Tarjetas black, o Caja Babá y los 80 vividores

Emulando a la vieja canción, podría decirse que a estos personajes de la tragicomedia en que se ha convertido el asunto de las tarjetas black, negras, u opacas de Caja Madrid podríamos llamarles “los bien pagaos por un puñao de parné”. Porque eso es lo que han sido durante años, solícitos peones bien remunerados que decían amén al unísono a la voz del capataz mayor del cortijo financiero, ya se llamasen Miguel Blesa o Rodrigo Rato, con lo cual tenían la bendición bancaria para despilfarrar a su antojo. 

Miguel Blesa con José María Aznar

Más de 15 millones de euros se han fundido los 83 sujetos que se beneficiaron de las susodichas tarjetas durante años. Dinero gastado a espuertas que a veces sacaban limpiamente del cajero, otras en viajes de lujo, hoteles de muchas estrellas, comidas pantagruélicas en restaurantes de lujo, compras de joyas, lencería fina, cacería mayor, masajes tailandeses o filipinos, o compras, muchas compras en El Corte Inglés, sobre todo los sábados, día adecuado para estos menesteres, mientras el domingo lo dedicaban a la gastronomía.

Y todo ello amparándose en el epígrafe de gastos de representación, que tiene tela la cosa. En un momento en que Caja Madrid se convertía en una ruina que tuvo que ser salvada poniendo 22.000 millones de euros que al final vamos a pagar todos los españoles por mucho que el presidente Rajoy nos cuente milongas. Y mientras la Caja en cuestión estafaba a miles de pequeños ahorradores con ese producto impresentable llamado participaciones preferentes, que no era otra cosa que un engaño legal con el que embaucarlos y tenerlos cogidos prácticamente de por vida.

Pues ahora resulta que todos esos vividores del dinero ajeno, del nuestro, de los ciudadanos, se vienen a andanas y dicen que ellos no sabían nada, que creían que todo era legal, ya utilizasen el dinero en recibir un masaje filipino o se comprasen un icono de arte sacro o sujetador con relleno. Eso sí, todo lo hacían con el salvoconducto del epígrafe de gastos de representación”, ya que decían representarnos.

De entre el dinero empleado por estos vividores a cargo de Caja Madrid, hay algunos gastos o compras que llaman especialmente la atención, ya que demuestran que en este país sigue estando vigente la frase de “España es diferente”. Especialmente los gastos de los dos jefes de la tropa, auténticos cum laude en la materia: ahí está un Miguel Blesa que no tenía ni idea del mundo de la banca y cuyo mayor mérito para el cargo fue ser compañero de pupitre del expresidente Aznar. Además de percibir un sueldo millonario, disponía de la susodicha tarjeta black, yéndose de cacerías, hoteles de lujo, dinero contante y sonante, y vinos, muchos vinos por valor de miles de euros, entre otras nimiedades.

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Bankia: salida a bolsa con Rodrigo Rato

Rodrigo Rato es otro de los destacados en el ranking de los bien pagaos, además de haber sido durante años presidente de Caja Madrid y de Bankia. Según se ha publicado en varios medios, se fundió casi 100.000 euros con su opaca tarjeta en asuntos como compras en grandes almacenes, viajes o joyas, etcétera. Aficionado a salas de fiestas y a las bebidas alcohólicas, en las que se gastaría miles de euros sin que al parecer le temblara el pulso. A tanto ha llegado la cosa, que el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu ha responsabilizado a Blesa y a Rato de todo el gasto de las tarjetas black, imponiendo 16 millones de euros de fianza al primero y tres millones el segundo.

Existen otros muchos gastos de estos personajes dueños y señores de sus tarjetas negras, fantasmas u opacas, con los que se escribiría un volumen digno de la mejor picaresca, no del Siglo de Oro, sino de la Época de los Chanchullos en que nos ha tocado vivir. Ahí están, como botón de muestra, esas compras de lencería de uno de estos individuos, por lo que el periodista no tiene más remedio que preguntarse: ¿son por ventura las bragas gastos de representación? Porque siendo varón el sujeto, no puede uno imaginarme que asistiera a las reuniones luciendo unas minúsculas intimissimi, o marcándose unos pantys de Calzedonia. En el lado opuesto está otro tarjetero que se dedicaba a comprar arte sacro, es decir, producciones artísticas cuyo fin es el culto a lo divino o sagrado. ¿Iría con las imágenes sagradas a las reuniones para imponer respeto?

¿Y qué decir de algunos sindicalistas, que tampoco se anduvieron con remilgos a la hora del gasto negro-tarjetero? Mientras uno pagaba más de 7000 euros en sastrería, imaginamos que por ropa hecha a la medida, otro se fundía más de 20.000 euros en El Corte Inglés, lugar al parecer apropiado para hacer proselitismo… Incluso ha habido alguna protesta al respecto, como la del socialista Virgilio Zapatero, quien ha tachado al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, poco menos que de Maquiavelo por haberlos expulsado. No señor Virgilio, no es maquiavelismo, sino más bien coherencia, porque como dice el aserto castellano, “o somos, o no somos”.

Finalmente, llama también la atención la forma de gastar dinero ajeno empleada por un comunista, muy comunista al parecer el kamarada, que de un plumazo debe de haber cambiado la hoz y el martillo por las tarjetas fantasmas, y el “Arriba parias de la tierra” por “Agrupémonos todos los tarjeteros en el chollo diario”… Enrique Moral Santín, además de los gastos varios, entre ellos numerosas comidas como si hubiese invitado a la mesa a un Tercio de la Legión, ha sacado durante varios años y sin despeinarse 360.000 euros con su tarjeta de Caja Madrid. Si Marx y Engels levantaran la cabeza les daba un pasmo…

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha seis libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», y «Memoria Histórica. Para que no se olvide». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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