Lluvia constante: este otoño que no cesa

Los Teatros del Canal presentan este drama de Keith Huff, Lluvia constante, protagonizado por Roberto Álamo y Sergio Péris-Mencheta. Su título se debe a que durante toda la obra no para de llover en esa ciudad y ello, qué duda cabe, marca el carácter del relato tanto como el de los protagonistas.

cartel-Lluvia-Constante  Lluvia constante: este otoño que no cesaQué duda cabe también, que durante este otoño madrileño tan excepcionalmente lluvioso, todos nos hemos sentido solidarios con estos protagonistas y esta lluvia, aunque no nos caiga encima, aunque caiga en otra parte, una lluvia que es además metáfora de lo que está pasando fuera y dentro, en las casas y en la calle donde trabajan -o trabajaban- estos dos policías. Para colmo, hay otra circunstancia que se repite también en nuestras vidas solidariamente con la obra, y es que en ésta, durante su transcurso, toca estar pendientes de la evolución de alguien que «evoluciona favorablemente dentro de la gravedad» y que «no se puede hacer nada más». Sólo esperar a que pase esta «lluvia constante».

Todas estas similitudes con el paisaje nuestro de cada día hicieron que se despertara una gran solidaridad entre el público con lo que allí pasaba. Las voces de los actores se escucharon con devoción –si no ponías bien el oído, te lo perdías-, la penumbra -sofocada de tanto en tanto por los truenos lejanos- se alumbraba de azul cobalto, todo invitaba a entrar en su terreno y ser cómplices de la narración, y al final los aplausos fueron mucho más que generosos.

Los dos actores, amigos y compañeros en la obra, se abrazaron con una unción que debía mucho al fervor del público.

He aquí la sinopsis argumental: Dos jóvenes policías, Rodo y Dani, amigos desde la infancia, se enfrentan en pocos días a una serie de acontecimientos que afectarán a sus vidas para siempre. No solo su amistad es puesta a prueba, sino su escala de valores, su sentido del honor y su lealtad. Los dos personajes nos dan su particular definición de lo que es la familia, así como de las cuestionables decisiones morales que toman en su nombre. Pero el recuerdo que tiene cada uno sobre lo que realmente sucedió en aquellos días de lluvia constante no parece coincidir…

Durante toda la representación, no se mueven de un mismo escenario, en el que no cambia absolutamente nada, sólo la luz; y la palabra es la encargada de situar los tiempos y trasladar la acción a otros lugares que son siempre éste. Todo allí (sillas, mesa, ventana alta y con barrotes) es neutro y transportable como si la cosa no estuviera simplemente adherida a los lugares donde transcurrió, o como si ellos llevaran siempre consigo un mismo lugar a cuestas. La necesidad de pertenencia que se retrata es muy fuerte, sea a una familia, sea a un estamento, sea a unos seres a los que «se ayuda».

Lluvia constante está hecha de historias que se encadenan unas a otras, historias que parecían dispersas cuando se desgranaron al compás de la lluvia pero que luego adquieren un significado conjunto como entretejidas y enlazadas. Ttodas ellas configuran el desastre, «en este barrio no te aburres nunca”.

Historias terribles, de esas que pueden ocurrir en toda gran urbe, y particularmente en esa zona negra donde de noche… De noche deja de verse todo tan claro, sobre todo si andan por medio esos aliados que alteran la percepción de la realidad.

Hay, además, una ley de la compensación que actúa también en el ánimo de estos policías en situaciones extremas, sea de noche o de día, y con esas ayudas más: resulta que uno es capaz de las acciones más nobles, de conmoverse ante el dolor humano para, acto seguido, provocar uno mucho mayor mediante el comportamiento más vil. Son dos policías, dos personas de las que esperas que pongan orden en lo que ven, que ayuden, pues ésa es su función. Personas que cuidan a las personas, así se llaman ellos y así lo llegan a creer, lo que son capaces de hacer poseídos por esa hybris heroica.

Como dioses se sienten los que ayudan, y eso -ese horror, esa crítica- debería ser extrapolable a todos los ámbitos conocidos.

El entremezclarse sus propios dramas con lo que cuentan deja claro que ellos dos han contribuido a generarlos, tanto más que, al contarlos así, parece que los han provocado para poderlos contar. Imposible deslindar lo privado y lo profesional, el regodeo del dolor por lo que se siente.

Lluvia constante fue producida originalmente en 2006 en el New York Stage and Film’s Powerhouse Theater. Su primera producción profesional fue realizada por Chicago Dramatists en 2007 y luego por el Royal George Theatre de Chicago en 2008. En Broadway, se estrenó el 29 de septiembre de 2010 en el Schoenfeld Theatre, protagonizada por Hugh Jackman y Daniel Craig bajo dirección de John Crowley, batiendo a la fecha el récord de espectadores semanales en Broadway para una obra teatral no musical.

  • Título: Lluvia constante
    Autor: Keith Huff
    Director: David Serrano
    Reparto: Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta
    Escenografía: Elisa Sanz
    Iluminación: Juan Gómez Cornejo
    Espacio Sonoro: Pelayo Gutiérrez, Eduardo G. Castro
    Una producción de Producciones Abu, Milonga Producciones, Zoa PTC,
    Amantes Venia de Amar y Barco Pirata.
    Espacio: Teatros del Canal, Sala Verde
    Hasta el 29 de octubre
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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