Museos obligados a vender obras para pagar deudas

Un artículo publicado en el diario New York Time nos recuerda que el Metropolitan Museum of Art (el famoso MET) perdió 150 millones de dólares en los cuatro meses y medio que tuvo que permanecer cerrado en 2020, a causa de la pandemia de Covid-19.

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Museo Metropolitano de Nueva York

Además, desde entonces funciona con una capacidad de visitantes muy limitada lo que ha llevado a su dirección a despedir a ochenta empleados y a reducir los salarios de los restantes.

Como esas medidas no han sido suficientes para acabar con el déficit que viene arrastrando, y como último recurso, los responsables del MET  han recurrido a las grandes firmas de subastas internacionales, ofreciéndoles la venta de algunas de las obras de arte pertenecientes a los fondos del Museo.

El anuncio del MET ha caído como una bomba en Estados Unidos. Para su exdirector Thomas Campbell, hoy al frente del Fine Arts Museums de San Francisco, existe «el riesgo de que la fórmula se convierta en una costumbre para pagar las facturas. Es como el crack para el toxicómano: un éxito rápido que se convierte en una dependencia».

Por su parte, el director del MET responde que el Museo ha seguido efectuando exposiciones y comprando obras, entre otras «de artistas de color de los siglos veinte y veintiuno» sin que ninguna de las dos cosas haya afectado a las colecciones históricas de la institución.

Pero, según la información del digital Korii, suplemento de cultura y ciencia del magazine online Slate, lo del MET no es un caso aislado y, ante la crisis sin precedente que atraviesan los museos, la Asociación de Directores de Museos de Arte, una organización profesional que entre otras cosas vela por el cumplimiento de la deontología en el mercado del arte, ha reducido considerablemente los requisitos para llevar a cabo el procedimiento conocido como «degradación» o «descalificación».

«Hasta ahora, los museos solo estaban autorizados a utilizar el dinero procedente de esas ventas para futuras adquisiciones de obras de arte», pero ahora la Asociación ha anunciado que «el producto de la venta de obras descalificadas puede servir para pagar los gastos derivados del mantenimiento directo de las colecciones».

El artículo especifica que en el otoño de 2020 el Brooklyn Museum consiguió 31 millones de dólares subastando una docena de cuadros firmados por Lucas Cranach, Gustave Cournet y Camille Corot. Poco después y ante las numerosas protestas suscitadas, el Baltimore Museum of Art paró, horas antes de que se llevara a cabo, una desastrosa subasta de tres prestigiosas pinturas de  Brice Marden, Clyfford Still y Andy Warhol, con las que esperaba conseguir al menos 65 millones de dólares.

El asunto de las descalificaciones de obras de arte es, según la publicación francesa, «tabú en los ambientes culturales. En Francia, las obras de arte de los mil doscientos museos públicos son propiedad del estado y, por tanto, invendibles, lo que ha sido objeto de críticas en distintas ocasiones.

En 2015, un informe de la Comisión de asuntos culturales de la Asamblea Nacional recomendaba la posibilidad de que los museos se deshicieran de los «cuadros apilados en sus almacenes y sótanos», que nunca se exponen, en ocasiones están mal conservados y muchos de ellos carecen de auténtico valor artístico.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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