Homenaje a Cervantes: visita a El Toboso

Don Quijote podría haber sido un hidalgo americano… un delirante sudaca o un ensoñado hispanoamericano…

La mirada que los latinoamericanos tenemos de Cervantes es, sin duda, diferente a la mirada de un español. Pero nos une la lengua y el sentido de la Hispanidad. Para mi, recordar a Cervantes es un permanente aprender, a través de sus libros, de su vida y de la cultura de España.

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Molinos de viento en El Toboso. Foto de Adriana Bianco

Aunque los españoles nos conquistaron a su imagen y semejanza, no somos iguales. Cuando estuve en Madrid recientemente, quise conocer esa geografía cervantina y fui a El Toboso a descubrir y a honrar a Cervantes.

El sentido del “otro” de un latinoamericano es diferente, España no es un “otro” extranjero y distante, es el “otro” conquistador, colonizador y madre, patria pero con un hijo independiente. El otro “España” es mi imagen pero también es algo distinto; es mi lengua, mi raíz y el espíritu de lo hispano. Si yo pienso en José Hernández y el poema “Martin Fierro”, naci viendo la Pampa, los gauchos, escuchando la guitarra, es lo mío, mi casa, mi tierra y mi mate. No hay que explicarme nada, lo siento.

Con Cervantes es distinto, amo sus novelas, “El Quijote” me hechizó cuando lo leí y luego lo estudié en la Universidad, pero debo aprender una geografia lejana. No es solo cuestión de época o literatura, es cuestión de un sentir profundo que nace con uno: el orígen.

Mi homenaje es el homenaje de alguien que ama a Cervantes pero que debe permanentemente hacer un esfuerzo por acercarse a su intimidad hispana, al corazón de un pueblo, a su respirar para poder entenderlo mejor aunque el mensaje del escritor sea universal.

Para ir a “El Toboso” salimos de Madrid, anduvimos unos 150 kilometros, una nada para un latinoamericano que recorre pampas. Tomamos las buenas autopistas camino a Castilla.

“En un lugar de la Mancha….” Y surgen los cultivos, el sol, los muros y tapiales, los pueblos y el camino. En un cruce, la indicación: “El Toboso”.

El pueblo, si bien, preparado para el turismo, respira España, se siente a Cervantes y su gente esta orgullosa de su historia.

“Nosotros vivimos en El Toboso- me explica María, una señora que nos indica donde estacionar- es nuestro pueblo pero también es el pueblo que inspiró a Cervantes y donde quedó prendado de una jóven que luego se encarnó en Dulcinea. Eso fue verdad, puede visitar la casa de Dulcinea y conocer la historia…le va a gustar.”

A caminar se ha dicho. El pueblo conserva la arquitectura de casas con patios y ventanas enrejadas, los faroles y el empedrado. Es la patria de Dulcinea-Ana, ficción y realidad se entremezclan, se entremezcla el amor de Cervantes, y el amor del Quijote.

El pueblo tiene orígenes prehistóricos y vestigos de la época celta-ibérica, además de haber pasado por aquí los romanos, los visigodos y los musulmanes. Pero quien pone esta comarca en el mapa mundial es Cervantes, cuando publica, en el siglo XVII, su genial novela.

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Adriana Bianco con Adrián Torrero en el Museo Cervantino en El Toboso.

Según me explica Adrian Torrero, director del Museo Cervantino: “Nosotros somos conscientes del patrimonio de “El Toboso”, por eso promovemos conservar el pueblo, mantener la arquitectura y los lugares históricos. Ha sido un esfuerzo con la comuna y las instituciones nacionales.”

El Museo Cervantino alberga ediciones de “El Quijote” en varios idiomas y de todas partes del mundo, la mayoria regalos de personalidades internacionales. Nos muestra un libro enviado por Hitler, otro firmado por Fidel Castro desde la Habana, tampoco falta una edición dedicada del General Juan Domingo Perón, de Argentina.

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Iglesia parroquial de El Toboso, con una estatua de Dulcinea al frente. Foto: Adriana Bianco

En la plaza del pueblo esta la iglesia parroquial, aquella con la que se encontrara Quijote: “Con la iglesia hemos dado Sancho”.

Cuidadosamente reconstruida, conserva su fachada y la torre mirador del siglo XVI. Los basamentos del templo datan de 1278, cuando se fundó el pueblo. La iglesia fue construida por la Orden de Caballeria de Santiago de la Espada y se dedicó a San Antonio Abad. Me sorprende porque es domingo y pronto se celebrará la misa pero la iglesia aún esta solitaria.

Sigo caminando por el pueblo y veo citas del Quijote en placas conmemorativas, así, voy llegando a la Casa de Dulcinea.

