Un eté brulant

Monica Bellucci no es Sophia Loren y Philippe Garrel no está en su mejor momento en Un eté brulant: sobre la descomposición del amor

ete-brulant_cartel Un eté brulantCon Un eté brulant (Un verano ardiente), Philippe Garrel, creador de películas de autor y cineasta de culto francés, ha dado un patinazo importante. En su intento de contar la descomposición del amor y “las miserias de la condición humana” no ha conseguido escribir una historia redonda; todo el guión, que huele a naftalina, es como un punteado de escenas que muchas veces rozan el patetismo, que “provocan indiferencia y hastío” (Carlos Marinero, cuando el filme participó en la sección oficial del Festival de Venezia 2011) y que en ocasiones se hacen realmente insoportables, como esa interminable secuencia del baile de salón -mitad suelto, mitad agarrado- que se marca una Monica Bellucci por la que sí han pasado los años (48 oficiales exactamente), embutida en un vestido que necesitaría dos tallas más e intentando emular, como hace habitualmente, a la mejor Sophia Loren, la que dirigió Vittorio de Sica en La Ciociara, cuando estábamos en 1960 y la Loren no había cumplido todavía los treinta. Lamentablemente, Bellucci –más guapa que actriz hasta no hace nada, y ahora menos guapa- está a años luz de Loren, actriz emblemática del neorrealismo italiano, junto con Monica Viti, Lea Massari, Ana Magnani, Silvana Mangano… y poco más.

Decir “cine de autor” no es suficiente para avalar una obra: también debe tener interés y personalidad, cualidades que le faltan a este verano ardiente al que, por sumarle carencias, le falta hasta el ardor prometido en el título: el minúsculo fragmento de geografía romana que aparece en la película (con los mismos coches aparcados en la misma calle dos meses después), no da en absoluto idea del sofocante calor que acompaña cada año “el ferragosto”; y las escenas llamadas a ser tórridas resultan hasta pacatas, “frescas y secas”, como titulaba Julien Welter su crítica publicada en el semanario L’Express. A toda la narración le falta calor y también un mínimo de poesía, algo de sentimientos a flor de piel si exceptuamos -pero es para enterados- una emocionante escena final en la que aparece el actor Maurice Garrel, padre del realizador y abuelo del protagonista, Louis Garrel, fallecido a los pocos meses de finalizar el rodaje.

En resumen: Paul y Frédéric se conocen por un amigo común e intiman. Frédéric es pintor y vive en Roma, con su mujer, Angela, actriz de segunda fila de las pantallas italianas. Paul trabaja como figurante y a veces hace pequeños papeles en el cine francés; durante un rodaje ha conocido a Elisabeth, también figurante, y desde entonces viven juntos. La pareja italiana invita a la francesa a pasar el verano en su casa de Roma… Los cuatro viven el día a día del final de un amor y la imposibilidad de sobrevivirle, salpicado todo con infidelidades (y definiciones de la pareja y el matrimonio más que convencionales y burguesas), alusiones a la revolución pendiente (por lo visto inevitables, aunque son un pegote) sin más interés que si hablaran del menú de la cena, y alguna pincelada sobre el arte y la función del artista que parecen sacadas de Selecciones del Rider Digest.

Dice la crítica francesa que Philippe Garrell tiene en su haber el mayor índice de suicidios de personajes en sus películas. En esta, que desde luego no forma parte de sus “obras maestras”, no se sale de la norma, podríamos decir que nos habla de un “suicidio por amor” o de “un amor hasta la muerte”. La película se estrena en España el 19 de abril de 2013.

Philippe Garrel, hijo y padre de actores y exmarido de Nico, cantante mítica de los años 1960, es autor de películas tan interesantes como L’Enfant Secret (Premio Jean Vigo 1982), Liberté, la nuit, Le vent de la nuit y La Frontière de l’aube entre otras, en una obra muy extensa que abarca medio centenar de filmes, entre documentales, cortos y largometrajes. En 1991 recibió el Leon de Oro de Venezia al Mejor Realizador por J’entends plus la guitarre, galardón que repitió en 2005 por Les amants réguliers, que también consiguió el Premio Louis-Delluc de ese año.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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