Patrimonio cultural de Palestina

En el paisaje monocromático del sur de Cisjordania, la tienda de campaña de Abu Ismail asoma entre las colinas que se alejan hacia el horizonte. Una puerta solitaria, sin valla a su alrededor, indica la entrada oficial a dos grandes carpas en el desierto de Rashayda, informa Silvia Boarini (IPS) desde Ramala (Cisjordania).

Cisjordania del sur visto desde el campamento de Rashayda, a lo largo de la Ruta de Abrahán. Crédito: Silvia Boarini / IPS

 

Abu Ismail en su vida había soñado que un día grupos de turistas extranjeros y palestinos llegarían a diario a su remota tienda para pasar la noche. «Es difícil aquí. No tenemos agua ni electricidad, pero nos las arreglamos para darles la bienvenida a todos», dijo a IPS mientras servía la tradicional taza de café de bienvenida a sus huéspedes.

En los pasos de Abrahán

Rashayda es una de las 53 comunidades que trabajan con Masar Ibrahim Al Khalil (Camino de Abrahán), una organización palestina que promueve la sección cisjordana de una ruta de senderismo que sigue los pasos de Abrahán – el patriarca reconocido por cristianos, musulmanes y judíos – por cinco países de Medio Oriente.

Con la ayuda de una donación del Banco Mundial, Masar Ibrahim desarrolla un modelo de turismo en el que comunidades remotas y pobres reciben a los excursionistas y les ofrecen su apoyo a lo largo del camino. En el último año, cientos de visitantes de todo el mundo pasaron la noche en la tienda de Abu Ismail y se despertaron con la vista del amanecer tras las colinas de la vecina Jordania.

Rashayda se encuentra en el Área C, el 60 por ciento de Cisjordania que está bajo control israelí. Allí no se permite la construcción de edificios permanentes ni la mejora de la infraestructura. El agua se trae en camiones y se bombea a los baños prefabricados por medio de un generador.

Los excursionistas extranjeros experimentan la legendaria hospitalidad palestina y, a la vez, traen ingresos que hacen mucha falta. George Rishmawi, director de Masar Ibrahim Al Khalil, señala que para los visitantes esta caminata también es una oportunidad de descubrir la belleza natural y alejarse de las representaciones mediáticas simplistas que presentan a Palestina únicamente como una tierra de conflicto o de lugares religiosos.

«Creamos vínculos directos entre los huéspedes y los anfitriones, traemos personas cercanas a nuestra flora, fauna, nuestra cultura y tradiciones», explicó. El camino está claramente marcado y hay mapas o rutas de GPS disponibles.

Las diversas secciones se pueden hacer de forma independiente o con un guía, en viajes de uno o varios días, mientras que completarlo en su totalidad lleva dos semanas.

Rishmawi subraya que el camino en Cisjordania es singular ya que se trata del único tramo sin la interrupción de puestos de control durante 334 kilómetros, desde Jenin, en el norte, hasta la tumba de Abrahán, en Hebrón.

La mayor parte del camino serpentea por el Área C, donde, «si no hubiera asentamientos ilegales y bases del ejército (israelí), nuestro trabajo se multiplicaría por 10», se quejó Rishmawi.

No obstante, el haber desarrollado una ruta segura y continua a pesar de la presencia invasora del aparato de ocupación de Israel tiene una especial importancia simbólica para los palestinos, comentó.

«Nuestros movimientos dentro de nuestra propia tierra han estado limitados los últimos 15 años», recordó, refiriéndose a las restricciones impuestas por las autoridades israelíes desde la segunda intifada, el levantamiento popular palestino de septiembre de 2000 en los territorios ocupados por Israel.

«Existe toda una generación que no conoce a su propio país. Así que les mostramos a los jóvenes palestinos lo hermoso que es aquí y, al mismo tiempo, combatimos el desempleo en las comunidades con las que trabajamos, para que no se vayan», observó.

Mashajar Juthour – un arboreto palestino

Cerca de Ramalah, otra iniciativa procura recuperar el patrimonio natural palestino, promover una cultura de conservación y revitalizar el vínculo cada vez más tenue que muchos palestinos urbanos tienen con el Área C.

Mashajar Juthour es un jardín botánico situado en una colina en las afueras de Ramalah, en la montaña Thaer Al Ogde. El proyecto se inició en 2013 cuando Saleh Totah y Morgan Cooper invirtieron sus ahorros en la compra de la tierra.

El lugar de poco más de una hectárea estaba abandonado desde hacía 18 años y, según la interpretación que hace Israel de las leyes jordanas que rigen la zona, podría haber sido adquirido como tierras del Estado y reservado para la construcción de asentamientos.

«Era muy importante reclamar ese espacio», destacó Cooper, en diálogo con IPS. Totah desciende de una de las familias fundadoras de Ramalah y, con la compra de la tierra, la pareja quería devolverle un pedazo de la historia a la misma comunidad cuyos antepasados ​​habían construido los muros y terrazas de piedra que contenían la colina.

Mashajar Juthour es un proyecto educativo, cultural y ambiental. «Queremos que la gente de la comunidad venga…, en particular las familias, porque si no se les enseña a los niños a administrar la tierra, entonces la protección de esa tierra realmente no tiene futuro», sostuvo Cooper.

La pareja y un puñado de voluntarios comenzaron a transformar la colina en un arboreto con la plantación de árboles autóctonos, con énfasis en «las plantas que atraen a las aves, con el fin de revitalizar el ecosistema. Pero tenemos muchas dificultades, porque no hay agua», añadió Totah.

Al estar dentro del Área C, no se pueden hacer obras de infraestructura esenciales que permitirían hacer del sitio un parque ecológico palestino.

«La gente nos pide que arreglemos el camino de tierra que conduce hasta la colina, pero no está permitido. Tenemos que poner electricidad y traer agua hasta aquí, pero no está permitido. Nos gustaría construir una cisterna de recolección de lluvia, pero eso también es técnicamente ilegal», informó Cooper.

«Históricamente, Palestina es ‘fellaheen’ (sociedad agrícola). El agua es un recurso necesario, pero hoy tenemos asentamientos encima de los acuíferos», añadió.

En los últimos dos años y a pesar de los contratiempos, gracias al apoyo de particulares y de pequeñas donaciones, la pareja logró atraer a los visitantes mediante actividades como campamentos de astronomía nocturna y talleres de construcción de muros de piedra, sistemas de aguas residuales, apicultura o plantación de árboles.

Cooper y Totah quieren ofrecerles a los visitantes que llegan al Área C la experiencia de la tierra y de la patria como una entidad viviente que se nutre y necesita nutrirse, más que un ideal estático o un recuerdo de algo perdido.

En Mashajar Juthour, hablar del patrimonio natural palestino significa hablar de la identidad, la cultura y las tradiciones que surgieron de la relación con la tierra, subrayó Cooper.

  • Traducido por Álvaro Queiruga
  • Publicado inicialmente en IPS Noticias

 

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