Y en eso llegó míster Xi…

Le pido un poco de paciencia y una gran dosis de comprensión, estimado lector. Sí, aparentemente, el título no guarda mucha relación con el contenido de este comentario, dedicado ante todo a uno de los países más satanizados del Cercano Oriente: Siria. Sin embargo, los cabios registrados en las ecuaciones geopolíticas nos obligan a desvelar la presencia de nuevas piezas en el tablero mundial.

China, la superpotencia silenciosa, tardó décadas en mover ficha en el endiablado mosaico del Cercano Oriente, región controlada desde el final de la Segunda Guerra Mundial por los estrategas de Washington y de Moscú. Las dos potencias coloniales que diseñaron el mapa de la zona –Francia y el Imperio Británico– se vieron eclipsadas por los nuevos amos del Planeta.

Norteamérica quería adueñarse de los cuantiosos yacimientos de oro negro; Rusia pretendía expandir su influencia ideológica en una región convulsionada por la constante pugna entre corrientes revolucionarias –el marxismo y el nasserismo– y opciones tradicionalistas –las monarquías absolutistas y la Hermandad Musulmana-, versión conservadora de un supuesto reformismo social. Los neocolonialistas, al igual que las antiguas potencias coloniales, se dedicaron a apoyar, por no decir, enfrentar a los lideres árabes, aplicando la archiconocida norma del divide y vencerás.

Divide y vencerás, enfrentado a las monarquías con las recién creadas repúblicas islámicas, despojadas de manto de la soberbia imperial, a los conservadores de corte europeísta con los acérrimos defensores de la shariá, a los ulemas del Islam sunita con los ayatolás chiíes. Pero, ¿a quién le beneficia la escisión? Obviamente, al titiritero.

Durante la mal llamada Primavera árabe, los cambios sociales registrados en algunos países musulmanes (no todos figuraban en la lista de los primaverales artífices), la mayoría de los regímenes autocráticos tuvieron que dar paso a nuevas estructuras teocráticas. ¿Los beneficiarios del proyecto? Aparentemente, Israel y los Estados Unidos. Mas sólo aparentemente; a la hora de la verdad, los inconvenientes eclipsaron las ventajas. El islamismo sin monarcas resultó mucho más difícil de controlar que las vetustas dinastías.

Un solo país afectado por el huracán primaveral resistió a la ofensiva de los cambios propuestos (cuando no, impuestos) por los artífices del insólito operativo mesoriental: Siria. Un país laico, heredero de un gran legado civilizacional, con instituciones culturales en pleno auge. Pero sí; un país sometido a la férrea dictadura de un clan alauí: los al-Assad. Su fundador, Háfez al-Assad, un militar que participó en su juventud a la resistencia antifrancesa, se formó en las escuelas de guerra rusas. Su deriva hacia el laicismo resultó, pues, comprensible.

Su hijo, Bashar, cursó estudios de medicina en Damasco. Se especializó en oftalmología en Londres. En el 2000, cuando le tocó heredar el feudo de su padre, las embajadas norteamericanas en la zona recibieron el encargo de elaborar un perfil del nuevo presidente. Al parecer, la aportación más valiosa fue la del rey Abdallá de Jordania, quien trató de tranquilizar al amigo americano: Nos os preocupéis; Bashar y yo pertenecemos a la misma generación: la generación Internet.

Sin embargo, el monarca hachemita hizo caso omiso de un detalle clave: Bashar era rehén de la vieja guardia del partido Baas, aupada al poder por su padre. El nuevo gobernante no fue capaz de llevar a cabo su de revolución Internet. La primavera árabe complicó aún más las cosas. Durante los primeros meses de la revuelta popular, surgieron en Siria varios grupúsculos armados financiados y teledirigidos por Arabia Saudita, Al Qaeda, las facciones kurdas, la oposición pro occidental. Algo así como una docena de ejércitos, cuyos comanditarios poco o nada tenían que ver con el mapa político del país.

Durante los doce años de conflicto, en el que intervinieron contingentes estadounidenses, rusos y turcos, que se saldó con más de medio millón de víctimas mortales y el éxodo de millones de civiles, Siria fue bombardeada por la aviación de Moscú y de Ankara, convirtiéndose al mismo tiempo en el blanco de los misiles lanzados por las Administraciones Obama, Trump y Biden.  

Las sanciones económicas impuestas por los Estados árabes y los organismos internacionales llevaron al aislamiento casi total del país. Sólo fueron levantados parcialmente tras los terremotos que azotaron Siria y Turquía en el mes de febrero. Una decisión excepcional; aquí pagan los justos por pecadores, afirmaba un voluntario sueco encargado de distribuir la ayuda humanitaria a los desplazados.

Siria fue suspendida de la Liga Árabe en 2011, después de reprimir las protestas populares contra el régimen de al-Assad. Curiosamente, los patrocinadores de esta medida, así como de los paquetes de sanciones económicas y políticas adoptadas contra Damasco fueron los países involucrados en la ofensiva militar contra Damasco.

La configuración geopolítica de la región experimentó un cambio radical a comienzos de 2023, al registrarse los primeros roces económicos y estratégicos entre Arabia Saudita y Norteamérica.

Y en eso, llegaron los chinos…

Los ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe, reunidos el pasado fin de semana en El Cairo, acordaron readmitir a Siria tras más de una década de suspensión para consolidar el impulso para la normalización de los lazos con Bashar al-Assad.

Tenemos la responsabilidad histórica de estar con el pueblo sirio para ayudarlo a pasar la triste página de su historia, declaró el titular de Exteriores egipcio, Sameh Shukri, artífice –junto con la Casa Real saudita- del acercamiento entre Damasco y las capitales árabes. Los saudíes, que acababan de reanudar las relaciones diplomáticas con la archienemiga República Islámica de Irán, parecen haber apreciado la postura conciliadora de Pekín. Si el diálogo facilita la convivencia entre los países de la región, bienvenido sea…

El comunicado final de la reunión de El Cairo incluye las condiciones fijadas para el retorno de Damasco a la entidad panárabe. Estas deberían estar relacionadas con el retorno de los refugiados, esclarecimientos sobre la suerte de los desaparecidos y el compromiso de reactivar el comité conjunto Naciones Unidas – oposición, destinado a redactar la nueva Constitución del país, tarea que quedó en suspenso en las últimas décadas.

Y en eso llegó míster Xi… Cabe suponer que la diplomacia china nos deparará nuevas sorpresas. Ya le advertí, estimado lector; para comprender los cambios en el tablero de la geopolítica, hay que armarse de paciencia.  

Adrian Mac Liman
Fue el primer corresponsal de "El País" en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales "ANSA" (Italia), "AMEX" (México), "Gráfica" (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño "Informaciones" (1970 – 1975) y de la revista "Cambio 16"(1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario "La Vanguardia" durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario "El Independiente". Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista, en los programas del Canal 24 Horas (TVE). Autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

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