Cuando el naturalista británico Charles Darwin publicó en 1859 su teoría de la evolución, lo más probable es que no previera que un día los robots, y no la naturaleza, se encargarían del proceso de selección de las especies, informa Baher Kamal[1] (IPS) desde Roma.
En su obra «El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida», Darwin introdujo la teoría científica de que las poblaciones evolucionan en el transcurso de las generaciones a través de un proceso de selección natural.
Ahora la llamada «cuarta revolución industrial» está trastocando la teoría de Darwin, ya que el proceso de fabricación dio pie a un proceso tan rápido de automatización que las máquinas habrán de reemplazar cada vez más a los trabajadores humanos.
Se calcula que en 2040 hasta 40 por ciento del proceso de producción será manejado por robots. Las máquinas son ahora capaces de resolver problemas planteados por otras máquinas.
La británica Universidad de Oxford prevé que las máquinas y los robots harán la labor de casi la mitad de los empleos de Estados Unidos en los próximos 20 años.
Y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala en su informe El futuro del trabajo en cifras que algunos estudios sostienen que 47 por ciento de los empleos de Estados Unidos están sujetos a sustitución, así como 39 por ciento en Alemania y 35 por ciento en Gran Bretaña.
«El hecho indiscutible es que la estructura ocupacional cambiará y las tareas requeridas para llevar a cabo el trabajo también cambiarán. La sustitución puede significar la destrucción de ciertos empleos, pero no la destrucción del empleo», según la OCDE.
Esta organización, que agrupa a casi 20 por ciento de los países del planeta – aquellos considerados más desarrollados – en un informe titulado Empleo y desempleo en cifras sostiene que hay más de 40 millones de desempleados en el área de la OCDE – unos ocho millones más que antes de la crisis actual, lo que significa un millón de puestos de trabajo perdidos anualmente en los últimos ocho años.
A esto se suma el hecho de que uno de cada tres puestos de trabajo se considera precario en los países industrializados y que los trabajadores ganan entre 15 y 20 por ciento menos que en el año 2009.
Sin embargo, estas cifras son vistas positivamente por el sector empresarial, ya que implican una reducción creciente de los costos de producción.
¿Qué hacer con los seres humanos?
Los políticos recién empiezan a pensar en la manera de enfrentar este desafío. Una de las fórmulas más de moda es la del ingreso básico, que implica que todos los ciudadanos o residentes de un país reciban regularmente una suma incondicional de dinero, además de los demás ingresos que pudieran recibir.
Según sus defensores, el sistema sería financiado por las ganancias de las empresas públicas, algo difícil dado que el sector privado ha absorbido funciones del Estado, que se está desmantelando gradualmente.
«Suena grandioso. Que te den dinero sin siquiera trabajar es un sueño», sería la primera reacción de muchos al ingreso básico.
¿Pero dónde encontrarán los gobiernos los recursos necesarios para esos ingresos básicos? ¿De qué elementos presupuestarios nacionales se deducirán estos importes? ¿El Estado seguirá prestando servicios como la atención sanitaria, la educación, los subsidios de desempleo y los fondos de pensiones? ¿O estos servicios están condenados a su privatización?
¿Implicará esto la eliminación de los 20.000 millones de dólares que los países de la OCDE dedican cada año a los fondos de empleo, cuyo objetivo es promover la creación de oportunidades laborales?
¿Y cómo pueden los desempleados contribuir con sus ingresos básicos a la reposición de los fondos de jubilación de las personas mayores, cuyas vidas ya son longevas y se prevé que lo sean más aun? Sin contar la infraestructura como el transporte público, las carreteras, los subsidios a las fuentes alternativas de energía, y un largo etcétera.
Dicho de otro modo, ¿el ingreso básico sin tener que trabajar provocará el desmantelamiento definitivo del Estado de bienestar, que se está reduciendo rápidamente? Lo más probable es que sea así. Después de todo, sería un paso más en el proceso de robotización de las vidas de los seres humanos.
De esta manera, los ciudadanos se mantendrán con vida, se quejarán menos del evidente fracaso de los gobiernos en la creación de oportunidades de trabajo, mientras hacen lo que se espera que hagan, consumir lo que producen las empresas y, por cierto, seguir desempeñando su papel de votantes – y no de electores, valga la diferencia.
La regla de los multimillonarios
Esta tendencia, que parece inevitable, seguramente recibirá un gran impulso muy pronto, cuando Donald Trump asuma la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero.
La suya será una administración compuesta por multimillonarios, y es muy improbable que estos tengan la sensibilidad de los ciudadanos y trabajadores promedio.
Las consecuencias en Europa serán inmediatas ante el irresistible auge de la extrema derecha en países como Alemania, Francia e Italia, que tendrán elecciones generales en 2017, así como en Austria, Grecia Holanda y Hungría, por mencionar unos pocos.
Desigualdad, esa brecha peligrosa
El creciente desempleo profundizará la ya considerable desigualdad.
Roberto Savio, fundador de IPS y Other News, en una reciente conferencia en la Academia Diplomática de Chile mencionó los siguientes datos impactantes. En 2010, 388 personas acumulaban la misma riqueza que 3200 millones de personas del planeta. En 2014, ese número había bajado a 80, y en 2015 a apenas 62 personas.
Estas cifras se suman al hecho de que, según la Organización Internacional del Trabajo, será necesario crear 600 millones de nuevos puestos de trabajo para 2030, solo para mantener el ritmo de crecimiento de la población en edad laboral, especialmente del Sur en desarrollo.
«La fábrica del futuro tendrá solo dos empleados, un hombre y un perro. El hombre estará allí para alimentar al perro. El perro estará allí para evitar que el hombre toque los equipos», dijo Carl Bass, director ejecutivo de Autodesk, una empresa privada que «hace software para las personas que hacen cosas», al describir el proceso actual, imparable, de la automatización.
El comentario de Bass fue citado por Xavier Mesnard en el artículo ¿Qué sucede cuando los robots toman nuestros trabajos?.
Lo más probable es que Darwin no previera que el actual proceso de selección artificial – propulsado por una codicia irrefrenable y sometido a los intereses financieros de las grandes corporaciones privadas, que ejercen un control total sin ningún mecanismo de regulación, en medio de una política miope – remplazara su gran teoría de la evolución y selección natural.
- Traducido por Álvaro Queiruga
- Publicado inicialmente en IPS Noticias