Miel, la muchacha que miraba la muerte de frente

Valeria Golino, actriz italiana conocida internacionalmente por su protagonismo en títulos como “Respiro”, “Frida” o “Rain Man”, se ha pasado al otro lado de la cámara y se ha metido en un campo de minas dirigiendo Miel, una película sobre el derecho a morir dignamente, el suicidio asistido que se estrena en España el 11 de abril de 2014.

cartel-miel Miel, la muchacha que miraba la muerte de frenteMiel es una película valiente, tremendamente actual, que ya ha levantado ampollas en medios católicos integristas.

“Emotiva, sensible y reflexiva”, en Miel aparecen la dignidad del ser humano, la amistad, el derecho a decidir, la compasión y la solidaridad, encarnada por la joven que se hace llamar Miel (Miele, Jasmine Trinca, intérprete de títulos como La mejor juventud, El gran sueño y Romanzo criminale). En la pantalla, junto a ella, el veterano Carlo Cecchi (Belleza robada, El violín rojo, Haman: el baño turco), un maestro de la escena, en el papel del ingeniero cínico que no está enfermo pero ha perdido el interés por la vida y necesita la ayuda de Miel para poner fin a sus días.

Coproducción franco-italiana inspirada libremente en la novela de Mauro Covavich A nome tuo (En tu nombre), Miel obtuvo la mención especial del Premio del Jurado Ecuménico en la sección Un certain regard del Festival de Cannes 2013; también ganó tres Nastri d’Argento, premios que entrega el Sindicato nacional de Crítico Italianos (mejor director, mejor actriz y mejor sonido), así como el Premio del Público en el Festival de Cine Europeo de Bruselas, el de la mejor actriz en el Festival de Estocolmo y el de mejor película en Liubliana (LIFFE).

Irene tiene 32 años y vive sola en una casa pegada al mar, no lejos de Roma. Tanto su padre, como su novio, creen que estudia en la universidad pero, en realidad y con el apodo de Miel, lleva una vida clandestina en la que ayuda a morir a personas que se encuentran en fase terminal, proporcionándoles un fuerte veneno que ellos mismos se administran. Su trabajo consiste en facilitar la transición de la manera más dulce posible, y sin dejar rastro. No se trata de una elección ideológica o humanitaria; para Miel es una responsabilidad, arriesgada e ilegal pero bien pagada, que le encargan algunos médicos. Un día lleva una de esas dosis letales a un tal señor Grimaldi, que vive solo: hablando con él descubre que disfruta de una salud perfecta pero está cansado de vivir y quiere suicidarse. Cínico, nihilista, deprimido, parece que ni siquiera la relación que Grimaldi establece con Miel puede hacerle cambiar una decisión irrevocable; Irene no quiere sentirse responsable y hace de todo para impedir que lleve a cabo su propósito

“Miel habla de muerte pero exalta la vida” e interroga al espectador acerca de cómo se puede mirar a la muerte de frente. Miel es una presencia casi impalpable en las casas de los enfermos, entra con delicadeza, habla en voz baja, explica el procedimiento y consuela a los familiares. Periódicamente vuelva a Los Angeles, desde donde se traslada a México en autobús para comprar un potente barbitúrico de uso veterinario. Después viaja por toda Italia repartiéndolo…

La realizadora Valeria Golino se enfrenta con valor y madurez al controvertido tema de la eutanasia y el suicidio asistido, sin pretender proporcionar respuesta ideológica a un debate abierto en todas las sociedades occidentales, que son las que más tabúes conservan en torno a la muerte (muchas de las orientales lo tienen sobradamente resuelto). La actriz Jasmine Trinca, bellísima en los primeros planos, llena de luz y convicción un papel nada fácil y carga con todo el peso de una historia agridulce y difícil, en la que se ha evitado a toda costa caer en la lágrima fácil y el melodrama. La narración está subrayada por un puñado de canciones soberbias, acompañamiento musical elegido por los pacientes para su despedida de la vida, como las inolvidables Io sono il vento de Marino Marini o Les sabots d’Helene de Georges Brassens.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

1 COMENTARIO

  1. De la realidad y lo terrícola, la vida es lo más supremo, pues incluso el amor existe dentro de su marco; pero su valor crece al infinito al tener conciencia de la muerte, separando a este proceso que -al fin de cuentas, creo- es parte misma del ciclo vital, su natural conclusión que, en lo estricto, va produciéndose de mucho antes que el estertor, en un «apagamiento gradual». Y en realidad, nadie sano y con alguna energía de significancia, tendría deseos de morir, a menos que algo le haya alterado su equilibrio orgánico y/o psíquico.
    Me parece que fue George Eastman (creador de la marca Kodak, el primer hombre en el mundo que firmó un cheque por un millón de dólares), quien a los 77 años invitó a todos sus amigos a una gran fiesta en su casa. En medio, se retiró a su habitación y se quitó la vida. Dejó una nota a sus amigos, más o menos con este mensaje: «Mi trabajo está hecho. Para qué esperar». George Eastman».

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