Gustavo Petro impulsa el giro a la izquierda en Colombia

Por primera vez en su historia Colombia tendrá un presidente de izquierda, Gustavo Petro, vencedor en el balotaje del domingo 19 de junio 2022 sobre el empresario populista Rodolfo Hernández, sumándose a la nueva ola de victorias y gobiernos izquierdistas que se abre paso en América Latina, informa IPS desde Bogotá.

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Gustavo Petro, flanquado por su familia y la vicepresidenta electa Francia Márquez, la noche de su elección como presidente de Colombia para el período 2022-2026.

«A partir de hoy Colombia cambia. Es otra. No es un cambio para vengarnos ni para crear más odios, es un cambio para la paz y para la vida», dijo al proponer «un gran acuerdo nacional» con todos los sectores del país, en el discurso con el que celebró el triunfo ante miles de seguidores la noche de su elección.

Petro ganó, con 11.281.013 sufragios (50,44 por ciento), la más alta votación lograda por político alguno en Colombia, pero al cabo de una larga y muy polarizada campaña, que llevó a la otra mitad del electorado, 10.580.412 votantes (47,31 por ciento) a respaldar la opción de Hernández, un «outsider» de la política.

Entre ambos habían aplastado, en la primera vuelta de la elección presidencial el 29 de mayo, a las fuerzas políticas tradicionales que gobernaron Colombia casi desde su independencia en el siglo diecinueve, y en particular a las del expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), referente de la derecha en lo que va de este siglo.

Durante décadas, la lucha electoral en Colombia estuvo marcada por la posición de los políticos con relación al conflicto armado interno, entre guerrillas izquierdistas, las fuerzas del Estado y los paramilitares, pero con un acuerdo de paz firmado en 2016 la atención se volcó a las demandas sociales largamente postergadas.

Bajo la actual presidencia de Iván Duque (2018-2022), discípulo de Uribe, hubo dos estallidos sociales, con manifestaciones callejeras que se prolongaron por meses en algunas ciudades; centenares de asesinatos de exguerrilleros y activistas sociales, y la pandemia de la COVID-19 agudizó las desigualdades y la pobreza.

En ese clima adquirieron visibilidad regiones y sectores de población marginados por el centralismo, como las comunidades indígenas, los afrodescendientes, mujeres trabajadoras en las provincias de la periferia, y expresiones de los jóvenes hastiados de la clase política responsabilizada de la corrupción.

De esa «Colombia profunda» surgió la que puede considerarse el «as de oros» en la campaña y la victoria de Petro, su compañera de fórmula y vicepresidenta electa, Francia Márquez, activista ambiental y líder afrodescendiente que fue clave en la movilización del voto popular en favor de la coalición victoriosa, Pacto Histórico.

Precisamente ese anhelo y expectativas por cambios sociales que deban concretarse pronto constituye el primero y más urgente desafío para Petro.

Se suma la vigilancia a que le someterán las fuerzas adversas, como los partidos tradicionales que hacen mayoría en el parlamento, un poder judicial muy fuerte, la mayor parte del empresariado y los medios de comunicación, y las fuerzas militares que le tienen en su radar como exguerrillero.

Por eso, en la recta final de su campaña y en su primer discurso como mandatario electo –debe tomar posesión del cargo el 7 de agosto- Petro no solo fue conciliador y llamó a la unidad, sino que se esforzó por mostrar que el suyo es un proyecto de futuro y no uno de saldar cuentas con el pasado reciente.

«Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia, no porque lo adoremos, sino porque necesitamos acabar con el feudalismo y el esclavismo de nuestros señores feudales, y lo vamos a hacer desde el pluralismo económico», dijo en uno de los giros de su discurso.

En otro, afirmó que «se impone que Colombia trate de salvar la Amazonia, y podemos proponer un diálogo entre Estados Unidos, gran emisor de gases de efecto invernadero, y nosotros, que tenemos la esponja para absorber esos gases».

Reiteró su propuesta de «descarbonizar la economía de Colombia», con el desmontaje, en unos quince años, de la industria del petróleo, el carbón y el gas, todo un desafío porque se trata del principal rubro de exportación y la mayor fuente de ingresos del Estado colombiano.

Otra oferta básica de Petro es activar una reforma agraria, que respetaría la propiedad privada pero desincentivando el latifundio con impuestos a la propiedad rural que se considere indebidamente utilizada. En Colombia 52 por ciento de las tierras están en manos de 1,5 por ciento de la población, según el Centro de Memoria Histórica.

También ha ofrecido un nuevo sistema previsional, que dependa del Estado y reduzca el protagonismo que actualmente tiene el sector privado.

Petro, de 62 años, casado con Verónica Alcocer, cinco hijos, es un economista que en su juventud militó en el movimiento guerrillero urbano «19 de Abril», de izquierda no comunista, fue luego diputado, senador, alcalde de Bogotá y candidato presidencial dos veces antes de su triunfo de este año.

Con su elección, se sumará a los ocho gobiernos de tendencia política izquierdista instalados en nueve países de América Latina: Argentina, Bolivia, Chile, Cuba, Honduras, México, Nicaragua, Perú y Venezuela. Este año hay elecciones en Brasil y el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva es favorito en la cerrera presidencial.

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