El Toboso era un pueblo que Cervantes frecuentó cuando era recaudador de impuestos en 1594. Entre llegada y partida conoció a la Familia Zarco, familia tradicional, y a doña Ana Martínez Zarco de Morales, musa inspiradora de Dulcinea. La finca fue reconstruida en 1960 y es, según me comentan, Patrimonio Nacional.

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Casa de Dulcinea en El Toboso. Dormitorios y salones. Fotos Adriana Bianco

Visitamos los salones que conservan el mobiliario de la época, la buena cocina con loza de Talavera, los aposentos en el piso alto. Luego recorremos el gran patio, el Palomar, la Almazara o la Molienda de aceituna y la prensa de uva, las caballerizas y forrajes, una típica caserona de un Hidalgo de la Mancha, que nos recuerda las descripciones del Quijote y ese amor idealizado por Dulcinea del Toboso.

Con su tarea de recaudador, Cervantes, cosechó enemigos y terminó en la cárcel por ciertas irregularidades, en donde, algunos historiadores suponen que comenzó a escribir o a bosquejar su famosa novela.

Querido Cervantes, al recordar tu amor por Dulcinea, te comento que nosotros los latinoamericanos sabemos de amores idealizados y de esa ráfaga de realismo mágico que recorre tu libro. Tu solicitaste, en 1582, un puesto en las Indias, querías venir a América. Hubieras, entonces, escrito tu novela en estas tierras y “El Quijote” sería un hidalgo americano… un delirante sudaca o un ensoñado hispanoamericano…luchando contra las palmeras de vientos… finalmente la Hispanidad nos une… caballero andante…

Querido Cervantes, querido Quijote, haber llegado a tu Toboso me “ha rematado el juicio”, pero siento haber llegado a un pedazo de tu vida y de tu historia.

Antes de partir, pasamos por el Monasterio de la Concepción de las hermanas Clarisas, y al entrar a la Ermita de San Benito, una monjita me atiende amablemente, contándome que son sólo nueve monjas, que el convento data del siglo XV, que fue restaurado en 1970 y que ellas son el soporte espiritual del pueblo. Y la conversación continua, hablándome de la orden que es de clausura, de reglas austeras, del pueblo tan conservado en su arquitectura y donde existen 14 iglesias y ermitas, y que en un principio estuvo amurallado. Que debo visitar el Monasterio de las Trinitarias, fue esa Orden de la Santísima Trinidad y los Cautivos, la que se ocupaba de rescatar a los prisioneros, y fueron ellos quienes gestionaron la liberación de Cervantes de la cárcel de Argel, bajo el yugo musulmán.

La plática sigue y la monjita me comenta las Jornadas Cervantinas, con música y teatro, que se celebran todos los años en abril, mes del libro y de la muerte de Cervantes; también me indica el camino para llegar a los famosos molinos de viento.

Y le hago caso y llego a los famosos molinos. Desde la colina se divisa el gran valle, los sembradíos y los pueblos con sus ondulantes caminos. El sol esta alto y todo se tiñe de un dorado intensamente luminoso. No llegará cabalgando el Quijote, ni dará con su lanza golpes a los gigantes pero su espíritu vaga en estas tierras y, para quien viene de América, es como un espejismo encontrar la geografía tan celosamente retratada por Cervantes y poder disfrutarla y evocar los lugares de la Mancha acompañada del Quijote y de Dulcinea del Toboso. Gracias querido Cervantes, gracias Quijote!

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4 COMENTARIOS

  1. Excelente nota. Emocionante, un enfoque sudaca asombroso, un punto de vista que valoriza al personaje desde lejos. Desde otro terruño.
    Helena, Manuel, sudaca es solo una palabra, la valoración que le deis es desde vuestro ego. Si no la aceptas como despectiva no les afectará. A mi me causa gracia, quizás porque recuerdo que fueron los sudamericanos los que se pusieron el mote al llamarse a ellos mismos Sudaca. Una típica costumbre sudaca.
    Lo cierto es que habéis reaccionado a una palabra y dejado de lado la maravillosa descripción de la nota.

  2. Sudaca es una palabra repugnante; ya casi no se oye pero aún subsiste residualmente y da grima visual verla en la entradilla. Diré, de paso, que hace algunos años circula otra voz más lenitiva pero igualmente racista para llamar a los latinos: Panchitos. No me gusta el raciso que hay tras ellas, como tras expresiones como Judiada, ser un gitano o trabajar como un negro.

  3. Desde Colombia:

    ¿Por qué siguen utilizando el despectivo calificativo de SUDACAS?

    Suramericano delirante es suficiente.

    ¿Les gustaría que les sigan diciendo a ustedes CHAPETONES?

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