“Z, la ciudad perdida”, el movimiento eterno de la utopía

«Z, la ciudad perdida”, dirigida por el estadounidense James Gray (“El sueño de Ellis”, “Two Lovers”, “La noche es nuestra”), y protagonizada por Charlie Hunnam (“Sons of Anarchy”, serie de TV, “La cumbre escarlata”, “Pacific Rim”), Robert Pattinson (“Life”, “La Saga Crepúsculo”, “Recuérdame”), Sienna Miller (“High-Rise”, “El francotirador”, “Foxcatcher”) y Tom Holland (“Spiderman: Homecoming”, “En el corazón del mar”, “Lo imposible”), está  basada en los hechos reales relatados en el libro homónimo del periodista del New Yorker David Grann.

z-la-ciudad-perdida-cartel “Z, la ciudad perdida”, el movimiento eterno de la utopíaEntre acción, epopeya y utopía histórica y biopic, es una adaptación elegante no sólo de una apasionante aventura, sino también un complejo retrato de una época de gran convulsión social y científica, una poesía trágica y cine del bueno cargado de lirismo.

La muerte, la enfermedad, el viaje interior, los amores imposibles, el amante perdido, todo el cine de James Gray está cargado de fronteras imaginarias, de situaciones a las que el drama frena bruscamente … Por eso, “Z, la ciudad perdida”, que hace el número seis  de su filmografía, iniciada en 1994, significa un cambio en su trayectoria y una forma diferente de enfocar sus obsesiones, con paisajes inolvidables y emociones desconocidas en la aventura de un explorador inglés que busca desesperadamente una ciudad perdida en la remota Amazonia en los comienzos del siglo XX.

A la manera de un Kipling cinematográfico, Jame Gray pone en escena la auténtica historia de Percival Harrison Fawcett, uno de los mayores exploradores de su siglo.  Percy Fawcett  (Charlie Hunnam) es un coronel británico y amante marido. En 1906, cuando está a punto de convertirse en padre, la Sociedad geográfica Real le propone viajar a la Amazonia para cartografiar la frontera entre Bolivia y Brasil. Una vez allí, descubre su pasión por la exploración al tiempo que las huellas de lo que piensa que puede ser una ciudad perdida, y una civilización  muy antigua.

La narración, inspirada en hechos reales, describe la lucha interna entre el amor a su familia y la sed de gloria del coronel Fawcett quien, entre otras cosas, acepta la misión para lavar su apellido, deshonrado por un padre del que apenas se nos explica nada. La obsesión recién nacida llevará al entonces joven explorador a intentar reiteradamente convencer a la comunidad científica de proporcionarle los medios para regresar al fondo de la jungla y encontrar la famosa ciudad perdida, a la que ha bautizado “Z” que, según él, sería “la última pieza que falta al puzle de la historia humana”  (Marcos Uzal, Libération)

Más que ninguna otra cosa, la película es el relato de un deseo insatisfecho por el escepticismo de los demás científicos, que consideran certezas absolutas lo que se conoce entonces del mundo. “La metáfora es evidente: la búsqueda obsesiva de Fawcet no es otra que la de Gray por la película perfecta (…) cada viaje poblado de peligros remite a la dureza de los rodajes… Gray se proyecta en esta historia de intentos abortados, se sueño inacabado, que evoca su propia relación con el arte…” (François Forestier, NouvelObs).

El peso de la herencia familiar, la filiación, el tributo moral y físico que pagan los hijos y las esposas de los hombres dominados por sus propios demonios, son circunstancias que se reflejan a la perfección en esta hermosísima película, con paisajes deslumbrantes, para contar la historia de un hombre que parte siempre en busca de algo imposible de encontrar. En la parte final, Fawcett, envejecido y debilitado tras su participación en la Primera Guerra mundial, a punto casi de renunciar a su sueño, consigue regresar a la jungla acompañado por su hijo mayor, con el que hasta entonces estaba en conflicto permanente. Una reconciliación familiar y también del militar con sus angustias, un apogeo eufórico de la odisea emprendida dos décadas antes cuando ambos suben al tren que les lleva camino de Z. Ese último viaje es el momento más conmovedor de la película.

En el fondo, “Z, la ciudad perdida” es más una película sobre el deseo de aventura que sobre la aventura propiamente dicha, un deseo casi fantasmal, como un sueño infantil en el que la decepción es el motor de la aventura: “Eso es lo que la mujer de Fawcett (Sienna Miller), magnífico personaje tiene que aprender a aceptar de su marido: la insuperable inmadurez que la autoridad masculina disimula mal, dejándole trágicamente suspendido entre el amor y el abandono de sus hombres, entre el hogar desertado y su quimérica selva”.

En febrero de 2009, el realizador James Gray (1969) contactó con Paramount Pictures y Plan B Entertainment para adaptar la novela “La ciudad perdida de Z”. El proyecto fue reenviado a 2015 porque era “una producción muy complicada y una historia increíble”. Antes de comenzar el rodaje, Gray escribió a Francis Ford Coppola (Apocalypse Now, 1979), para pedirle consejos para rodar en la selva. La respueta fue muy escueta: “No vayas”.

Inicialmente, Brad Pitt debía hacer el papel del coronel Fawcett, además de coproducir la película. En 2013 el papel de Pitt se le ofreció a Benedict Cunberbatch; dos años más tarde, en el momento de iniciar el rodaje, Cumberbatch estaba rodando “Doctor Strange”, y fue reemplazado por Charlie Hunnam. Las primeras cinco semanas se rodó en Irlanda del Norte, y después se continuó en Santa Marta (Colombia).

«En una época en que el menor éxito estimable se cataloga como ‘película del año’, y cuando los superlativos se consideran con frecuencia una reflexión crítica (…) hay que saber reconocer serenamente las pocas  obras que cambian los códigos de los géneros y los relatos arquetípicos, y ofrecen una recapitulación de varias décadas de historia del cine, para roturar nuevas pistas de exploración. Una de ellas es ‘Z, la ciudad perdida’, película maldita durante mucho tiempo de la que era posible temer que el resultado padeciera las secuelas de su caótica e interminable gestación». (Emmanuel Raspiengeas, Band-a-part. fr).

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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