Teresa de Jesús, 1917) remonta las dudas sobre el lugar natal de Teresa a un debate entre los eruditos prolongado desde fines del siglo XVI hasta la sesión pública celebrada por la Real Academia de la Historia durante su IV Centenario. En torno a esta fecha surgieron obras claves presentadas a un concurso abierto de la Biblioteca Nacional en el que se instaba al estudio de las lagunas biográficas de la Madre Teresa.

El propio Centurión lo plantea así: «La triste y rara casualidad de haber sufrido extravío el libro de bautismos correspondiente al año 1515 en la parroquia de San Juan (donde fue bautizada Teresa), y las frecuentes estancias que hacían sus padres en pueblos donde radicaban sus bienes o tenían parientes, debió ser el motivo ocasional de aquellas dudas y de las respectivas esperanzas de poder gozar de tan singular honor otras ciudades, villas y lugares, y sin alegar ulteriores títulos, las sostuvieron con especial y tenaz empeño Alba de Tormes, Gotarrendura y Papatrigo».

La incertidumbre ya provenía de los autos canónicos de beatificación (1617), en donde las declaraciones de los testigos y las solicitudes dirigidas al Papa Clemente VIII estaban plagadas de términos genéricos tales como «nacida en las Españas», «hija de los reinos de Castilla», «natural de tierra de Ávila de los Caballeros», «originaria de aquella diócesis»…, etc.; sin que faltaran las de cuantos apuntaban convencidos a la ciudad de Ávila como su lugar de origen. El empeño de cuantos intentaron hacer a la santa natural y nacida de Ávila capital, contrasta sin embargo con los primeros documentos Vaticanos, donde se alude solamente de un modo ambiguo a «aquella diócesis u obispado».

Finalmente, será la bula canónica de Gregorio XV en 1622 (más de un siglo después del nacimiento de Santa Teresa) la que declare a Ávila como su lugar de su nacimiento, en base a millares de informaciones llevadas a cabo ante el Tribunal de la Curia Vaticana, fundamentadas en el sentir general de la opinión pública.

Es natural pensar que las numerosas Informaciones de testigos obtenidas en los Procesos de beatificación y canonización se resentirían de la presión directa o ambiental, procedente de todo tipo de estamentos civiles y eclesiásticos, tendente a dotar a la santa de un marco natal tan digno como fuera posible, así como del beneficio material que llevaba consigo convertir a Ávila en el centro de devotas peregrinaciones.

En 1587 Ávila había perdido el pleito motivado por el derecho a rescatar las reliquias de la Madre Teresa para el monasterio de San José, que quedarían en la sepultura en Alba de Tormes. Un duro golpe para el Carmelo y para Ávila. Había que salvar la honrilla, y consecuentemente, en las informaciones posteriores de los procesos para elevarla a los altares, tuvo lugar un extenso interrogatorio oficial, celebrado entre 1591 y 1610, en el que los testigos de una veintena de ciudades españolas declararon de forma casi unánime y rutinaria que la Santa era natural y nacida en Ávila.

Pero hubo algunas excepciones, las suficientes para sembrar la duda. Es el caso de Isabel de Santo Domingo («que sabe que se crió en dicha ciudad de Ávila, pero no sabe dónde nació, ni jamás ha tenido curiosidad por saberlo», Proceso de Zaragoza, 1596); Jerónima de la Encarnación («… o de un lugar de allí cerca (de Ávila)»); sor María de Jesús («natural de Ávila o de tierra de ella, por haberlo ansí oído decir») o fray Diego Granero («y sabe que tenía deudos en Ávila, aunque no se acuerda este testigo si ella era natural de allí»). Todo lo cual, sumado al significado que por aquel entonces tenía la expresión «ser natural de», equivalente a haber nacido o vivido en una ciudad donde se tenían los deudos o familiares, no permite en absoluto interpretar que la Madre hubiese nacido en Ávila. Como bien dice el padre Efrén, por esta misma razón los informantes consideraban naturales de Ávila a los padres de Teresa, aun siendo oriundos de Toledo y Olmedo; y lo mismo sucedía con los vecinos de Gotarrendura, naturales de Ávila también puesto que en el Libro de Bautizos del pueblo, que abarca de 1610 a 1618, aún se llamaba este lugar «de la jurisdicción eclesiástica y civil de la ciudad de Ávila».

En la actualidad, la celebración del V Centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús ha pasado por alto a Gotarrendura, y asimismo la hipótesis enarbolada por esta pequeña población de la Moraña ha adquirido para ciertos estamentos un carácter importuno. Pero, hoy por hoy, a falta de documentos y pruebas fehacientes que avalen el lugar natal de Santa Teresa, parece que la duda sigue siendo la opción más razonable.

  1. M.ª Luz González Canales es escritora y filóloga.

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