Notre-Dame de Paris, catedral,  monumento y símbolo

El martes 16 de abril de 2019, al día siguiente del terrible incendio que ha destruido parcialmente la catedral parisina, «Notre-Dame de Paris», la novela que Victor Hugo escribió en 1831, era número uno de ventas en la plataforma francesa de Amazon.

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Notre-Dame París

El mismo fenómeno se observó tras los atentados de noviembre del 13 de noviembre de  2015 –cuando Daesh atacó la sala de fiestas Bataclán, algunos restaurantes y el Estadio de Francia en Saint-Denis, causando 129 muertos y más de 350 heridos- aunque en aquella ocasión el libro fue “París era una fiesta”, de Ernest Hemingway, que se agotó en las librerías.

La novela de Víctor Hugo, que ha sido adaptada para el cine en varias ocasiones, sucede en 1482 durante el reinado de Luis XI. El digital FranceCulture, del ente público France Télévisions, ha recuperado para sus lectores un fragmento especialmente significativo estos días: “Todos los ojos se elevaron hacia lo alto de la iglesia. Lo que veían era extraordinario. En la cima de la galería más elevada, más arriba del rosetón central, una gran llama subía entre los dos campanarios con torbellinos de chispas, una gran llama desordenada y furiosa que con el viento parecía por momentos un jirón en medio del humo”.

La catedral era la auténtica protagonista de una novela cuyos personajes son “la egipcia” Esmeralda, el “monstruo” Quasimodo, Frollo y Phoebus. El objetivo de su autor fue rehabilitar la vigencia de un monumento decrépito: “Por bello que se haya conservado al envejecer –escribió- es difícil no suspirar, no indignarse ante las degradaciones, las innumerables mutilaciones que el tiempo y los hombres han infligido al venerable monumento, sin ningún respeto por Carlomagno que puso la primera piedra, ni por Felipe-Augusto (Felipe II llamado “el augusto”, ndt) que colocó la última”.

La publicación de “Notre-Dame de París» tuvo un gran éxito. Un año antes, en 1830, la catedral fue saqueada e incluso se produjo un incendio que afectó a la fachada sur, donde se encuentra uno de los rosetones. Como no podía ser menos, la novela de Hugo – activo militante por la preservación de las iglesias góticas, entre 1835 y 1848 fue miembro del Comité de los monumentos y las artes encargado de referenciar las antigüedades de Francia y de protegerlas”- llamó la atención sobre el mal estado del monumento, desvalijado y degradado, creando un movimiento de opinión que llevó a la organización de un concurso en el que participaron numerosos arquitectos, entre ellos la pareja formada por Jean-Baptiste-Antoine Lassus y Eugène Viollet-le-Duc, cuyo proyecto de rehabilitación fue aprobado en 1844.

Prácticamente lo mismo que piensa hacer el actual presidente francés, Emmanuel Macron quien, después de asegurar que la catedral más visitada del mundo se reconstruirá en cinco años (contra el parecer de distintos técnicos y arquitectos que se consideran incapaces de fijar la duración de las obras de reconstrucción), ha anunciado la apertura de un concurso internacional de proyectos para la recuperación de esta joya del primer gótico francés.

En julio de 1845 se aprobó una ley para la restauración de la catedral parisina y a finales del siglo XIX Notre-Dame renacía con las nuevas estatuas y gárgolas ideadas por Viollet-le-Duc, cuya efigie ha permanecido representada en una estatua de la Galería de los Reyes, y también bajo la aguja que hace cuarenta y ocho horas cayó ante los ojos atónitos de los parisinos.

La catedral de Notre-Dame de París, «una especie de tumba vertical invertida”, un “bloque de tinieblas” –escribe Didier Peron en un artículo titulado “Notre-Dame, la leyenda negra de una catedral” en el diario Libération– “invadió rápidamente el imaginario, tuvo un éxito inmediato hasta el punto de suscitar adaptaciones escénicas, en particular de óperas, como en 1936 la “Esmeralda” de Louise Bertin, que el público silbó, y en España, en 1875, un “Quasimodo” de Felipe Pedrell.

Las adaptaciones al cine de la novela de Hugo han sido numerosas. La pionera fue Alice Guy, quien en 1905 firmó “Esmeralda”. Seguida por Wallace Worsley (1923), Jean Epstein (1931), William Dieterle (1939), Jean Delannoy (1956, la más famosa de todas, con Gina Lollobrigida y Anthony Quinn), y finalmente Disney. Un operador de los Lumière rodó una película documental de la catedral en 1896.

Notre-Dame, iglesia de culto católico propiedad del estado francés laico, monumento emblemático de la cultura francesa construido a lo largo de dos siglos como “la mayor catedral gótica del mundo”, cuya primera piedra la puso el papa Alejandro III de paso por París, el 24 de marzo de 1163, ha sido personaje de literatura, tema de pintores, decorado de cine, musa de poetas… En sus 850 años de vida ha inspirado a artistas, novelistas, poetas, cineastas y, últimamente, a creadores de juegos de vídeo.

Notre-Dame aparece en el cuadro “La mano de Dios protegiendo a los fieles”, de Jean Fouquet (1460), que se conserva en el Museo Metropolitan de Nueva York, y en varias miniaturas del “Libro de las Horas de Etienne Chevalier” del mismo autor. “Notre-Dame de París” es el título de un poema de Gérard de Nerval, perteneciente a la obra “Odelettes” (1853); la nave de la catedral aparece en el cuadro “Sacre de l’Empereur Napoleon Ier et Couronnement de l’Imperatrice Josephine”, de Jacques Louis David (1808), óleo de 10 por 6 metros encargada por el propio Napoleón a su autor, que representa la ceremonia en la que él mismo coronó a Josefina, en 1804, conservado en el Louvre.

En el cuadro “La libertad guiando al pueblo”, de Eugene Delacroix (1830), la catedral de Notre-Dame figura en segundo plano “como símbolo de la capital”, indicando que la escena tiene lugar en París. El cuadro, inspirado en la revolución de las Tres Gloriosas,  se presentó en el Salón de París de 1831 y se conserva en el Louvre.

Henry Matisse pintó en 1914 una “Vista de Notre Dame”, y posteriormente distintas versiones del mismo,  que pueden verse en el Metropolitan de Nueva York; el ruso Marc Chagall, en 1954, “El Monstruo de Notre-Dame”, en el que el edificio de la catedral aparece en la noche y sobre él, suspendidos, un gallo y un asno gigantescos, enlazados en el cielo.

El escritor ruso Dostoievski, admirador de Víctor Hugo, escribió un prólogo para la traducción de la novela al ruso en 1862. Edith Piaf cantó “Notre-Dame de París” en 1952; un año más tarde, fue Léo Ferré: el cantautor anarquista rindió homenaje a “Las campanas de Notre-Dame”. Y ya en pleno siglo XXI, en 2007, la catedral de París aparece en el juego de vídeo “Assassin’s Creed”.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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