Al celebrarse el 09 de abril de 2015 los 194 años del nacimiento de Charles Pierre Baudelaire, su poesía sigue volando majestuosamente.
Los poetas son fauna silvestre. No pueden vivir en cautiverio. Charles Baudelaire (París, 09 de abril 1821- 31 de agosto de 1867) es ejemplo de ello. Quisieron, en incontables ocasiones, cercenarle las alas, restringirle el vuelo. Una familia disuelta en su edad temprana, un padrastro que jamás lo quiso, una sociedad literaria decadente, marcaron su búsqueda de refugio en la bohemia y el desorden vital. El ir de una amante a la otra sin protección alguna (ni física ni emocional) seguramente le llevó a la sífilis, condena a muerte tras larga y dolorosa agonía.
Sin embargo, sus versos alados le llevaron a la inmortalidad. El vuelo de los albatros que acompañaron el barco donde navegó exiliado hacia Calcuta en 1841, es la plumilla que tatuó la piel de su historia. Ese vuelo perfecto y torpe andar conque Baudelaire describió a los poetas, sin lugar a dudas, rompe la barrera de los siglos y es vigente hasta nuestros días.
Caligrafía inexacta que va del puerto al burdel, de la exaltación al lamento. Letra que profana sábanas y penetra cuerpos. Crítica que trastoca los valores establecidos renegando de las instituciones artísticas y de los salones e impulsa nuevas tendencias es la descarga de prueba de su osadía escribana.
Hay quien afirma que Baudelaire es un gran poeta pese a la vida distendida que tuvo; hay quien afirma que fueron precisamente sus amantes, drogas, excesos la inspiración para sus “Flores” que del “Mal” hicieron ventura.
Una puta, un albatros. ¿Cuál es la diferencia? La poesía traza similitudes.