Mariano en el país de las maravillas

Mariano empezaba ya a cansarse de estar diciendo mentiras a orillas de aquel Parlamento.

Entonces pasó un conejo blanco de ojos rosados que era tan mentiroso como él. ¡Dios mío, Dios mío, voy a llegar tarde! dijo el conejo Montoro.

Lucas León

El conejo, digo Montoro, se sacó un reloj y unos presupuestos del bolsillo del chaleco, los miró y dijo: “Los sueldos están creciendo moderadamente”.

Mariano se puso a correr tras el conejo por la pradera parlamentaria, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al pie del seto, en el que había un cartel: “Financiación ilícita. Gurteles y Bárcenas”.

Un momento más tarde, Mariano se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.

O el pozo era en verdad profundo, o Mariano caía muy despacio, porque mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse cómo iba a mantener callado a Luis. Para eso no les valdrían Jesús y Celia, que sólo hacían callar al Parlamento. Después miró hacia las paredes del pozo y observó que estaban cubiertas de donaciones y sobres. Por todos lados. Cogió, a su paso, uno de ellos y empezó a delirar.

Y decía: “La recuperación es un hecho, sólo hace faltar medir el grado de excelencia que tendrá”. “La Reforma Laboral es un éxito, sólo tenemos seis millones de parados” “No he tocado la línea roja de las pensiones, a los pensionistas no se les va a congelar la pensión, porque no tenemos hielo suficiente.”

Y así, así llegó al Charco de las Lágrimas y se encontró a la Duquesa de la Mancha. ¿Verdad Dolores que somos el partido de los trabajadores? Al Ratón, al Conejo Blanco y a la Gata Dina les entró la risa y llegaron al Jardín.

Allí estaban la Liebre de Marzo de Fachadolid multiplicando por diez a los obreros en paro que habían estafado al Estado de las Orugas. Era tan mentirosa y repugnante como el Conejo Montoro.

Y, de pronto, apareció la Reina de Corazones, recién llegada de Alemania. Todos eran reverencias y ombligazos. Mariano estaba feliz ante su jefa. ¡Heil Ángela! Decía la Falsa Tortuga Mato y el Ratón De Guindos.

Todos eran felices en aquel país que relataba La Langosta Marhuenda y que santificaba el Buho Rouco.

Y Mariano dijo:

Pasé por su jardín/ y con un solo ojo/ pude observar muy bien/cómo el búho Rouco y la pantera Cospe/ estaban repartiéndose un pastel.

Afuera de la madriguera, continuaba la merienda de negros.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.